martes, 30 de diciembre de 2008

Poema muy cursi con final casi rudo:

En la pregunta de quién soy y cómo
se me está yendo el tiempo

Con la duda como lastre
tatuada en los labios tercos
levanté piedras
intenté subir escalones

Cuando se deshojan nubes llueven desencuentros

Escarbando mares
en las saladas sepulturas de los amores muertos
nunca hallé tesoros

Nunca supe nada
y ya casi llego a dónde

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viernes, 26 de diciembre de 2008

Cabellos 3

Guías de foquitos blancos enredados en tres troncos delgados o ramas gruesas de árbol, pintada(o)s de blanco, de sus ramitas cuelgan tiras de cuentas de fantasía y al final de cada una de las tiras pende (oh, los sinónimos)una esfera de navidad, azul, blanca, dorada, plateada, sólo esos colores (no rojo, no verde)… un ángel desubicado también cuelga o pende (está suspendido, pues) al centro del luminoso escenario francamente exótico e impasible (impertérrito, impávido, imperturbable, indiferente) mira todo fingiendo que toca una trompetita dorada.

La pantera es genial, está sobre un lecho de espejos troceados. Sus ojos son blancos… al acecho de lo que no miran desde el pie de los troncos, las luces la bañan y a ella parece no importarle.

Quedo embelesada, pensando qué escribir de tal telón tras el que se ven los sillones para cortar cabello, teñirlo, ondularlo… más allá las mesas y sillas para poner uñas, maquillar…

Hace algunos años llegué, me preguntaron qué desea y dije cortarme el cabello ¿las puntas? No, todo, dije. Paco, sin titubeos, me respondió de acuerdo, hizo una trenza, antes de que se arrepienta, mencionó y cortó. Desde entonces ya no más cabellos largos, tan largos como los tuve. La trenza medía unos 40 cm y no sentí el menor de los remordimientos. Supongo que él mucho menos.

Me gustaron las manos de Paco en mi cabeza. Aún elijo que esas manos se muevan en mi cabeza. Me gusta pensar qué pensará él cuando usa sus tijeras en mi cabello, recordará tal vez que no ha pagado el recibo del gas, que tiene que llamar a su mamá, que tiene que dar clases… lo que si sé es que no me destrozará mi corte de niño (aunque se esmera peinándome, yo al salir aplasto y aliso lo más que puedo su peinado, como me gusta) Es un hombre tranquilo y gentil, es amable y tiene en su negocio una pantera que comparte una cortina de luces y esferas con un ángel despistado ¿qué más puedo pedir?
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sábado, 20 de diciembre de 2008

Cabellos 2

Corto el cabello, peino, pongo tintes, pinto las uñas, maquillo… desde que tenía unos quince años a toda mi familia. Porque puedo. Porque aunque no es mi profesión, lo hago medianamente bien.
A mi abuela Isabel por muchos años le corté el cabello, su cabello blanco, lacio y mientras pasaba el peine por su cabeza pensaba en ella, en su vida…
A mi hijo le corté el cabello casi al rape por un buen tiempo, años… pensaba, el cabello crece cuando me decían que no se lo cortara así, pero él quería, le hacía líneas, bordes, dibujos, lo que me pedía y yo podía… hoy lo tiene más largo que yo, que si no fuera por el delatante tono gris bien pudiera considerarse corte de niño. Corté el cabello de Santiago, Carlos, Tania, Renée, Fernanda, Mariana. Pongo tintes. Y corto el cabello de mi padre desde que una vez, no sé por qué decidió ya no ir a la barbería de siempre (un siempre que llegó sólo hasta ese día… oh, las palabras)
Amo peinar a las niñas. Coloco frente a mí un banquito donde la niña se sienta y despacio, sin provocarle molestias dolorosas innecesarias, desenredo, tejo, huelo y disfruto ... También peino a los niños, ellos aman lo que las niñas gozan y casi siempre les es vedado, así que aunque su cabello breve pongo desenredador, perfumo y peino
Hago con el cabello de Mariana un peinado de trenzas y decoro con flores, se levanta y se va. Llega Fernanda y dice: igual que Mariana, por favor…
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viernes, 19 de diciembre de 2008

Cabellos 1

Deseaba tanto estar en la tecnología de imprenta o en la de Artes Plásticas. Pero me enviaron a la de Cultura de Belleza. ¡Habrase visto!
Que según esto, en Imprenta sólo hubo hombres solicitando y en artes plásticas sólo hombres solicitó el profesor.
Belleza por qué, me atreví a cuestionar… porque tienes aptitudes, dijeron, la instructora te evaluó con diez.

