martes, 27 de abril de 2010

Sámaras

¿Por qué alguien le pediría peras al olmo? para eso uno se va al peral o a la frutería... Es como pedirle higos al nopal; y no, al nopal hay que ir a verlo cuando tiene tunas para pedirle, claro. A la higuera se le pide, además de higos, la rústica belleza, el misterio, la memoria.

Gabriel García Márquez tiene su Hojarasca y recuerdo aquella novela Leonorilda (eleva el pensamiento a las alturas) donde también hay hojas cubriendo los techos y asfixiando los días. Los olmos producen (provocan, originan, paren) un fruto (no se come) que se llama sámara y parece más un pétalo-saquito con un punto oscuro adentro que es la semilla.

En Cananea hay muchos olmos. En los meses de marzo y sobre todo abril, por las calles y los callejones de este pueblo se ve cómo corren, ruedan, vuelan y se amontonan estas sámaras, muchas, como si de pronto naufragásemos en el realismo mágico. Nadie se da cuenta (por eso es realismo y por eso es mágico).

Entonces está el samerío por todos lados, el sámarismo, sámarerio. Hay que llamarle por su nombre a esas madres tan estorbosas. Sámara, si hasta un personaje de película de terror se llama Zamara. La gente usualmente dice un hojerío, ¿un hojadal?, la hojarasca levísima que nos rodea al caminar.

lunes, 19 de abril de 2010

Escribir

"Necesito estar mucho tiempo solo. Todo lo que he producido es simplemente un producto de la soledad." Franz Kafka

Paso mucho tiempo hablando sola. Escribir es eso.

Pero.

Ya escribir no me seduce como antes hiciera. Construir palabras y decírmelas como si yo las hubiera inventado, sí.

Escribir es eso, pero no siempre.

En las noches, siempre, antes de dormir me cuento cuentos y ya no me importa que al despertar no recuerde ni un acento, ni la mirada de algún personaje que se parecía a quién.

Me digo poemas que me suenan bellos y profundos, cargados de significados y duermo pensando que, tal vez, mañana, pueda escribir un verso o dos de aquellos que en la noche me dieron placer.

Pero despierto y ni una coma permanece, ni la luz del punto final, ni las dulces o dolorosas a veces, palabras.

Camino e invento situaciones, diálogos, escenas actuadas en las calles de mi vida diaria. Los caminos se acortan y llego a donde tengo que llegar, cerrando de golpe la puerta a esos mundos platicados.

En alguna parte del deseo de escribir se me pierde la intención de poner mi pensamiento, vaciarlo, transformarlo en las grafías que alguien o yo misma, pudiera, alguna vez, leer.

Será que es abril, de nuevo (y desde hace más de veinte días)

martes, 13 de abril de 2010

viernes, 2 de abril de 2010

"que te vas para no volver"

Hay días en que... sabe.
Grises y desabridos.
Los días ni son grises, hay solo unas nubecitas.
Perdí mi capacidad de saborear.
Y como todo tenemos que decirlo con palabras recurrimos a los símiles, mi lengua no está en problemas, soy yo.
Tampoco son problemas.
Ah, las palabras.

Abuso y grosereo, ya lo sé.

Cuando quiero plagiar, no plagio... y a veces plagio sin querer.

Cuando quiero volar, no vuelo... y a veces vuelo sin querer.

Esta versión me perturba: Cuando quiero coger, no cojo... y a veces cojo sin querer.

Aplica con toooodos los verbos: morir, zurcir, brincar, pepenar, moler, roer...

Cuando no quiero temer, plagio... y a veces temo sin querer plagiar.

Cuando quiero yacer, no yazgo... y a veces yazco sin coger.

Cuando agüero amar, no amo... y a veces zurzo sin roer.

Ay, las palabras!

(Y los días desabridos y grises)