Dulce
Estás sentado frente a mí. (Pude haber dicho: estoy sentada frente a ti. Pude, tal vez, iniciar diciendo: sentados frente a frente…
Escribir es decidir, no cabe duda. Muchas otras actividades menos lúdicas también lo son. Otras menos desgastantes también. Algunas menos solitarias igual. Siempre hay que elegir)
Hay un libro sobre la mesa, y una taza con café muy caliente –esto lo sé porque vi cuando lo sirvieron-, el libro es de poemas –y lo sé porque acabo de regalártelo- el libro y la taza están abiertos, esperan por ti… ahora te inclinas y lees con el rostro empecinado que pones cuando quitas los velos que cubren las palabras escondidas tras los signos, haces que los significados floten hacia ti como suspendido se dirige hacia tu boca el vapor del café.
Levantas la taza y das un esbelto trago, volteas sorprendido a mirarme como si yo supiera qué es lo que esa porción líquida te dio y sonriendo dices: no tiene azúcar. Ahora te veo endulzando tu café, con delicadeza haces girar la cuchara que apenas se ve, envuelta como está con tu mano grande. Dejas el café tranquilizándose después del remolino que le regalaste y vuelves a la lectura.
Yo, como tú sabes, miro pasar las palomas, los niños, el aire.
Yo, como sé yo, te miro a escondidillas y saboreo cada fragmento endulzado de tu cuerpo, de tus movimientos.
Pasas la página, tu expresión parece ser de desconcierto, lees lo que calculo son tres versos más, tomas la taza de café y das un trago que me parece largo y muy caliente. Y dulce.
Dejas la taza, cierras el libro, e inclinándote hacia mí pones en mi boca las palabras. Usas tu boca con sabor a café para depositarlas, son como esos poemas calientitos que acabas de leer.
1 comentario:
Estás sembrá! diría mi amiga la de Badajoz...
Y con semillas tiernitas, dulces, tibiecitas lindas, digo yo...
Ay, qué tendrá el aire que estoy así y te leo así?
Qué lindo...
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