martes, 29 de julio de 2008

dóndecómocuándoporquénoimportacómocuándoporquédóndequémásdacuándoporquédóndecómoeslomadreporquédóndecómocuándoesmiasuntodóndecómocuándoporquémuymipedocómocuándoporquédóndenoaverigües


Entraste a la habitación descosida (¿por qué utilizar este término? Lo hago porque así me lo contaste), y desubicada (también dijiste) y te alegró ver la ventana, casi del tamaño de la cama que ocupaba medio cuarto.

El Humito preguntó ¿quieres que abra la cortina? No, dijiste con sobresalto inmediato (no hay de otro) y fuera de lugar (no hay de otro, tampoco). Me contaste que las cortinas tenían dibujados caballitos de mar (aunque no dijo eso, dijo hipocampos ¿no lo recuerdas?) y líneas moradas. Cuando te mencioné que tal vez eran o fueron cortinas de baño te molestaste como si hubiera sido tu elección.

El Humito diariamente (por al menos diez veces) te preguntó quieres que abra las cortinas y todas esas veces tú respondiste no, con susto consuetudinario, con angustia, casi con dolor. Después el Humito ya no insistió y todo un legañoso mes (término que ella utilizó, dijo el Humito) la pesada y gruesa cortina no se movió, a pesar del sofoco y la pesadez del encierro que también se mudó a vivir con ustedes dos.

Inés (que sólo para saber quién es aunque a nadie le importe, era un fugaz conocido) llegó cantando hace unas horas y dijo ¡ay, qué bonito, una ventanota! Y jaló la cortina abriéndola para siempre (aunque tú dijiste que ella dijo: matándola para siempre)

Tomaste tus cosas y te fuiste. Nadie sabe a dónde has ido (ni el Humito que de ti ya mero lo sabe todo), si allí estás sentada desde entonces, mirando ese lugar que antes cubría las cortinas: un muro gris y seco nos hace muecas, embarrado de mierda de palomas y hace desaparecer casi del todo el recuerdo de los hipocampos rojos navegando en carreteras moradas… dónde, dime… cómo, cuéntame… cuándo, platícame… por qué, con una chingada, contéstame…
-

martes, 22 de julio de 2008

Amor eterno
.
"Nogales, frontera / por donde quisiera / a mi suelo volver //
frontera querida / yo diera mi vida / por volverte a ver"
Canción: Sonora querida
.
"Somos un pedazo de materia estelar que se enfrió por accidente."
Arthur Eddington

Lo que a continuación contaré se parece mucho a un acontecimiento de la vida real… ¿vida real? ¿Qué es eso? ¿Acaso es real porque pasó? El pasado ya no es real. En todo caso, lo que escribiré será real al escribirlo o cuando alguien lo lea. Si algún día alguien llega a leer lo que escribo, lo escrito será real, mas no la historia escrita.
Dejo eso de la realidad o irrealidad de la vida y/o de la literatura (que a casi nadie interesa, por cierto) y retomo:

Decía, pues (dije) que cualquier parecido con un acontecimiento de la vida real no es producto de la casualidad pero tampoco es lo contrario…

Un hombre demasiado grande.
Ese es Leonardo. Una vez al mes, a veces dos, o tres, llega a la casa. Una casa peculiar, sostenida con los recursos de un grupo estadounidense que busca ayudar a refugiados y malqueridos de todo tipo, extranjeros, políticos de izquierda, homosexuales, artistas desamparados. Allí oficia misa, o alguna ceremonia parecida. Sólo importe decir que llega, que preside un ritual, que es grande, que es norteamericano y que es el puente para que a esa poco común casa lleguen alimentos, ropa y dineros. Es, por unas dos o tres de estas especificaciones descriptivas, definitorias, calificativas, que algunas personas lo quieren. Poquito, no exageremos. Le quieren como se quiere la mano que da de comer, la que mece la cuna (ja) –recuérdese pago de renta y mobiliario. Como en días de frío queremos nuestra bufanda. Tal vez alguien le quiere de otra forma. No sé.

Era gordo y rubio.
Eso no importa. Sólo quiero contar que se enfermó lejos del pueblo fronterizo donde estaba la casa en la que vivían aquellos que un poco le querían y que le esperaban pero que no le esperaban tanto, porque más bien esperaban de la vida que los dejara cruzar al otro lado, que pudieran regresar a Guatemala, a Costa Rica, a Michoacán, a Huatabampo, que alguna vez dejaran de ser de oposición, que un día no tuvieran que esconder sus preferencias sexuales, que no se les rompiera el alma por querer decir, todo eso más bien anhelaban. Y Leonardo no volvió pero ellos ya se habían ido, uno a uno, como mazorca desgranada, vaciaron la casa, vendieron los muebles, rompieron las cortinas, se ausentaron, se murieron unos, se perdieron otros, los golpearon, se deshidrataron, malcomieron, cruzaron la línea, se enamoraron, otros se reprodujeron. Leonardo no volvió y ellos ni supieron.

Estaba enfermo ese hombre grande y obeso.
Estaba muy enfermo y en su lecho de gravemente enfermo, moribundo de sabe qué mal desconocido, llamó o encontró o coincidió con Sebastián y Manuel. Les decía una y otra vez: mis cenizas allá, mis cenizas allá, mis cenizas allá…

Quiso que sus cenizas.
Fueran tiradas, derramadas (¿sólo lo líquido se derrama?), desparramadas, esparcidas en Mazatlán, o Bahía de Kino o Puerto Peñasco, ya no recuerdo en que playa pensé en contar que Leonardo había dicho. Una playa mexicana sí dijo.

Como lo previne y anuncié, Leonardo se murió.
Fue cremado. Sus abundantes cenizas en un depósito (caja, bote ¿cómo se llama. Cenizario?). Sebastián y Manuel total y felizmente compenetrados con la misión asignada, viajaron hacia el primer punto (puerto, dijeron) antes de la playa mexicana: aquella ciudad fronteriza del norte donde la casa extraña, los habitantes de la casa desperdigados, donde un bar que se llama Frontera.

Donde decidieron beber un par de tragos.
Teléfono de por medio localizaron a exhabitantes de la rara casa (menos a los muertos, a los ilegales en países ajenos, a los indiferentes, a los demasiado idos mentalmente… a unos poquitos nomás, pues) y citáronlos en la mencionada cantina. Para recordar, honrar, llorar, gozar, gritar, patalear, embriagarse, vomitar, pelear (que se les daba) y despedir a Leonardo. Muchos de aquellos desperdigados granos que alguna vez fueron una mazorca habitacional llegaron, besaron las cenizas (en su contenedor), le cantaron, dijeron chingado cómo te moriste manito, moquearon, entraron al bar, salieron de la cantina, cayeron al suelo, los pisaron, babearon y etcétera. Leonardo, adiós.

No hay moraleja en este texto, creo. Y si la encuentra alguien, no fue intencional (paradoja: la moraleja nace de la intención, ja). Algo se me ocurre al respecto: Si vivos no podemos tener lo que queremos, muertos menos; si vivos no sabemos para qué deseamos lo que deseamos, muertos menos; si vivos creemos que somos parte del universo, muertos más seremos universo (convertidos en polvo, arena, ceniza, materia inclasificable). En otras palabras: uno no puede hablar de lo que no sabe.

Era sábado por la mañanita cuando los vi. Revoloteaban en los cubos de basura. Se nos perdió, oí que dijeron.

Manuel: ¿Se nos perdió?... Se TE perdió
Sebastián: TÚ lo traías
Manuel: No, cuando fui al baño te dije: aquí lo dejo, CUÍDALO
Sebastián: ¡No manches!
Manuel: ¿Dónde estará? ¡Jodido!

Fue una ¿desgracia, tragedia, broma cruel, maldita cosa, puto descuido, peda, cruda…? ¿Todo eso? ¿Para Sebastián, Manuel, para Leonardo?
No lo encontraron.
-

lunes, 21 de julio de 2008

salir desde aquí
para ir a dónde
¿al sol que no está?
¿a beber cuál sequedad?
¿refrescar el frío?

ir de la sed a la oscuridad

la puerta no tiene
adentro ni afuera
sólo divide en dos
ésta:
soledad

viernes, 18 de julio de 2008

Antesala onírica
Para Mari
allá
tan lejos


A Mariana le regalaron un reloj despertador. Se entusiasmó. Todas las noches pregunta: mamá ¿a qué hora quieres despertarte? Mi ración de vacaciones escolares consiste en no tener que madrugar, así que me duermo lo más tarde posible, viendo la tele, leyendo…

- A las diez –respondo ilusionada
- Ja, lo pondré a las siete
- No, no, no… a las nueve
-A las ocho nos despertará –concluye, feliz

Mar tiene ocho años. Cuando tuvo tres menos, un día me contó su versión del soñar. Dijo que cuando nos dormimos entramos en un cuarto cuyas paredes están cubiertas de imágenes o cajones o cajitas o cuadros y hay que elegir. Si escoges un bosque, dijo, allí puedes también pedirlo verde o amarillo, de noche, con sol, como tú quieras, mamá. Esa posibilidad me maravilló y no lo olvido.

Suena el despertador. Mar, como si no hubiera estado segundos antes totalmente sumergida en el nocturno descanso, salta de la cama, apaga el reloj y va hacia mi cama, totalmente despierta. Se acurruca conmigo, finjo dormir, tal vez algún día me crea.

-Mamá: aughhh, tuve una pesadilla –casi al oído
- ¿Sí? ¿Qué soñaste?
- No soñé… tuve u-na-pe-sa-di-lla
- Cu-én-ta-me-la
- Soñé que andaba en un corral, no era el nuestro… no sé dónde era
- ¿Bonito el corral?
- Mmmmm… sí… un poco
-¿Y luego?
- Estaba jugando ¿a que no sabes con quién?
-¿Con quién?
- ¡Con Barney!
- Es un sueño lindo
- No, fue una pesadilla… jugar con Barney… ¡augh!

No le digo de aquélla su versión de la elección onírica. Sé que tendría una respuesta.

No río.

Me aguanto.

martes, 15 de julio de 2008

Lunares

Para Elmer. Para Pina.
Y Bruno. Para Sylvia.
Y Guadalupe. Para Carlos.
Para Abigael. Para Elmer
Para Pina y Bruno
Para Sylvia y Guadalupe
Para Carlos. Para Abigael.



“Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro.”
Albert Einstein

Por muchos años viajé de Cananea-Hermosillo-Cananea. Una o dos veces por quincena: después de más de cuatro años seguí viajando, ahora de Nogales-Cananea-Nogales, otros tres años. El tramo carretero Cananea-Imuris fue recorrido frecuente. Ya no. Me lleno de temor cuando lo hago. Casi el mismo temor siento de que en una noche oscura me muerda una araña y me lleve arrastrando envuelta en una telaraña hacia la muerte, o que un gato me saque los ojos, o que un día despierte muerta en otra parte (es decir, que no despierte)… La formación doméstica, lo que nos enseñan o cargamos desde nuestra infancia es algo así como lunares ¿para qué quitarlos? Son parte nuestra, gotitas de pintura que nos hacen distintos. Mientras el lunar no sea gigantesco (racismo, sexismo), lleno de pelos (mata un guacho, no digas groserías), peligroso (no leas mientras comes o viceversa, si te embarazas no salgas al eclipse o viceversa), pueden ser parte de lo que somos como lo es nuestro aroma, nuestro sabor. Tener miedo a los relámpagos, a los truenos, amar el olor a tierra mojada, el café negro, el café en leche, odiar el café, creer en los fantasmas, en la honestidad, en los duendes, ser mentirosos, creer en Dios.


Viajé. A Guaymas. Para llegar allí tuve que recorrer el camino a Imuris ¿quién y cuándo y cómo me convirtió en este ser miedoso? Tanto que casi lloro en cada curva, en cada trailer rebasado por el camión. Dos veces, ida y vuelta. Por ver a los amigos vale la pena. Y valió la pena. Oh, sí.

Festival Mar Bermejo se llamó. Lindo nombre. Viernes lleno de fiesta, baile, música, jolgorio, deseos de divertirse. Los ojos se nos iluminaron al mismo tiempo que el alma copechi alborotada que nos une en la amistad. La bienvenida de Pina y Bruno; saber que Carlos y su hijo, Abigael, están en Guaymas desde un día antes; más tarde llegaron Sylvia y Guadalupe. Nadie se quejó, nadie disgustado por la espera, todos expectantes por el momento feliz del encuentro, solamente. Comer juntos sabequé. Cenar también y casi todos juntos comida mexicana (nomás eso faltaba, estar en una feria de pueblo y comer hamburguesas o hotdogs). Tertulia riquísima a un lado de la alberca del hotel, cervecita, relajación, calor pegajoso. Plática que saltó gozosa de los espantos, la pérdida de los seres queridos a la existencia de las lagartijas besuconas; de la ciencia a San Agustín; de las mamás, de los papás, de los fantasmas de radiosonora, de lo sobrenatural, hasta llegar a los zancudos…¿Qué es más importante, querer o que te quieran? Mis amigos me quieren. Elmer también. Y eso ya es maravilloso. Quererlos yo a ellos es maravilla doble. Y los quiero un chingo.

