viernes, 24 de abril de 2009

Era otro, otro abril

Hoy es abril, ayer fue abril y mañana será abril.
¿Y yo?
¿cuándo mi abril?

¿Cómo estás?
Tú eres fuerte y resistente, amor. Sé que estás bien, fragante y bello, como siempre.

Así que me dejo de seriedades tales y paso a hablarte de un chavo que conocimos Ugo y yo en Nogales. Para variar no sé cómo se llamaba o llame, ni donde lo conocimos, supongo que en la calle, haciendo algún letrero, era bueno para las letras, rápido y limpio, lo contrataban a menudo y le pagaban bien. Por algún tiempo lo vimos más o menos seguido, decía que también era pintor, es decir no sólo de letreros, carteles y eso, sino.
En una ocasión nos reunimos en la casa del Tavo, un amigo, en Nogales Az, después el Tavo salió y nos dejó a los tres, Ugo, este chavo sin nombre en mi memoria y yo. Pintor era muy guapo, alto y flaco y nos dijo que había estudiado oceanografía en algún puerto del que tampoco recuerdo el nombre. Sabía todo con certeza (¿se puede saber algo sin certeza?), sabía medidas, pesos, fechas y nombres exactos de TO DO; ese día empezó a hablar de los agujeros negros y no sabes cuánto sabía(o sabe), estuvo hablando horas y horas (como bien supondrás, esto es una exageración, fueron dos horas cuando mucho)y de paso hablaba del mar, la tierra, las galaxias, terremotos, la Luna, el Sol, los barcos, las mujeres, nubes, matemáticas finitas, química, derechos humanos, Plutón (en esos días aún un feliz planeta), los niños, la música, naves espaciales, fuga de cerebros (él andaba en eso, creo, pretendía ser un cerebro merecedor de ser robado o puesto en perpetua tentación para fugarse montado en el lomo del imperialismo yanqui… ¡así decía!); hablaba, pues, de los agujeros negros.
Y no podía uno cuestionarle nada, ni dudar de su palabra.
En verdad lo sabía todo.
Pintor era un mamón como comprenderás.
Después tuvimos la ¿oportunidad? De conocer su obra y allí (allí de tiempo y de lugar, de “justo aquí y ahora”) descubrí que no importaba conocerme incapaz de saber nada con certeza o no (“tu cruel falsía que me matará”, dicen, cantan, en un radio)… y voy descubriendo que no sé qué más decirte de él, la canción me distrajo: “juraste amarme, dijiste quererme” y etcétera… ¿sabes por qué te cuento todo esto, verdad? El día que estábamos en tu casa con tus amigos y estaba el chavo ese hablando y hablando y hablando… yo recordaba al oceanógrafo truncado, hasta físicamente se parecía, el de Nogales era más alto pero aún así, podían haber pasado por hermanos o primos o pintados por el mismo retratista. A mi me cohíbe –un poquito- la gente que habla mucho, comprenderás por qué me quedé muda… tú te mostrabas muy interesado en lo que este no pintor no tan alto decía con patadas y demostraciones físicas y yo nunca supe por qué… tal vez a ti te interese el karate, no sé. Las espadas, el oriente, las artes marciales, lo militar, los uniformes, los espadachines, golpes mortales, velocidad en piernas, líderes mundiales en carreras, tarahumaras, dagas, insectos comestibles, Bruce Lee, la danza de los planetas, las peleas de perros, las princesas turcas, los cuchillos… de todas formas me simpatizó tu amigo. (“Que me amargo la vida / si te dejo de amar”)
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Te dejo. Hay que vivir.
Te dejo un beso. Para vivir.
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jueves, 23 de abril de 2009

Tarareo

Ta rararara rará,
Ta rararara rará
Ta rararara rará
Ta rararara rará

Así tallereábamos alguien y yo. Y alguien escribía así y yo no podía. Alguien se reía. Alguien y yo nos la pasamos bien. Yo amé a alguien. Alguien no sé si me amó. Eso ya no importa. Este retazo de poema es “Ta rararara rará”

el eco es la sombra del sonido
la palabra lo es del pensamiento
la saliva es la sombra de la lengua
y la caricia es del deseo
y:
Ta rararara rará…
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Cuánto placer en las palabras...
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miércoles, 22 de abril de 2009

Convoyar en rosa

Siete de la mañana. El sol ilumina la primavera verde en Cananea. Frente a nosotras, cual si desfilásemos, camina un hombre que trae puesta una camisola de color amarillo rabioso (qué valiente, pienso); delante de él, una mujer con una sudadera verde limón lleva de la mano a una niña con uniforme escolar y en su espalda mochila rosa. Veo a Mariana con su uniforme casi rojo, calcetas, suéter, diadema rojísimos todos, cabellera brillante, tengo la impresión de haberme transportado en un parpadeo a la página de un cuento coloreado por un niño, me imagino como muñequito(a) de un pastel de fiesta infantil, los ojos se me iluminan. Supongo.

Pero el mundo no es color de rosa, sólo algunas mochilas y utensilios de niña lo hacen parecer, a ratos.

Mientras caminamos rumbo al este, hacia la escuela, nos topamos con un buen número de autos, carros, camiones o como se llamen, cargados de militares (policías, soldados, federales, estatales, judiciales... la represión no sabe de arcoiris). Ellos no visten de colores. Sólo negro, gris, verde apagado, pasamontañas, armas, y uniformes. También.
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martes, 21 de abril de 2009

Quejumbrar

El calor se acerca con pasos de elefante malherido y desbocado
(tal vez con pasos de mamut que se derrite…
como escorpión con doble cola
–el escorpión en realidad no tiene cola, lo que tal parece es una extensión del abdomen-
como tiranosaurio va llegando el calor con quejura, uñas y hambre)

Qué hacer, a dónde irse…

Parezco la quejumbre andando.

No se nos da gusto, dicen las señoras en la calle... ¿Queríamos calor? Bueno, pues aquí está el calor, no nos quejemos, abanicándose furiosamente.

Yo, lo confieso, no quería calor, deseaba menos frío eso sí, pero ¿tiene que ser así? ¿Hay que cuidar lo que uno pide siempre? No vaya a ser que:

Pedir un príncipe azul tal vez nos llegue morado
Pedimos agüita y nos inundamos
Solecito y nos quemamos.

Ah, la calor.

(Y esta nube, esta pinche nube.)
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lunes, 20 de abril de 2009

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Parece que lo único que puedo escribir en este, estos días es:

“tomo la taza de café con ambas manos, como si fuera una pelota caliente par poder quitar el frío de los dedos, es agradable, así, acercar la taza al rostro y aspirar el vaho caliente de la bebida.”

Porque mientras eso hago pienso que puedo escribir que caliento las manos así. Pero pienso también:

¿A quién podrá interesar esto?
Hago un huequito, empujando entre la nube que traigo últimamente adentro mío para poder encontrar un atisbo de respuesta.

A nadie, me respondo. O tal vez sí, yo me paso los días leyendo textos que no creería que podrían interesar a nadie.

Uno, a fin de cuentas, no escribe por eso. ¿O sí escribe por eso? ¿O por cuál eso escribe uno?

Mis dedos se calientan. Escribo esto.
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viernes, 17 de abril de 2009

KAR-MA
Llegó inopinadamente: ¿puedo decirte algo? Claro, le respondí. Incluso me puse de pie pues así aprovechaba y me destrababa un poco física y mentalmente saliéndome de la página de Excel que ya rato tenía recalculándome la paciencia.