Bien.

Y allí estuve por tres años. Aprendí. A poner tubos, manicure, pedicure, maquillaje, trenzar cabello; al mismo tiempo se suponía que aprendía las ciencias puras y las otras (matemáticas, química, física, literatura, inglés, historia…). Me gustó mucho en particular un aprendizaje que fue significativo, el maquillaje de fantasía.
Yo quería Imprenta, deseaba Artes Plásticas…
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lunes, 8 de diciembre de 2008

Sepulturas 3
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"Regresarás al polvo de la tierra, porque del polvo de la tierra has venido", Génesis 3:19

El 19 de febrero de 2006, en Pasta de Conchos, una mina de carbón en San Juan de Sabinas, en la región de Nueva Rosita de Coahuila, México, ocurrió una tragedia que abrió un cajón lleno de corrupción, falta de responsabilidad, negligencia e impunidades inconcebibles.

Atrapados por una explosión producto de la acumulación del gas metano que por cierto ya había sido, según se supo, reiteradamente reportada por los trabajadores, perecieron por lo menos 65 mineros
El dia 23 de junio de 2006 se recupera el primer cadáver de uno de los mineros. El 1 de enero de 2007 fue localizado y rescatado el cuerpo de un segundo minero muerto en la explosión.
Los restos de los otros 63 mineros desaparecidos no se recuperaron.

Ni siquiera puedo imaginar no quiero ni concebir lo que significará perder a un ser querido en tales circunstancias. No deseo intentar saber si puedo.

Lo que sí sé (porque he visto animales en descomposición, flores pudriéndose, comida echada a perder, y fotos, muchas de muertos, muertos muertosmuertos…) Sé que el cuerpo es materia que una vez muere como tal, sigue su camino orgánico de descomposición. El cuerpo se convierte en otra cosa. Ya el cuerpo cuando morimos no es la casa que albergó nuestra alma si en ella creemos, ni los pensamientos habitan el sitio que una vez cuidamos –o no- como nuestro. Los restos. En eso se convierte nuestra casa...

Entiendo yo que las mujeres, viudas, hijas, madres –qué dolor- sufren por saber que los restos de aquellos que amaron quedaron sepultados bajo toneladas de piedras, tierra, pereza sindical y burocracia, corrupción, y siglos de abuso social.

Ya es diciembre de 2008. Casi tres años han pasado. Lo que no puedo es entender a los sinvergüenzas que se aprovechan del dolor y el justo coraje de los deudos para manipular las circunstancias a favor de tal o interés económico o político. ¿Qué será de esos restos, en qué condiciones estarán, para qué buscarlos, por qué arriesgarse a perecer en tal empresa?
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sábado, 6 de diciembre de 2008

Amigos

¿Y qué importa si ahora yo me detengo? (digo: ¿a quién?)
Estoy sentada en la última silla de un aula. En las mesas y sillas de enfrente están mis alumnos, elaboran un ejercicio de escritura que les he pedido. Podría incluso dejar de respirar y nadie se daría cuenta (yo de seguro que sí, jaja). Podría no estar escribiendo esto, podría intentar el no, el nunca, el vacío.

Pedro, un buen amigo (¿ya nunca nos veremos?) me dice esto en un correo:

“ Efimerías: Si desde el momento de ser expulsados del vientre materno hasta cumplir “ un año” de vida, este hermoso ( aún) planeta Tierra, que nos "pasea" por el sidéreo un poco más de (+o-) 9,424"800'000,000 de kilómetros alrededor del Sol!! Además, por su rotación, algo así como 14'594,160 kilómetros girando sobre su propio eje (como trompo) la distancia recorrida es en el ecuador, “ muchísimos kilómetros de "paseo gratuito" y sumémosle lo que en la superficie somos movidos, en brazos, gateando y/o caminando!! En un solo año de vida… Y solemos decir "que esta vida es efímeraaaa !!,,,,,,,!.-.Del diccionario: Efímero = del Griego -ephemeros- de un día, sinónimo de de "pasajero"En un día viajamos ( rotando la tierra) en el ecuador 40,000 kilómetros ( + o -) y en la traslación alrededor del Sol 25'821,000 kms. Efímero paseo !!!!(de un solo día!!?).El cálculo de de los kms. recorridos en la traslación, tome como base un circulo, con base de distancia media de 150 millones de kilómetros Tierra-Sol, solo para tener una apreciación, y por mi ignorancia matemática. Faltaría aplicar ( sumar) el "paseo" de nuestro Sol en la Galaxia.- En fín, digo: Lo efímero de mi vida y lo fatal de mi ignorancia,, Salud. Los errores u horrores son de mi total responsabilidad, Pedro Orozco

Y Rafael, ayer en la tarde me lee sus notas escritas en el diario paseo por las calles oscuras de Cananea, entre otras: “Venus y Júpiter coronan el ocaso de este pueblo” Pienso que a Pina esto le gustaría (o tal vez no… a mí me agrada pensar en ella cuando Rafael me lee lo que escribió esta tarde) Y pienso en la imagen y es tan certera. Venus y Júpiter están justamente “encima” (en este paisaje cananense) de la mina a tajo abierto, justo encima de los cerros, aquellas montañas de cobre tienen encima una corona que no alcanza a iluminarlas, no hay allí ningún signo de vida, ni una luz, ni los “dompes” que se anunciaban con sus luces yendo y viniendo todo el día, toda la noche…16 meses de huelga… ¡inconcebible!

Los veo escribir a mis alumnos y pienso anticipadamente en mi lectura de sus ejercicios, lo suculento que sería si estuvieran escribiendo poesía (el que estén escribiendo es ya poesía, también pienso). La disfrutaré de todas formas (Hago el propósito)

Aquí estoy. Podría no estar ¿será esto como estar muerto? No.

No me rondes, si no estás: no estás. Y si sí, llégame suavecito, dame besos, no me asustes…
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viernes, 5 de diciembre de 2008

Sepulturas, 2

“En el hinduismo, el cuerpo se considera sólo un instrumento
para contener el alma, por lo cual el cadáver no es considerado sagrado,
ya que el alma lo ha dejado.”

Cuando la gesta heroica, (juro que esto lo digo automáticamente -lo de “gesta heroica”- aunque en realidad lo sea, por toda mi vida oyendo llamarle así al episodio histórico, uno de los desencadenantes, según aseguran historiadores y sociólogos, de la Revolución Mexicana… por eso Cananea es llamada “La cuna de la revolución”…aunque también es llamada “La ciudad del cobre”, “Canapas Beach”, o “La ciudad del pobre” –en los últimos meses).

Debe haber, en el caminar del pensamiento humano, un momento en el que el hombre concluyó por eventos que no podía explicar, tal vez luces, ruidos, infortunios, que si los muertos, sus muertos, no eran debidamente enterrados y cuidados sus restos, y el lugar donde habían sido depositados, el espíritu, alma, lo que sea que haya creído y crea el hombre que habita nuestro cuerpo, se les aparecería y les llegaría a causar daños (o por lo menos, sustos). Era muy importante proporcionar al difunto una tumba, un espacio propio (con nombre incluso, véase lápidas, señalamientos, epitafios), donde su espíritu pudiera tener una habitación por siempre.

Retomo: Cuando el movimiento de huelga de 1906, reprimido y propiciador de muertos, sepultaron a los muertos, a los “Mártires de 1906”, en el que entonces era el panteón municipal. A los años, hubo necesidad de mover de lugar el reposo de los difuntos (Hoy,en el sitio donde antes estaba el panteón se encuentra un barrio llamado, precisamente, “Cementerio Viejo”, escuelas, casas, changarros… en todos asustan, sobre todo en la escuela… eso es otra historia, claro, pero tiene que ver con la sepultura que se les arrebató a un número indeterminado de restos humanos que allí descansaban).
Se aprovechó para, de paso, hacerles un homenaje y colocar en la plaza municipal los restos de los HÉROES en el monumento construido para ello. Se cuentan historias al respecto, las más atrevidas dicen que se extrajeron huesos, los que encontraron… que se revolvieron, que eran huesos de chinos que murieron de fiebre amarilla (como si sus huesos fueran diferentes, la xenofobia persigue en el más allá), se dicen tantas historias que alguna tiene que ser cierta… Años pasaron y de nuevo sacaron los restos y los cambiaron a otro monumento, más grande, más propio… se supone que están allí los huesos heroicos. ¿Será muy impropio e irrespetuoso preguntarme así como sin querer: de quién son los restos a fin de cuentas?

