sábado, 24 de noviembre de 2012

Bordar pétalos


No quiero que pienses que porque hablo con los muertos en realidad creo que hablo con los muertos... Todo es cosa del discurso. O los discursos. Que usamos dependiendo de nuestro oyente, oidor. Utilizamos palabras distintas según quien queramos entienda o no nuestro mensaje. Ya ves, no intento decir nada nuevo, descubrir el hilo negro, inventar el agua hervida, comer pinole y gemir… solo explicarte el porqué de mi necesidad de hablar con quien ya no está.

Así. Fabricamos uno y otro discurso, a diario, oral, escrito, mentalmente. Hablamos con un niño y utilizamos palabras y sintaxis que no son las mismas que cuando hablamos con un adulto, un anciano, un amigo, un desconocido, alguien que nos desagrada. Es intencional, sí, pero a veces automáticamente nos dejamos llevar, como cuando hablamos con bebés, con nosotros mismos o con animales, objetos inanimados, plantas… interlocutores siempre hay.

Con mi amiga tan querida hablo de casi cualquier cosa, Con mi amigo tan cercano y tan cerquita, de los dolores, las ausencias y las alegrías. Con otro amigo, de los libros, la escritura. Con mi hija, del pasado, del futuro, de flores y del arte… Algo así, aunque no necesariamente tan escueto ni esquemático.

A ti me gusta hablarte de la facilidad que tengo o siento tener de bordar en mi imaginación y de cómo sostengo la aguja entre los dedos índice y pulgar de mi mano izquierda mientras con la derecha hago penetrar las hebras de hilaza roja porque bordaré unos pétalos de amapola, de cómo encajo en la tela la punta de la aguja… te hablo de la palabra que me ronda, de la que nos dice, de la palabra que desaparece y vuelve, de la música que escucho y de la que recuerdo, de los idiomas que desconozco, de mi vida que sigue como la de todos los que estamos vivos…

Por eso hablo contigo, aunque no quiero que pienses que creo que hablo contigo… porque no ¿verdad?

viernes, 21 de septiembre de 2012

Solos

En el medio del ajetreo laboral oigo el teléfono, insistente, respondo. Es mi amigo Rafael:
-  Biblioteca, buenas tardes -voz cortés y distraída si es que se puede ambas.
-  Eres tú. Qué bueno. Porque ya sabes que sigo una regla, si no me respondes tú, no insisto. Significa que no debo, que no me toca hablar contigo.
-  Hola... (No debo criticar su absurda regla, nadie más puede  responder el teléfono en estos días y él lo sabe)
-  ¿Tienes tiempo?
-  No mucho, en verdad -queriendo ser sincera, aunque tal vez descorteseé.
-  No tardaré mucho.
Empezando a arrepentirme de mi casi brusquedad: No, no te preocupes, dime.
-  ¿Qué día es hoy?
Estupor... ¿día?
-  Es... 21
-  No, día de la semana
-  Viernes, digo desconcertada
-  Vaya... creí que sería miércoles, algo así
Me río
-  Algo así es, digo.
-  Ayer en todo el día no hubo cómo enterarme de qué día era
-  ¿Y necesitabas?
-  ... No.
-  Pero ahora sí...
-  Tampoco. Es bueno en ocasiones saberlo. nada más. Y tengo el radio encendido y en ningún programa han dicho el día, solo la hora a cada rato.
-  Pues es viernes 21 de septiembre, digo y él ríe. Fuerte.
-  Los dos estamos solos.
-  Yo no, aquí está lleno de usuarios que trabajan, hablan, escriben, se mueven, me piden cosas... (Me defiendo.)
- Igual yo, aquí está lleno de fantasmas, que me hablan, me piden cosas.
Callamos ambos uno, dos instantes, tal vez tres.
-  Tienes razón, le digo
-  Estamos solitos... Por eso te llamo... Ya me voy, luego hablamos. Mañana
-  Sí, hasta mañana

Y la certeza de la soledad inocultable aparece, resplandeciente, cada día cuando el teléfono suena.





lunes, 3 de septiembre de 2012

Palabrear


Estar en este lugar que no es lugar sino un objeto, un artefacto, mueble, que no es un mueble sino una palabra, esta: cama. Recostada sobre el lado derecho de mi cuerpo, mirando la pared, los puntitos que se hicieron al pintar el enjarre sobre la gruesa pared  de adobes, los rostros que se distinguen, que se inventan dibujados sobre la rugosidad y la sombra… Pudiera parecer una soledad como hay muchas y lo es. ¿Qué otro asunto somos sino la soledad? No se puede no estar solo, nuestra piel es la soledad, eso que nos aísla, todo está afuera, más allá de la piel que nos contiene y da forma. Somos puerta que solo deja entrar. Nadie de sí puede salirse ¿Muertos, dices? Yo no puedo saberlo, y tú tampoco ¿El arte, escribir…?

Estoy aquí, en el espacio-objeto-palabra pensando palabras que definen objetos que temporalizan espacios, viendo mi mano derecha sobre la almohada creyendo que no estoy sola porque igual sentiría si estuvieras, si él estuviera, si todos estuvieran. Y no.

Un lunes que llega y se va. Un día que es una palabra con la luna dos.

Todos, creo, solemos hacer-no hacer esto, ver la pared, pensar palabras, lloverlas encima de los pensamientos, escurrirlos, exprimir, poner a secar al solecito de la nada, las ideas, estrujarlas, remendar, tirar a la basura y levantarnos a la vida del doméstico afán diario, del cotidiano hacer. Caminar apuntalados por palabras. Trajinar porque es palabra, aljibe también. Aquí somos palabra.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Llamar y barrer, dos verbos

Sonó el teléfono, las once de la mañana, en el trabajo... respondí y entonces el río de palabras frescas, vivas llegó hasta a mí: Voy despertando de estar soñando contigo, estábamos en tu casa y yo quería barrer y tú me dijiste que no porque las pelusas no sé qué y fíjate que tenías razón, siempre la tienes, porque las alergias también a ti te han de estar jodiendo. Rafael, dije yo (pensé: esto pareciera una llamada de amor y no). Me dijiste que me fijara que abajo de la mesa había polvo y no querías que yo lo removiera y desperté y dije le hablaré a Isabel para decírselo.
- Dicen que platicar los sueños antes de las doce ayuda a que no se cumplan
- Y después de las doce lo que soñaste se realizará?
- Eso dicen, ya sabes
- Tiene mucha lógica
- ¿Sí?
- Tiene que ver con los tiempos del pensamiento y el lenguaje
- Dime
- Hay tres momentos para el hacer luego de pensar: Primero lo realizas en el pensamiento, luego lo externas diciéndolo oralmente o por escrito y luego lo haces o no
- ¿Por qué no?
- ¿Por qué no qué?
- ¿Por qué no lo haría?
- Porque tal vez en el segundo paso te diste cuenta de que no era factible aquello o era
- Inmoral... ¡claro! A veces desde el primer momento se da uno cuenta de eso
- Sería lo ideal... desde el primer momento
- Así que no barriste
- No.. y qué bueno
- Qué bueno que me llamaste
- Me gusta contarte esto. Tú me ayudas a aclarar mis ideas.
- Sí
- Voy a seguir, tal vez duerma de nuevo...

Nada de amorosa llamada. Mi querido amigo Rafael con quien hablo de estas cosas. El pensamiento mágico. Al revés.

jueves, 5 de abril de 2012

Horasdejunio2009, otras

las neuronas nos ponen a soñar‏
1-julio-2009


Anoche soñé contigo.

(Hace mucho tiempo yo solía decir, o hubiera dicho en este caso: anoche te soñé. Pero luego supe que lo correcto es soñar con alguien, no a alguien. Jajaja, todo lo del paréntesis puedes obviarlo).

Estabas en una de las mesas de lectura de un encuentro de literatura al que fui, en un hotel que no conozco, tu lectura ya había empezado… (Y aquí seguí la narración del sueño pero como de pronto me llegó. Intempestivo, el sentido del decoro, eliminaré un fragmento del relato onírico)

(…) Te abracé y di un besito ¿sabes dónde? en tu hombro izquierdo, traías saco, sentí la textura gruesa... pasaron más cosas, luego tal vez te cuente, creo que me estoy extendiendo en algo que... bueno, fue un sueño.

Por acá en estas tierras de sol feroz hemos andado dolientes y muy enojados (encabronados es la palabra que lo describe) por la muerte de ya 48 niñitos que se suponía estaban protegidos mientras sus madres trabajaban. Por un buen rato, la tragedia a mí me dejó como vacía, sólo con muchas ganas de llorar y golpear a los responsables. Eso pasó en Hermosillo que está a más de 4 horas -en camión- de aquí. Ha habido mucha protesta, manifestaciones y reclamos por justicia...

El sábado 27 fue la graduación de alumnos de la Universidad Pedagógica Nacional, escuela donde trabajo y por tal razón me perdí de los dos primeros días del encuentro Horas de Junio que esta edición homenajeó a Carlos Monsiváis. Llegué a Lashoras el sábado ya casi noche, alcancé una mesa de lectura, la última de ese día y después llegó la pachanga, una de las muchas que hubo, me cuentan. Homenaje a Marcial Alejandro, desfile de intérpretes cantándolo, cena, cerveza, fotos, saludos, baile. Muy tarde irnos todos al hotel porque el día siguiente, domingo. A las 8 la mayoría estábamos desayunando, unos con cara de muertos y otros de resucitados, pero tomando café y comiendo chilaquiles y hasta hotcakes algunos ocurrentes. Nos subimos a dos camiones y empezó el camino que tres ocasiones se interrumpió porque la comitiva deseaba llegar a comprar cerveza (¡bola de borrachos!). Llegamos a Guaymas después de las once de la mañana, había carpas, mesas, sillas, gente esperándonos (Pina y Bruno, entre los más queridos). Con algunos inconvenientes leves (aguamalas, sanitarios tardíos, calorón) todo se desarrolló con fluidez. La cerveza de barril también fluía, junto con los six (¿los sixes?) que se habían comprado en el camino. Allí leí, un poquito; y luego me dediqué a disfrutar a los amigos y a pistear. También comimos, caguamanta, que se prepara como la caguama que tanto se comió por acá (alguna otra vez te conté de esto, creo)

Allí en Lashoras no todo fue diversión, claro, el tema de la muerte de los niños y la impunidad aparecían a cada rato, llorábamos y mostrábamos nuestro disgusto a cada momento, contra los políticos, con la situación actual, con el futuro negro que se ve venir…

Regresamos a hermosillo ese mismo domingo, a las nueve de la noche más o menos. Imagina a todos los poetas, mexicanos del norte, del sur y del centro, venezolana, colombianos, gringos un montón, atolondrados por tanta cerveza, tanto sol, arena, el viaje... y planeando la celebración para despedir el encuentro, en algún cuarto del hotel, en varios…

Ya hoy es 1 de julio, miércoles. Lo del sueño que te conté lo escribí hace como dos semanas. Quiero que sepas que todos los días alguna cosita de nada me dice: platícaselo a Máximo, él lo entenderá. Pero los días pasan y no te escribo.

Ojala esta carta no te haya aburrido, está llena de cerveza y palabras, qué lindo es convivir con escritores deseosos de hablar, pero también tiene el intercambio de libros que tuvimos, de direcciones, de abrazos.

Te dejo, querido Máximo mi abrazo…

No me quiero ir de esta carta que es para ti, pero tengo que irme, hacer cosas

Ya hice un beso, está aquí.