Lo miré, parecía un tanto agitado, sobresaltado, desprotegido (como siempre, debo decir)
-Vengo muy enojado
-¿Qué pasó? Pregunté y eso bastó para que me dijera y me dijera y me dijera:

Ya sabes (lo sé) por dónde me gusta caminar, así venía, mirando el basural que el viento se ha llevado a los barrancos, los mezquites todos llenos de bolsas de plástico. Pensando venía, tranquilo… y entonces cuando subí del barranco, resbalándome entre el polvo, vi que tendría que cruzar un arroyo que se formó con la fuga de una tubería de drenaje. Visualicé la situación y me di cuenta de que las posibilidades de pasar sin afectarme eran completas, si pongo un pie en aquella piedra, si salto después a donde está seco, si… y ¿qué crees? (no espera mi respuesta): Pasó un pendejo en un pickup negro, en chinguiza y me… a ver si encuentras una palabra más adecuada, que no sea pringar ni mojar… Un instante lo miré, buscando la palabra adecuada, balbuceé: ¿humedeció, lloviznó…? sin hallarla. Me llenó, mira, mostrándome su pantalón al que yo no le vi nada extraño (ya se le había secado, aclaró), me mojó con aguas negras… ¿qué se creen éstos, dueños del mundo, de las calles, de Cananea? Pudo haberme matado e igual se hubiera ido sin voltear siquiera… ¡Me cayó agua sucia en los ojos! Decía mientras se sacudía… ¡Tragué aguas negras? ¿sabes a qué saben? No, dije. Saben a agua y a mugre y a metal y apestan, me decía Rafael cada vez más enterado de lo que le pasó… Pero –bajando notoriamente la voz- yo estoy plenamente convencido de que todo, eh, todo, lo que nos pasa es puro karma, no sé cuándo, no necesariamente en esta vida, hice algo que me mereciera empaparme de aguas negras (y empaparte por adentro, acoto, no vaya a ser que se le olvide)… Reflexiona (fugazmente) ¿sabes? Cuando era muy niño, mis papás nos llevaron a mi y una de mis hermanas a un pueblo de aquí cerca (y aquí describe el pueblo, los pueblos de Sonora en aquellos remotos tiempos), había no excusado, ni letrina, dice, había un hoyo en el suelo y mi hermana y yo dábamos vueltas y vueltas alrededor, jugando, hasta que ¿qué crees? No sé digo, por supuesto ya sabiéndolo… me caí dentro. Así que no es la primera vez, le digo, que me lleno de mierda, dice él, ya olvidado del enojo ¿sabes a qué sabe la mierda? NO (veloz respuesta)… sabe ácida, a tierra y podrido. Apesta, concluye. Voy a lavarme.

Al regresar del baño, continúa hablándome del karma y me dice entre algunas comas que se le atraviesan, a ti no te pasaría lo que me pasó, aquí confortablemente trabajando, protegida, calientita… ¿y lo del karma? le digo ¿Estoy aquí por alguna cosa que hice bien o que hice mal?
No sé, tú piénsalo, ya me voy, tengo que ir todavía a Cananea Vieja. Y se va. Y me deja.

Pensando en las aguas negras que todos, supongo, tragamos a diario o de vez en cuando, por culpa de algún pendejete con pickup o sin él que nos ¿chispea?, o por andar corriendo alrededor de donde no nos llaman y apesta.
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Vulnerable me deja.
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Pensando en la mierda y su sabor.
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jueves, 16 de abril de 2009

Tercera edad
martes, 20 de febrero de 2007, para Carlos

Es, creo, la posibilidad que ofrezco. y casi siempre suelo entregar, de escuchar, lo que ha hecho que la vida me obsequie con amigos que sobrepasan los ochenta, los noventa años.

Conocí a Don Luisito hace ya más de un decenio, le gustaba llegar a visitarme a la biblioteca, a platicar, a contarme cosas de viejo, decía, hombre agradable y dulce que recordaba sus tiempos de iniciación a la música, la revolución en Cananea y de su infancia le pedía yo siempre que repitiera una anécdota de cuando en estas calles del pueblo jugó a las canicas con Lázaro Cárdenas, entonces un muy joven militar a caballo… Murió en Hermosillo.
Ahora, paso por la casa de Don Luis Mendoza y por las ventanas del frente se ve hacia adentro cómo derribaron las paredes y quedará sólo un cuarto grande donde serán las oficinas del Registro Civil. Su casa…