No preguntaré. No importa la respuesta.
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jueves, 4 de diciembre de 2008

Sepulturas, 1

"Me parece que el tipo de sepultura más antiguo
es aquél en que el cuerpo retorna a la tierra y,
después de ser depositado ahí, es cubierto por ella
como si fuera un manto maternal.”
CICERÓN, Las Leyes, 2, 22-23

En una ocasión, bajo una serie de circunstancias que a la distancia no puedo definir sino como felices, me encontré sentada en un espacio del Teatro Ángela Peralta, en Mazatlán como parte del público asistente a un evento literario (junto a mí estaba sentado un joven casi bello con nombre que creí inventado –ja, todos los nombres son inventados, hasta los nombres de las cosas- y que después supe real: Eros… algún día hablaré de él). Se leían ponencias en homenaje a Gilberto Owen y en una de ellas se mencionó la posibilidad-necesidad de trasladar los restos del poeta a Sinaloa. A partir de esta propuesta, mucho se habló-discutió-argumentó… a favor de la medida. Creo que en mi calidad de sonorense y descreída (no por lo primero lo segundo necesariamente), fui la única en decir-ME que eso era absurdo, sobre todo por lo que lingüísticamente se vertía acerca de las dificultades que entrañaba tal empresa, cuestiones de exhumación y fronteras y porque no encontraba ninguna razón del por qué unos restos orgánicos persiguieran el arraigo.


Los muertos se sepultan, quiero creer, principalmente por dos pensamientos, el de higiene que anticipa el futuro bienestar de los que aún viven (algo así como “el muerto al pozo y el vivo al gozo”); y ese otro pensamiento que nace de la necesidad de sepultar a los muertos en un espacio sagrado, mágico, especial, único, para que esperen allí el juicio final, la vida futura, la otra vida, la eternidad, el pago por sus obras en vida –o lo contrario.
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jueves, 27 de noviembre de 2008

Casi una carta para Abigael

1994. Íbamos en un camión, cerca de cincuenta mujeres (exceptuando el chofer, un marido y algún reportero). Caminábamos con rumbo a Huajuapan de León, Oaxaca, desde el Distrito Federal.
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Más o menos en el centro del medio de transporte chilango, la sección norteña: Pina y yo, atrás Inés y Sara. A la altura de la centésima curva por la que pasábamos (nos faltaban varias centurias –Nostradamus acota- de mareadoras curvas), Pina consideró oportuno el barranco (el nº 58) para ofrecer la carne seca (¡con ajo y chiltepín!), las tortillas elaboradas en Hermosillo por su (de Pina) querida (también de la que esto escribe) mamá… Fue general la negativa (muy cortés, ya sabes) el desconocimiento (¡ay! ¿qué es eso?) y casi nadie mermó nuestras provisiones. De unos dos asientos adelante, sin embargo, surgió el ofrecimiento de un cambalache (así): les doy estas galletas de trigo por algo de carne. ¡Suave! El trueque se hizo, vinieron las presentaciones: las de acá, ya se sabe quiénes, de allá: Emma. Se acomodó volteada hacia nosotras en su incómodo asiento y púsose a platicarnos, soy de Durango, vivo en el defe, me siento del norte y la pregunta crucial: ¿conocen a un poeta sonorense, Abigael Bohórquez? ¡Sí! Respuesta entusiasta de la sección unida en su norteñez. Ah, pues yo lo conocí cuando vivía en la capital y etcétera –dijo Emma. La rutina del camión (saltos y náuseas de pasajeras), no nos permitió extendernos en la plática.
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Llegamos a Huajuapan. Mientras nos quitábamos de encima el entumecimiento de más de cinco horas de traqueteo, nos metimos en el Palacio Municipal del pueblo. Éramos más de cien mujeres reunidas para participar en el segundo Encuentro Nacional de Mujeres Poetas (En el país de las nubes). El programa iniciaba con la distribución de las cien en grupos menores para ubicarnos en diez poblados situados en las cercanías. Ah, porque no te he dicho y pido disculpas por ello, que eran dos camiones, en el otro y en compañía de otras, iba Fidelia, la quinta sonorense.
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Nos mandaron a cada una de las de Sonora a un sitio distinto. Así que aquí quedo sola y enviada a Tequistepec, junto a otras siete mujeres, entre ellas Emma. Al llegar a Tequistepec, por mera casualidad, si creemos en ella, a Emma y a mí (y eso porque fuimos las menos quisquillosas, dijimos donde sea y nos fue mejor que a todas), nos hospedaron en un departamentito muy padre y un poco fuera de lugar, si lo pienso (lo pensé desde aquel día, no soy tan lenta).
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Después de cenar y sin haber nada más qué hacer, fuímonos cada quien a descansar. Allí, esa noche, la plática, el motivo y la razón de estar sin dormir ni una hora, fuiste tú, Abigail querido. Emma te conoció en tu fecundo exilio, conoció a tu madre, tu hogar. Me habló de su participación en tus grupos de poesía coral, de la admiración por tu obra, de lo que compartieron, de su relación particular… Fue una noche oscura, sólo se veía nuestra voz, mucho más la de Emma, que decía y decía de ti, te nombraba y conjuraba tu presencia… hasta que sonaron las campanas (que nos hicieron recordar el episodio de Canoa, por cierto, tal vez te hubieras reído), estaba aún oscuro y más o menos intentamos dormir un poco (a mí me rebullía tu imagen en la mente, el ser que tú eres y conozco. No me dejabas dormir, no sé si Emma lo hizo).
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De lo otro ya no te cuento, fueron unos días muy lindos. Estuvimos tan cerca, Abigael, y yo ni te dije cuando, casi dos años después, por fin te lo dije: Emma te saluda y te envía sus buenos deseos. Allí fue tu turno, estábamos sentados (¡por fin solos!) en un lugar oscurito y ebrio de San Luis Río Colorado, al concluir las Jornadas Binacionales… Me dijiste de Emma, tu versión, claro, porque siempre es otra la versión, producto de otra mirada y eso, tú sabes. Igualmente me dio mucho gusto ver cómo la recordaste y haces que te agradezca, ahora, la oportunidad de tener a Emma cerca, en el afecto, en la amistad. Lo que ella me contó del tiempo compartido y lo que tú me dijiste acerca de ese tiempo, no lo digo. Lo sabes tú, lo sé yo (afortunada con dos versiones) y Emma lo sabe.
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Tan solo unos días después de tu muerte me llamó por teléfono (lo hace ocasionalmente) y se lo dije. Sufrió y sufrimos cuando lo hablamos. Esto es así, ya ves. No quiero que termine en lágrimas, así que te abrazo fuerte, recordando el besote que me diste, que nos dimos, y con el que te despediste de mí en Cananea, cuando tú ya sabías que no volverías (¿lo sabías?), aunque prometiste hacerlo. Yo te creí (de hecho, a veces, te espero).
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Abigael Bohórquez nació en Caborca, Sonora, el 12 de marzo de 1936 y murió el 27 de noviembre de 1995, en Hermosillo.
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miércoles, 19 de noviembre de 2008

“Te acordarás de mí toda la vida
te acordarás de mí mientras yo viva.”
Canción

Dice un amigo querido que los escritores (no recuerdo si en realidad dijo los poetas... aunque casi de seguro lo dijo) aman a todos ¿Cómo es eso? pregunté asombrada.

- Yo no sé
- ¿Por qué lo dices?
- Parece que les resulta muy fácil declarar su amor por tal o cual. Y hasta parece que se lo creen.
- ¿En los poemas?
- No, van por la vida diciendo te amo como si fuera bandera y como si por ser poetas uno tuviera que creerles
- ¿Tú no?
- Nooo… claro que no. Es más, yo cuando lo digo, si lo llego a decir, soy muy cuidadoso.

