Cuando las manos se me calientan luego de sostener por un rato la taza del café, toco mi fría nariz y la entibio. Las caliento de nuevo y sin mis lentes acomodo las manos sobre los ojos. Qué sensación: tan agradable... hasta que empiezo a ver, atrás de las manos, atrás de la luz, atrás de mi mirada: barcos naufragados, cubiertos de algas y vida marina; verde madera pudriéndose en el agua, turbiedad líquida, fango transparente.
Afuera el lobo regresó del bosque, mueve con furia los árboles y embiste con su hocico soplador las paredes...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario