martes, 26 de junio de 2007

Semillas, granos, nueces

Porque él sabe, le pedí a Manuel me dijera la diferencia entre semilla, grano y nuez. Cariñoso como siempre, y con mucha claridad, me la dijo.

No entendí. Sólo me quedo con una casi certeza y es que todos: grano, nuez, semilla, pueden ser semilla (una, de hecho, lo es...)

Avellanas, almendras, piñones, castañas, pistaches, girasol, calabaza, sésamo, girasol, lino, trigo, anís…

Las semillas de la papaya tienen muchas aplicaciones, entre otras pueden ablandar la carne… no recuerdo haberlas comido, tal vez accidentalmente alguna vez, así como la de sandía, de melón, manzana, pera… (aunque no era mi intención, lo aseguro); e inevitablemente, (ya sabemos que nada es inevitable del todo) la del pepino, y de plátano.

Hay algunas que son mis preferidas: El amaranto y su cercano sabor al maíz reventado, el anís, la linaza y el ajonjolí, con su textura lisa, de joya minúscula.

Comerse un dulce de chilacayote y saborear esa semilla negra entre la pulpa azucarada y casi blanca es un placer… Comer el higo, el kiwi, la fresa (único fruto con la semilla externa), tunas, guayabas, granada, es saborear el gozo de romper y provocar ruidos con los dientes en esos munditos.

Ayer comí bellotas y me pregunto: ¿A qué hambriento o curioso morador de estas tierras se le ocurrió comerlas, cuándo, bajo cuáles circunstancias?

La bellota es ovalada, marrón y por lo general tiene un extremo puntiagudo. Según lo poco que de esta materia entiendo, la bellota es un fruto que es semilla, y está cubierta o protegida por una dura cáscara que cede frente a los dientes del comedor de bellotas. Comer esta semilla es una tradición regional (norte de Sonora) y es una actividad extraña, de temporada (a finales de junio, julio y agosto).

Las bellotas se recogen del suelo antes de las lluvias, después el agua provoca su pudrición (los recogedores expertos, “belloteros”, pueden levantar del suelo kilos –aunque los miden en litros-). Los árboles de bellotas (que no se llaman así, sino encina, roble o algún otro nombre para mí críptico) están desparramados en gran parte de la tierra de este pueblo y de sus alrededores. Ir “a las bellotas” es una labor reconocida, un trabajo cansado pero disfrutable, dicen, y hay técnicas para su desempeño: de rodillas, a cuclillas, acostado bocabajo o más comúnmente, sentados y girando hasta limpiar el pedazo alrededor y casi siempre con un costalito para llenar.

Es costumbre salvaje, según dicen, consumir con placer un fruto (que es semilla), tan amargo (aunque es dulce también), y tan, tan seco (nada qué decir). Con él se pueden preparar suspiros (para interesados en la receta, sólo pedirlo). Pero yo tengo una sugerencia: hay que comer bellotas –siempre que se pueda- acompañadas con una taza de café negro y endulzado… rico.

Muy rico y único.

Pd 1: Hay otras bellotas, más grandes, y definitivamente más amargas que son comidas alegremente (¡ja!) por los cerdos.

Pd 2: Para comer bellotas se necesita saber pelarlas (aunque no falta quién las coma sin tener la menor idea de cómo quitar la envoltura). Romper la cáscara con el menor daño posible (a la cáscara y al fruto-semilla). He conocido, pero ya pasó a formar parte de mi mitología personal a quienes pueden pelar cada bellota teniendo un puño de ellas adentro de la boca (es muy difícil explicar este procedimiento y no lo haré, aunque no por la dificultad)

Pd 3: Algunas bellotas tienen gusano. Hay comedores de gusanos. Se calienta una tortilla de harina y se colocan allí los gusanitos amarillos y gordos (ni parecen animales, sino mantequilla, dicen) y se les pone sal… se enrolla la tortilla y se come con todo y animalitos: también parte de la mitología personal.

Pd 4: Con los gusanos se pueden organizar concursos de resistencia y valor. Los valientes no son, como pudiera pensarse de mi afirmación, los gusanos, sino los concursantes humanos quienes los colocan en la corva o en la parte del brazo donde éste se dobla. Los gusanos, cuando sienten la opresión, muerden. Quien resista más tiempo con el brazo o la pierna doblados, gana (El gusano pierde siempre).

Pd 5: Con las cáscaras de la bellota se pueden hacer concursos para saber quién tira más fuerte y lejos con los dientes la cáscara. No es tan complicado describirlo, pero prefiero abstenerme (¿abstergerme?).

Pd 6: hay bárbaros que juegan a las guerritas con estos proyectiles que alguna vez protegieron a ese fruto y a esa semilla que se llama bellota y que mal mirada parece bala.

Pd 7: Sólo deseaba hablar de las semillas que truenan cuando son mordidas.
............................................

jueves, 21 de junio de 2007

El infinito

Podemos asistir a más de un espectáculo por día
a más de cinco por la noche
comernos entero un gran suceso por segundo
hacer de un gran acontecer la gran noticia diaria
a cada minuto podemos tragarnos un verbo
conjugado en un presente imperfectivo

y el cuerno del gran secreto nos resonará
en las más recónditas veredas
de tu oído y de mi oído
te odia me odias te odiamos nos odias
un odio que resuene tierno
como con las alas rotas
como con la lengua yerta

un odio podremos oírnos por minuto
un odio por palabra
uno por cada uno
uno por persona
uno por cada corazón enteco y dolorido

(y todo nos lo llena el infinito).

miércoles, 20 de junio de 2007

Mariana y Santiago

Es noche primaveral, según el calendario (pero ya casi no, también según el calendario, porque el verano). Fresca y perfumada, solitaria y oscura. Voy caminando, la calle asciende durante más de cien metros.
Los miro caminar delante de mí, a unos dos metros; van tomados de la mano, ella habla sin parar y él voltea a verla y le sonríe, aunque habla muy poco.
Él es un hombre joven, viste camisa azul cielo y ella trae un vestido rojo que le llega debajo de sus rodillas y calza sandalias blancas. Él con su cabello muy corto y oscuro y ella con su largo cabello castaño recogido en dos trenzas. De vez en vez ella voltea y lo ve con adoración, o eso percibo en esta noche que ya dije cómo es, y que como tal, puede engañarme.
A mi derecha las casas, a la izquierda los autos que descienden, nosotros sobre la banqueta, caminando, subiendo una calle de este pueblo. Ella mira hacia mí, me sonríe con sus siete años felices y sé que los amo, a ambos.
La certeza de mi amor me picotea los ojos y me rezago un poco para que mis hijos no me vean llorar en esta, como ya se ha dicho, noche de primavera, llena de perfume fresco…

viernes, 15 de junio de 2007

Este es un fragmento de carta escrita en otro junio:

“No me siento nada bien. Estoy leyendo. Un libro que se llama De la Onda en adelante (entrevistas a novelistas mexicanos). Pero en realidad no leo. Quisiera salir corriendo-literalmente- a la calle, a una larga calle solitaria, a encontrarme al viento que oigo cómo grita y corre fuerte. Hace frío, qué curioso –es junio cananense-. Un rehilete que está en el jardín suena y suena al dar vuelta tras vuelta. Somos un rehilete, nuestros ruidos son las letras, las palabras ¿no crees? Pero allí –aquí, allá- estamos, indefensos, vulnerables frente a la menor agitación del aire, ansiosos de un breve soplidito para poder movernos. No quiero llorar. De veras que no.
Hasta parece que llueve. Rehilete pinche, engañando al deseo. 23 horas con tres minutos dice un locutor lejano y yo sigo viendo… nada, ni las paredes de esta habitación blanca. Sólo veo, quiero ver, hacia mí. Y no me hallo. Musiquita gacha.”

Y este es otro junio y lo único que cambiaría al tal fragmento es que el título del libro que no estoy leyendo, aunque pretendo, es Cosmoagonías, de Cristina Peri Rossi. Todo, incluyendo el viento, el rehilete, los deseos de lluvia y lo demás, están presentes.

................................................

martes, 12 de junio de 2007

Noche cruel

sin tu mano
para sostener mi corazón
...................................

sábado, 9 de junio de 2007

Borrador para siempre

Que no podías obrar en contra de tus convicciones (¿recuerdas cuánto nos divertía esto de “obrar”?). Tú estabas adherido (me gusta el término, oh, si, te queda) a la idea de que no existe el más allá. Enfáticamente negabas tal posibilidad. (“No seas terca, si insistes en que los fantasmas existen, volveré a jalarte los pies”, decías…)

Entonces…

Cómo se te ocurre llegar y despertarme a medianoche para darme tan espantoso susto, creí que me moría…. ¿por qué me haces esto, qué andas haciendo aquí luego de tantos años, acaso no sabes que estás muerto?

¿Cómo que no eras tú? No me digas eso. No me lo digas. ¿Quién era el que llegó y se acostò conmigo, enfriándome como un invierno anochecido?- ¿quién se metió en mi cama, poniendo su cuerpo a mis espaldas, sus piernas extendidas atrás de las mías haciendo que mi cabello en la nuca se erizara por el miedo?... No eras tú. ¿Te creo?

Me rehúso a dormir de nuevo.

miércoles, 6 de junio de 2007

el abismo es la voraz oscuridad
que come miedos

el silencio es abismo
y la mirada tenue de las aves cuando vuelan
es anhelante intención
de naufragios
en lo negro.

mis gritos nadie los escucha
porque el abismo no deja

martes, 5 de junio de 2007

"Cómo evitar el llanto en una tarde de árboles bañados de luz y viento. Antecede la imagen de dos niños descalzos a las cuatro de la tarde parados en una banqueta con cuarenta y ocho grados encima. Hermosillo se llama así. Desgarrador el sol y los camiones frenando en el corazón de la tierra de una colonia periférica." Carlos Sánchez
El primero que me mordió fue el diablo.

Era un día como cualquiera, afirmación que no dice nada porque ningún día es como ningún otro. Un día soleado, con excesivo sol debería decir, estoy diciendo.
No lo vi. Pero estoy convencida de que él sí me vio venir, ir, acercarme.
Encajó los colmillos en mi muslo izquierdo, con fuerza, con determinación, con ganas de joder. Me protegió, sólo es un decir, el pantalón de mezclilla que llevaba encima, o yo adentro de él, o él alrededor de la parte inferior de mi cuerpo. Me mordió y se quedó allí, mordiéndome eternamente, en una eternidad que duró algunos dolorosos y paralizantes minutos, durante los cuales, dos tres hombres que cerca se encontraban acometieron a golpes y periodicazos que también es decir golpes pero con un periódico, contra el diablo para que despegara sus armas de mi muslo que ya había dejado de pertenecerme y sin el diablo atenazándome no podía ya moverme, debo decir que con sus dientes tenazas tampoco pude. No grité, no dije nada y tengo que reconocer que el diablo tampoco ladró, gruñó, ni alguna de esas cosas que en esas y otras circunstancias un pinche perro mordelón haría.
Después, por consejos de señoras aparecidas de la nada, lavé la herida y me fui a buscar remedio y consejo a un hospital nada cercano, caminando yo, recién mordida bajo el implacable sol de un día cualquiera, que ya sabemos que eso no significa absolutamente nada, sino que no recuerdo qué día era. Por la conmoción pertinente al recién sucedido acto atrozmente canino, es comprensible que yo no me fijara muy bien dónde ponía los pies, dónde fijaba la vista, qué tanto me alejaba de las paredes y los postes hasta que un aparato de refrigeración enjaulado me sacó violentamente de mi ensimismamiento, abriendo una herida sobre mi ceja izquierda. Las heridas en el rostro suelen presumir de sangradoras, ésta no se quedó atrás, me encontré con roja máscara en segundos y para ayudarme estuvieron otros dos tres hombres albañiles que trabajaban arriba de un techo, quienes me medio limpiaron y regañaron. Luego me prestaron, en calidad de regalado un pañuelo limpio y así seguí mi camino infortunado.
Gracias al diablo tengo una cicatriz sobre mi ceja y gracias a que el mismo diablo estaba vacunado no me picaron feamente para agregar humillación a aquella agresión.
Gracias al diablo temo a todos los perros. Gracias a él y a otros dos que también me consideraron apetecible en otros días cualquiera. Uno, pequeño, se llamaba whisky, y por lo menos cinco veces encajó sus colmillitos en mis piernas a pesar de que procuraba caminar lo más lejos que de él podía. Ya se murió con todo y su record de carne humana por él mordisqueada.
El último y tercero no sé cómo se llamaba, pero como el diablo, era negro y también me mordió con todas sus ganas. O sabe ¿serán ganas eso que hace que los perros muerdan?

..............................................