Por no dejar, me dejaste un cocodrilo triste y debo confesarte que nada en depresiones constantes. No lo saca del marasmo negro ni mi beso más dulce. Y lo he intentado. Intermitente y concienzudamente.
Alguien me secretea que hay maneras de matar al cocodrilo sin que te des cuenta. Después de todo, lo dejaste bajo mi cuidado (no lo soporto) y la idea aunque me seduce no deja de repugnarme o viceversa. Matar a un cocodrilo… ¿qué moralidades quebranta? Tendría que saberlo.
Sus lagrimitas no me estorban, ni su lamentar constante. Lo que detesto es el contagio que derrama, la oscuridad que vierte sobre todo. Lo húmedo que el mundo es desde su llegada.
Sé que con mi tigre estarás teniendo dificultades y lo lamento pero el intercambio resultaba ineludible. Dos no caben en mi almohada y tú necesitabas, ahora lo comprendo, urgentemente deshacerte del cocodrilo. Espero no creas que es un trato para siempre.
No puedo matar al cocodrilo chillón aunque me esmere en el crimen perfecto. Quiero de vuelta mi tigre. Pinche trato desigual. Si te pido de vuelta mi tigre, tal vez recuerdes a tu cocodrilo (puedo disecarlo ¿te darías cuenta?)
Cada raya de mi tigre vale más que el cocodrilo completo. Cuántos se pelearían por una rayita ínfima en un ojo, una sola y sin lloriqueos.
Tu cocodrilo además de consuelo debe alimentarse, y pollitos ya no tengo, debo ver ¿qué moralidades quebranta? Tendría que saberlo. ¿Ranas, sapos, pisoteo valores con eso?
Casi ni llora y solito se alimenta. Quiero mi tigre de regreso.
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