miércoles, 23 de enero de 2008

Adivinanza: “Quiero que me traigas un mundo,
y dentro del mundo,
el mar.”

Vi con claridad cómo (y/o cuando) los ojos se les derramaron sobre Cristila. Tuvieron razón, así pensé y hoy, luego de años de aquello, todavía pienso. Cristila, joven, francesa, cabellera espesamente oscura, cuerpazo (alta, curvosa) y con bikini minúsculo era bastante mirable.

La idea pareció disparatada, convocan a poetas en una isla, me dijiste un día al encontrarnos por casualidad en una esquina, en cualquier calle, en dónde. Luego de todas las exclamaciones y preguntas posibles dijiste que me llamarías para informar. No lo creí y tampoco tú, claro… pero nos sorprendiste (a ti y a mí) unos días después llamándome: Nombre de la isla: Carrizos rojos, evento: “abrazar a las rocas”. Días: tal y tal, manera de llegar, tol y tol. Convocan: fulanitos y zutanitos… Nos fuimos. Ismael, Pedro, Leopoldo (que eres tú) y yo.

Íbamos pertrechados de lo pertinente. Lo que siempre hay que llevar a una isla lo llevábamos. Hasta la certeza de la poesía. Eso creíamos.

Luego conocimos a Cristila. Aunque para no faltar a la verdad desde el día que llegamos conocimos a todos y todos nos conocieron, porque estábamos en una isla, en el mismo pedazo de isla, aunque en campamentos diferentes y tuvimos que vernos cada quien a todos los demás (“Cuatro gatos en un cuarto cada gato en un rincón cada gato ve tres gatos adivina cuántos son.”) desde el desembarco (¿cómo se dice bajarse de una panga: desempangar? ¿Aterrizar es sólo cuando se viene del cielo?) A menos que alguien haya llegado con los ojos cerrados que creo ya es muy tarde para preguntar, no miento. Nos conocieron y conocimos.

Puedo decir y contar (inventar, fabular, conjeturar) de todo lo que en aquellos días se vivió. Quiero, sin embargo, hablar sólo de Cristila. En realidad no de ella sino de todos los que no éramos ella (y qué bueno, porque la diversidad y esos consuelos). Ismael y Pedro se volcaron en halagos y en intentos nada discretos para propiciar algún acercamiento. Leopoldo (tú) fingiste indiferencia.

Había una asombrosa diferencia entre el número de hombres y de mujeres (¿debo decir que no había igualdad de géneros?). Ejemplificando con nosotros, que ya dije quiénes tres y yo, así era la desproporción en aquel, pedazo de Carrizos rojos. Y si continúo con términos seudoestadísticos puedo afirmar que el 88.36% de las hormonas masculinas corrían, nadaban o volaban en pos de los favores de cristila. Esa es una frase muy desafortunada porque pareciera que se otorga limosna. La mujer no obsequia favores, elige a quién darse y de quién recibir –no siempre coherentemente, hay que decirlo… pero ¿favores? A otro perro con ese hueso, a otro oído con ese cuento, a otra piel con esa caricia…. En fin-

Los favores de Cristila, en eso estaba. Hasta serenatas le llevaron, que hacer eso en una isla, un pedazo de mundo ensartado en agua salada, es como serenatear a todos los isleños temporales (si quisiéramos divagar, diríamos que todos somos isleños y todos estamos de manera temporal o transitoria o de paso y si así vamos, todos sobre tierra rodeada de mar).

Estaba infectado de poetas este pedazo a que me refiero constantemente, así que le llovieron en su milpita (otra pero ahora muy afortunada y tierna frase en la que no abundaré) los poemas a nuestra cristila. Su respuesta se paseó desde la indiferencia al desdén, pasando por el aburrimiento. Así que las metáforas fueron y vinieron como lo hicieron y espero que aún lo hagan las olas que nos cercaron durante cinco días.

Yo vi, con estos ojitos que algún día se han de comer los gusanos (¿qué es esto, con qué otros ojos puede uno ver, si no es con los suyos?, cualquier otra afirmación es poesía, puro invento… ¿ganas?). Vi que Cristila nunca, a ninguno de los ardientes isleños pasajeros, elegiría.

Y ahora me dices, me cuentas, me tratas de envolver contándome aventuras con mujeres fabulosas, que tú fuiste el elegido. Que esto que me dices no lo supieron nunca ni Ismael ni Pedro.
Yo del destino no sé mucho y no entiendo por qué, luego de tanto tiempo vengo a toparme contigo en esta esquina de ningún lado, lugar sin nombre al que tienes harto con tus desplantes. Te lo diré porque quiero irme y dejarte saboreando esto que tal vez imaginé.

¿Será ficticio mi recuerdo? (entonces no es recuerdo): Cristila, con su bikinito y su poco español, embarraba su desprecio hacia lo masculino con tanto donaire en aquella islita plagada de poetas porque no llegó sola (veo tu desconcertado rostro) y cada noche, desde la primera yo la vi. Díselo a Pedro, él le dirá a Ismael. Seguro encontrarán en la información consuelo. No me estoy riendo. Sólo te lo digo, mira, estoy seria: ¿recuerdas el poema hermoso aquel que hablaba de los pelícanos que desfilaban? Sí, de Mirta, compañera sentimental de Cristila y que de seguro le cubría las orejas con su cabellera pelirroja cuando las serenatas desentonaban llenas de arena y jejenes. Mirta que escribía mejores poemas que la mayoría de candidatos que nunca lo fueron. En fin, Leopoldo antes querido, ya sabes, no vayas por allí diciendo, no mientas si pudiera haber testigos. No me burlo, ni lo pienses. Somos islas, recuérdalo.


Pd: Respuesta: ¡El coco!

6 comentarios:

Unknown dijo...

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Anónimo dijo...

Alguna vez me platicaste de esta experiencia, poetas en una isla, como náufragos de la sociedad y del tiempo.

Dejando por un lado, muchas cosas interesantes, esta anécdota resulta muy interesante e ilustrativa.

No sé como digerirla, aunque parezca trivial, resulta de una magnitud, antropológicamente hablando, astronómica (y no me he excedido).

"La mujer no obsequia favores, elige a quién darse y de quién recibir"


Nada más que agregar, esta frese es ley.

Anónimo dijo...

Me hizo gracia, y me gustó, que hablaras de "todos los que no eran Cristila" =)

La relatadora se regodeaba descubriéndole la mentira al no más querido Leopoldo? =)

Qué forma rara de escribir, me dejaste pensando, releí varias veces. Me gustó. Siempre me gusta cómo escribís... (ya te lo dije, pero lo repito)

Besos, dadora que elige.

Anónimo dijo...

Hala, cómo se hará para que aparezca mi nombre y no mi dirección? Y con el bidujito de wordpress, claro. =P

Tu inquilina dijo...

Una isla concurrida por poetas..he estado en una...me enamore de ella y de ellos y ahora solo quiero volver..cuanta melancolia no?

Anónimo dijo...

¿Le llovieron en su milpita? Sé que ahí hay algo importante, pero no sé de que se trata exactamente. Siempre te leo deseando disfrutar del próximo párrafo, pero intento al mismo tiempo que eso no me impida disfrutar del presente. El caso es que disfruto. No será milpita de escuchar muchos poemas. Muchas no lo son. ¿Tú?