viernes, 31 de julio de 2009

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Hace como como quince años
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(borrador nacido luego de leer a Pina que en su página recordó a René, ¡el 24 de diciembre de 2005!)

Humberto llegó antes del verano de 1986 del defe a Nogales buscando las huellas musicales de un amigo. No lo encontró pero se topó con un lodo espeso que lo ató por mucho tiempo a esa frontera hasta que decidió irse a Tijuana (esa otra frontera), en 1988. La verdad ya un poco zoquetosa su vida. Allá encontró el gran charco.

Alfonso.- De Tijuana a las horas de junio. Allí lo conocí, en 2002, creo. Me obsequió su libro, Llanterío, que yo como buena burra que soy imaginé como un desolado paisaje cubierto de llantas, Pina me dice que es de llanto... Es, creo, igualmente triste. El libro me gustó mucho y busqué acercármele a Alfonso, parece que lo conseguí.

René.- Su presencia fue constante por allá a principios de los 90, en cada ocasión que Hermosillo me recibía, allí estaba René con sus dientes blancos (me prometí decir lo primero que recordara), conocí después al amable Benjamín; estuvieron en Cananea alguna vez. Oh, sí. Ahora Pina me habla de él cuando nos habla de sus afectos.

Un día de este 2005, en el recuento urgente que llega, supongo, con el invierno literal que ya se acerca o el invierno figurado que... está tan lejos aún, mis cajones, cajas, bolsas, estantes, y paquetes han estado siendo removidos con expectación... Encontré maravillosos recuerdos, cartas, fotos, postales, recaditos, ensayos de escritura, dibujos... loquera empapelada: papeles enloquecidos.

Dice la Maga que las casualidades no existen. Sabe. Esto la Maga lo dijo por algo que a mí se me antoja maravilloso y que Alejandro Aguilar Zéleny platicó en la presentación de su libro Andancias en Cananea (Digo algo acerca de esto: Cuenta Alejandro que llegó a un pueblo de Oaxaca, uno, como pudo haber llegado a algún otro, pero llegó ese, Tequistepec, y un día conversando con un músico tal vez el padre de Abigail, mujer que todo hace y lo sabe hacer bien, el Sr. Músico preguntó a Alejandro de dónde eres, de Sonora dijo éste y el músico le platicó que una vez vinieron unas mujeres, eran poetas, atención se dijo Alejandro, y entre ellas venía una de Sonora, de Cananea era ¿se llamaba Josefa? Sí, dijo el músico. La conozco.) Un día en Nogales, como parte de un programa cultural –institucional- llegó desde el D. F. a dar un taller de ¿mimeógrafo? una mujer, una o dos noches sólo necesitaría dormir en la frontera; buscando evitarle el gasto de hotel, se hospedó en el departamentito que yo rentaba, casi no nos vimos, no sé por qué… bajamos de la cama el colchón, ella durmió en él, yo me levanté muy temprano, ella dormía, fuíme a trabajar, ella quedóse. Al regresar sólo encontré una nota que aún conservo con la que me agradece la hospitalidad y me invita a buscarle si algún día ando por su tierra… muchos años pasaron y un día en las horas de junio, en Hermosillo entré al sitio donde se desarrollaban las mesas y miré en la mesa de ponentes a alguien que yo (¡a huevo!), conocía, dijeron su nombre, Sofía Rodríguez, y era ella, la reconocí de inmediato… Sofía dijo: creí que había soñado conocerte, hace tantos años.
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Hace unos 15 años. Creo que más o menos ese tiempo, Humberto, mi persona amada me envió de Tijuana una revista, “La ranura del ojo”, y de allí fotocopié un poema que me gustó mucho, la fotocopia la hice en papel construcción color naranja y por el reverso empecé a escribir una carta para un amigo de Hermosillo, René. La carta truncada dice sólo esto: “René, con esta tinta que a Enrique no le gusta. Bueno, no la tinta, sino el color, que casi es igual, pero no. ¿Y qué? ¿Cuándo va la carta en serio? René, no te pareces a tu nombre...” Esto lo decía yo porque René me había entregado una carta suya, en broma y llena de halagos, quise, pues, corresponder. El poema de veras me gustó y por eso quise regalárselo. Nunca se lo envié, váyase a saber por qué. Hace unos días, limpiando cajones, un papel color naranja atrajo mi atención y era esa carta nunca recibida (y cómo si nunca la mandé). Bueno, para decir por fin lo que desde el principio quise: es ese poema. Va:

Cadencia en ese
Somos los seres raros
Sodómicos sadísticos y fieros
Somos los seres apestados
Eternamente sucios siempre puros

Somos los seres apartados
el coco de los bien pensantes
somos los desmoralizantes
enigmas misteriosos y prohibidos

Somos los seres inmortales
siniestros filantrópicos humanos
somos los seres desgastados
en cámaras de hotel y en hospitales

Somos los seres raros
sodómicos sadísticos eternos
somos los seres adorados
eternamente limpios y despiertos

Alfonso García Cortés

En aquel tiempo el nombre no me dijo nada. Y es gratísimo saber que "antes de conocerte / te adiviné", así le dije a Alfonso. Ya lo dijo la Maga: las casualidades no existen, lo leí porque lo conocería. Lo abrazo calientitamente.
(“Mi queridísima Josefa: para que veas cómo son los dioses, y cómo nos aman.” Así dice Alfonso)
Ahora, Alfonso está lejos, cerca de si mismo, claro. Yo estoy lejos, de Pina, de René, de Alfonso, de Benjamín. Y lejos para siempre de Humberto, que se robó esa revista para mí allá en Tijuana, esa frontera donde fue cremado un día de hace muchos años.

Por último, si en esa foto de René que aparece en la página de Pina, se trata de Arizpe, hay una foto casi igual, pero en lugar de René, el que está en esa entrada es mi amadísimo hijo Santiago con solo un año de edad (1981, entonces) luego la busco.



Pd: Algún día haré algo con este borrador


Pd 2: Nunca he hecho nada con este borrador
Pd3: y pasaron cuatro años más, algo así
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martes, 28 de julio de 2009

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Lección preescolar
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Nada se echa a perder, sólo deja de ser lo que era y es otro.
La pesadilla no es, como aseguran, un sueño podrido.
Es otro universo, lunas diferentes que no suelen gustarnos porque las miramos con los ojos mismos que miran los sueños, la luna de siempre.
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jueves, 23 de julio de 2009

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Ayer:

Lo creí posible, pero no cercano.

Por no dejar, tomé el paraguas al salir, sólo caminé unos metros cuando grandes y espaciadas gotas me invitaron (empujaron, aventaron) a abrirlo. Los hermosos truenos retumbaban (los truenos retumban, el reloj tictaquea, el galllo quiquiriquea… un trueno es un retumbo, tanto así diptongueo?)

Me dije: Sí que llego (¿si que llegas, me diría?) Pero no. A medio camino hube de detenerme (tan fácil decir: tuve que detenerme, o más fácil aún: me detuve) abajo de un techito en realidad piso de un porche de madera para escampar o esperar a que escampase (que no es lo mismo ¿pero es igual?). Recordé aquel texto antologado en El libro de la imaginación, de Edmundo Valadés:

Error
Un día, hace muchos años, un individuo que había salido de su casa sin paraguas se dio cuenta de que empezaban a caer algunas gotas.
“Debería volver a casa a buscar el paraguas”, pensó.
Pero después se dijo: “¡Bah! No serán más que cuatro gotas.”
Y siguió andando porque tenía mucha prisa.
La lluvia empezó a caer. Entonces el individuo se refugió en un portal.
- Esperaré a que deje de llover –dijo.
- Había empezado el Diluvio Universal.
Achille Campanile

Al principio la lluvia, muy formal ella, caía vertical, sólo ocasionales gotas se azotaban a mis pies y reventaban la imagen de lo húmedo. Por unos minutos solamente.
De pronto, la personalidad pluviosa cambió, truenos, viento, relámpagos, nada de solemnidad acuosa. Aquello se convirtió en un desmadre mojado. La lluvia caía desde la calle, volaba en remolinos y bajaba desde el porche en cascadas alrevesadas. Oscureció. Todo fue gris, fuimos agua que rodaba, junto con los autos con las luces encendidas, temerosos los conductores de las cuestas resbalosas, de los arroyos veloces. Una pareja estaba, ingenuamente, como yo, resguardada cuando la lluvia sabía comportarse. Decidieron irse cuando se percataron de que caminando no les iría peor que allí en cuanto a humedad concierne. El paraguas consiguió que mi espalda y algunos fragmentos de mi ropa permanecieran secos. Casi una hora estuve allí esperando en el disfrute acuoso, hasta que tuve que salir, escurriéndome el agua como si de un charco saliera…

Hoy:

Desde las tres la lluvia se acercaba con pasos de duende gordinflón… Ahora, después de dos que tres truenos estruendosos, cae el agua. Gente que de seguro ayer se dio un mojadón pasa con impermeable (¿por qué suelen ser amarillos estos adminículos?).

Un convoy retacado de militares va impermeabilizado con adminículos verdes para contradecirme, o casi.

Ná de que si ayer esta lluvia me pelaba los dientes…ná ná. No se puede.
Si ayer ya nos mojamos a raudales se puede hacer una versión heracliteana queriendo mojarse en este pedazo de camino que se llama hoy y no.
Las siete casi y llueve aún.
¿Acaso?
¡Todavía!
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miércoles, 22 de julio de 2009

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Afuera de un supermercado

… está un hombre, en un costal trae algunos productos, nopalitos, quelites, calabazas. Le pregunto por las verdolagas. Dos por quince dice. Ni siquiera pienso en regatear. Están muy baratas. Lo creo así a pesar de que una doña que está allí mismo cizañea susurrando: “están muy caras”.

Y así, me digo que si pide 25 está bien, vende afuera de un súper, no adentro, supongo que él cortó y empacó los mazos verdes que ahora ofrece. Le pago con gusto por saber todo eso que yo ignoraré creo que por siempre, distinguir entre una y otra tonalidad verdosa, entre una hoja comestible o no… Le reconozco al anciano su trabajo. Él agradece que no regatee y me obsequia (¡además!) una bolsa con berros "para que se haga una fresca ensalada” agrega.

Minucias enormes que nos regala la cotidianidad.
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miércoles, 15 de julio de 2009

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A veces quisiera ser como Oort

¿Quién es Oort?

Ps... tiene una nube

que es una frontera

del Sistema Solar

la última, de hecho

después ya no podemos más decir:
estoy en el Sistema Solar.
Su nube es un inmenso depósito
(se calcula un billón)
qué envidia
de cometas
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(Claro que: Jan Hendrik Oort (28 de abril de 19005 de noviembre de 1992) fue un astrónomo holandés internacionalmente conocido. Estimuló de manera especial la radioastronomía. Es conocido porque el toroide de cometas que envuelve el Sistema Solar recibió su nombre, nube de Oort.)

viernes, 3 de julio de 2009

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"El Océano Atlántico es más salado que el Pacífico."

A eso se expone uno cuando lee indiscriminadamente. A quedarse clavada en una declaración temeraria y casi absurda. (¿Inútil, dices, banal...maravillosa?)

Pero sí, cómo no vaciar nuestra curiosidad y asombro en conocimientos de esos. Así como cuando supimos que las lágrimas a veces son unas y a veces, otras. Cuando se llora de felicidad, por higiene óptica o cuando lloramos de dolor, sufrimiento, la composición química de las lágrimas es diferente... mares salados y dulces (a veces los mares se llaman ríos)
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