Don Erasmo tenía un carácter fuerte. Publicó varios libros y gustaba de hablar de su vida en Nuevo León, de su profesión de abogado que fue lo que lo hizo llegar y quedarse en Cananea. Escribí para él un prólogo porque publicaría dos libros más, uno de cartas y otro de anécdotas laborales y personales… Hombre meticuloso que guardó durante toda su vida la correspondencia que enviaba y recibía, las fotos, los libros, todo ordenadamente, con un cuidado que hablaba de amor por la historia y por su pasado, la familia. En verano me regalaba duraznos de su huerta. Luego de una desafortunada caída que transformó su vida de nonagenario totalmente capaz de valerse por sí mismo, dejó de caminar, aún en tres ocasiones una persona lo trajo para que hablara conmigo. Después murió.
Me contaron que una de las hijas de D. Erasmo Lozano Rocha llegó y se deshizo de todas sus cosas de la peor manera, sacó libros, documentos, fotos, cartas… a la calle, como si basura fuera. Y así, tal vez, la recogieron y se la llevaron…

Doña Lala amó las flores, ya tenía más de noventa años y cuidaba su escarpado jardín en andadera y con su envidiable ánimo. No te hagas vieja, mijita, me decía, te la vas a pasar como yo, llorando. Murió y sus flores no se dieron cuenta.
Su casa me sigue quedando cerca, está abandonada, la venden , el jardín seco y entristecido, todavía en la pasada temporada tuvo flores gracias a las lluvias, pero hace días algunos niños que de seguro no saben del amor de una anciana por ese pedazo de vida, le prendieron fuego… tal vez reverdezca…

Don Eloy fue un hombre fuerte que según él me decía, al levantarse, con noventa años ya, lo primero que hacía era ejercitarse; leyó mis poemas y dijo que eran eróticos y que le gustaban por eso, lo decía con una sonrisa pícara que aún veo. Murió hace pocos años.
Hace una semana, la casa que perteneció a Don Eloy Bustamante se quemó, pasé cada día de esta semana y vi en el suelo fragmentos tiznados de fotos en blanco y negro, pedazos apelmazados de lo que fueron libros, confeti de revistas amarillentas, ropa, muebles, cenizas de la vida de ese hombre que fue una fuente de recuerdos…

¿Qué más puede uno decir?
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martes, 14 de abril de 2009

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Un día una mujer le dijo: siempre que oigas esta canción, acuérdate de mí. Y le cantó una canción. Y ella, obediente, siempre que la oye, piensa en la mujer, aquella. (Tal vez la mujer ya hasta murió, ella no sabe, sólo la recuerda: Hizo una promesa)

"Pensamiento"

(Rafael Gómez)

"Pensamiento, dile a Fragancia / que yo la quiero / que no la puedo olvidar / que ella vive en mi alma / anda y dile así / dile que pienso en ella / aunque no piense en mi / / Anda pensamiento mío / dile que yo la venero / dile que por ella muero / anda y dile así / Dile que pienso en ella / aunque no piense en mi. "


Estos momentos llegan siempre. No es que lleguen como si volvieran de algún viaje. En realidad nunca se han ido. Siempre están. Agazapados tras la puerta, espiando. Y ella, tan vulnerable a los descuidos, tarde o temprano olvida que esa puerta debe estar cerrada, las rendijas tapadas, las ventanas con las cortinas corridas.

Lo olvida y permite al abrir la puerta, al asomarse por la ventana, que estos momentos se abalancen sobre su tiempo, ocupen todo el espacio, todo el día, la noche... Ella, de pronto, ya no duerme, llora.