Sábado, desayuno sobrecogedor, jaja, wafles preparados por Pina la experta, y sabe cuántas cosas más, bellotas y un gusanito que acabó muerto a manos de Guadalupe. Regreso a Cananea, lluvia en el trayecto (“Sonora llovida, tierra consentida de dicha y placer…”). Camino a Imuris… huy, huy, qué miedosa me he vuelto.

En el frontón de la Iglesia de San Fernando de Guaymas dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”

Y para que esto no sea lo último que en este texto escribo (que se oye como si yo lo dijera), debo decir que Manuel, guaymense a quien sólo de pasadita y por una coincidencia miré y besé casi de reojo en el hotel, me dice que tenía para mí tortillas y queso cocido… hmmm, qué rico

viernes, 4 de julio de 2008

¿Cómo se llama la obra?

--Mujer que llega con bebé y se sienta para usar computadora. Bebé que no desea estar detenido, agitándose en sus brazos. Madre que pone a bebé en piso y se olvida de él; bebé que, a gatas, desconecta computadoras. Usuarios disgustados. posibilidad de bebé electrocutado latente. Madre que duerme a bebé ofreciéndole de su pecho quién sabe qué.

--Perros (3) en el porche de la biblioteca juegan a pelear, fingen que se muerden, se olisquean y ruedan por el piso. Mujer muy guapa que se ve desde la ventana, camina con un perro (otro) hacia la biblioteca. Los perros juguetones se transforman y se lanzan precisos y llenos de furia ladradora sobre el perro –intruso, el cuarto-. Éste, sobresaltado, temeroso, corre hacia la calle y es atropellado; se levanta, se sacude dolorosamente –ja- y se va trotando, remedo de caballo maltratado. Mujer acompañante –o acompañada- entra y pide un vaso de agua por favor porque qué susto, dice, cuánto peligro en las calles… dice que regresará a su casa a ver al perro. Fue mi culpa, sale diciendo casi murmurando, debí encerrarlo, susurra.

--Mujer muy guapa –otra, aunque es la misma pero sin el susto y eso la convierte en otra- vuelve. Habla intermitente, interminable, inigualable, inagotablemente, llena todas las paredes y los libros de sus palabras que hablan de accidentes, muertos, sangre, personas decapitadas, puentes sin usar; me cuenta de su caminar, comenta de los camiones, las calles empinadas, los zapatos de tacón, clases de mecánica, aceite en las uñas, cheques que no ha podido cobrar, bancos en su pueblo… una computadora se desocupa y ella deja de hablar y se pone a escribir, escribir…

--Jóvenes que teclean como si las teclas fueran producto que caducará este día, a esta hora, en este lugar. Imágenes en las pantallas llegan y se van. Los jóvenes también.

--Los abanicos giran, aburridos, no saben qué hacer. ¿No saben hacer qué?

--Personas que entran y vacían sus preguntas. Parece que no les interesa la respuesta: ¿Y las de ISEA no han llegado? ¿Va a venir el Profr. Fulano? ¿Zutanita y Menganita no vinieron? ¿A qué hora se desocupan computadoras? ¿De quién son esos perros? ¿Y ese carro verde es de usted?

--Sólo UNA persona, casi aplaudo, entra y pregunta por un libro. Que NO tenemos. No desea oír de otras opciones literarias.

--Madre que llega con dos niños estrenando celulares de juguete. Insoportable musiquita que hace pensar en geishas robóticas con ojos rojos, azules, parpadeantes…

--Mientras todo esto pasa. O durante este tiempo que en la biblioteca nada pasa sino esto, bibliotecaria supone que lee acerca de “Los viajes en la Edad Media” o que escribe un texto casi chiste que se llama:

Tarde que llega tarde: (Biblioteca atardecida)

-

jueves, 3 de julio de 2008

"La incoherencia sólo es un defecto para los espíritus que no saben saltar. Naturalmente, sólo pueden practicarla los espíritus que saben saltar."

Carlos Díaz Dufoo, hijo, en Epigramas y otros escritos
-

miércoles, 2 de julio de 2008

¿Fronteras insaciables o melancolía fronteriza?

Yo no sé mucho de fronteras

Cómo pudiera distinguir entonces
entre el amor que duele tanto
o la piel que necesita de tus dedos

Como saber si es que te extraño
tanto
o es demasiada el hambre que a esta hora de la tarde
en esta central de autobuses
de Nogales
tengo

Tanta

-