Y siente que quiere escribir.
Aunque no puede.
No mucho.
Casi nada.
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jueves, 9 de abril de 2009

Ausencia

el silencio es caracol tornasolado
que tiene
(sin él saberlo)
el poder
de ser un herrumbroso clavo
cuando prosigue su caminar
en el resbaloso tiempo
que suele ser
(sin ella saberlo)
la distancia
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martes, 7 de abril de 2009

Treintaitrés

La he visto en fotos blanco y negro, fotografías familiares, siempre con expresión adusta, disgustada. No le gustaba su nombre, me cuentan. Le decían Fenny

De ella sé que “era mala” me dice alguien recordando una infancia común, “nos encargaban con ella porque era la mayor y nos maltrataba. Recuerdo cuando nos peinaba, nos daba unos jalones muy crueles, nos hacía llorar.” También que fue muy rebelde y noviera, que se iba sin permiso del padre… que la castigaban por ello.

Se casó, le nacieron hijas, unas murieron… marido infiel que la orilló a actos desesperados, de celos y amargura, de violencia. Hombre que no la hizo feliz.

Otros hombres inútiles, otras hijas y por fin, el niño, el hijo que, sabe por qué (¿puede alguien no intuirlo?), anhelaba tanto varón. Y al final, otra niña.

Tuvo diez hijos, le vivieron cuatro mujeres y un hombre.

Y uno creería que estamos hablando de una mujer de más de cuarenta…

Enfermó. Entre tantas historias que uno oye desde niña, que lee, que inventa, no hay nada igual a la imagen de mi abuela Isabel caminando por el cañón reseco de los arroyos prehistóricos del pueblo polvoriento donde vivieron sus últimos años. Caminando y recogiendo, mientras llora, los trapos ensangrentados que ha dejado tirados su hija mayor, Estéfana.

Cuenta mi mamá que, enferma, pedía comer dulce, quiero capirotada dijo un día de cuaresma, ella que nunca había gustado de los alimentos dulces. Fue rápido, unos meses de sufrimiento… mi mamá fue con ella en la ambulancia que la llevaba de Cananea a Hermosillo. Mucho, mucho antes de llegar, murió. Mucho antes de vivir ya estaba muerta.

Me recuerdo niña, viendo el ataúd en la sala de mi casa cuando la velaban. Abril 2, el día que cumplió 33 años, ella, mi tía Fenny, murió. La menor de sus hijas sólo tenía un año.

No debería escribir esto, lo sé. No es falta de respeto, de verdad. Es que me parecen chingaderas esas maneras de llevar o ser llevada por la vida, tanto dolor.

Porque hay dolores que producen, que nos obsequian. Dolores que matan pero después de una vida plena, llena tal vez de satisfacciones. Pero ella, puro dolor, carencia, sólo sufrimiento.

Llanto.

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lunes, 6 de abril de 2009

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  • Merolico lunes
  • telúrico, metódico
  • pancreático
  • sabático
  • lunático
  • afónico. benéfico, eufórico
  • onírico, maléfico...

Un lunes, sólamente.

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viernes, 3 de abril de 2009

Lunática
"La luna se aleja de la tierra 3.8 centímetros cada año.

Mira, con razón. Ya lo decía yo.

O sea que desde que nací casi dos metros la luna ya no está tan cerca.
¿Qué significa?
¿Nada?
Claro que absolutamente nada. Pero qué lindo saberlo.
Me encanta.
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miércoles, 1 de abril de 2009

Comprarvenderpagarcobrar


Hay una información desconcertante aunque certera y que tal vez a nadie importe pero a mí me tocó con sus dedillos enclenques desde que la leí: “Los meses que empiezan en domingo siempre tienen un viernes 13” Y claro, es cierto. Así pasó en febrero y marzo de este año. Día primero, domingo… inexorablemente el día 13 fue viernes. Alguien diría, qué absurdo saberlo (yo lo dije, lo pensé) y los que empiezan en viernes, son dueños de un sábado 16; los que en lunes empiezan poseen un miércoles 17… ¿Y qué?

Pareciera que lo notable del caso enunciado primeramente es el carácter festivo del domingo, descanso, pachanga. El viernes trece, por el contrario, es considerado de mala suerte.
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La culpa.

Es así que entiendo esto: se tiene que pagar por lo que se recibe. ¿Suena lógico, justo, correcto?

¿Qué? ¿Nadie regala nada?