Yo no creo en las canciones (no en todas). Pero puedo oírlas (no todas) y a veces hasta cantarlas (sólo algunas y a solas)
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Hay algunas canciones francamente mentirosas. Hay algunas mentirosas y feas. Hay algunas mentirosas, feas y simples. Hay otras simplemente exageradas. Hay algunas de cuyas declaraciones desconfiaríamos en cualquier conversación.
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Hay canciones que nos obsequian absurdos, afirmaciones ilógicas y llenas de ingenuidad, de filosofía demasiado apresurada o adornada o jalada de los cabellos, o arrastrada por el lodo, o váyase a saber qué…
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Sin embargo, yo no creo que haya que creer en las canciones para tener placer al oírlas, ni entenderlas siquiera para sentir que fueron escritas para uno, y para cantarlas mucho menos hay que filosofar sobre su contenido... cuestión de dejarse llevar, nomás.
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(¿Cuánto me quieres, qué número del uno al diez, de aquí a dónde… tan poquito? Quiero más.) Necesitamos aseveraciones que nos hagan sentir que somos únicos para otro ser, especiales, amados.
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Y, claro, también tiene que ver y mucho, quién nos canta o nos dice o nos quiere hacer volar. Una vez alguien me dijo; “te amaría toda la vida, aunque muerta fueras y con gusanos y carne putrefacta y yo contigo, allí tendidos, te amaría por siempre” Cuando ese alguien eso me dijo, no me dio lo que se dice gusto, recuerdo haber pensado que no deseaba pudrirme, menos en su compañía… A él le dije mentiroso, exagerado y no manches (tal vez le dije qué mamón).
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Se me ocurre que estas tres canciones (que no llamaré mentirosas, ni incoherentes, ingenuas, ni mucho menos feas o simplonas) son ejemplo de hipérbole en cuanto a la duración del amor (pero qué rico escucharlas, pero qué bien olvidarnos de que son únicamente palabras). Sólo fragmentos:

Te amaré toda la vida
todos los años, los meses y los días
todas las horas y todos los instantes
mientras pueda latir mi corazón
(La canción se llama “Te amaré toda la vida”, es de Enrique Novelocosme Navarro y la canta Javier Solís)

Pasarán más de mil años,
muchos más,
yo no se si tenga amor
la eternidad
pero allá tal como aquí
en la boca llevarás
sabor a mi.
(“Sabor a mí” -claro-, de Alvaro Carrillo)

Y esta, Guajira, trova del poeta Luis Lloréns Torres con música de Emiliana de Zubeldía:
“Guajira”

Cuando yo tranquilo estaba
Sin tener ningún cariño
Cuando yo tranquilo estaba
Sin tener ningún cariño
quisiste que te quisiera
Y te quise con delirio
Y te seguiré queriendo
Hasta después de la muerte
no creas que esto es mentira
pues después también se quiere
Yo te quiero con el alma
Y el alma nunca se muere.
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jueves, 13 de noviembre de 2008

Hoy es jueves


¿Para qué lee uno novelas? (El proceso y las razones que puedan tenerse o no para leer cuentos o poemas son otros, no intentaré hablarlo). Para aprender, viajar, conocer otros pensamientos, vivir a través de los personajes, sentir. Tal vez.

Por los motivos que sea hay novelas que uno (en este caso yo, ni idea de lo que los demás hagan en su elección de lecturas) lee más de una o dos veces (dos aún parece coherente, tres ya inspira desconfianza, cuatro es casi enfermizo... habiendo taaaaantas novelas)

Dulce jueves, de John Steinbeck es una novela que leí hace tiempo, cuatro veces tal vez, o más. Recuerdo los pulpos que allí aparecen, la descripción de las mariposas embriagadas luego de llegar y alimentarse en los bosques michoacanos, las patitas temblorosas, cayendo mariposa sobre alfombra de mariposas ebrias...

Igual que pasa con los recuerdos (la lectura es pasado, por supuesto y pertenece a la memoria) inventamos el argumento, lo cambiamos.
Dulce Jueves es una historia de amor básicamente. Un día de estos la leeré de nuevo. Me lo prometo.

El jueves es un día como todos...

"Jueves" es sólo una palabra, un intento de los muchos que hay de manejar, dividir, nombrar, controlar el tiempo. Es lindo creer que podemos. En todo caso, saber dónde estamos parados a veces ayuda.

Hay un poema:

Definitivamente jueves
Waldo Leyva

Quiero que el veintiuno de agosto
del año dos mil diez,
a las seis de la tarde como es hoy,
pases desnuda atravesando el cuarto
y preguntes por mí.
Si estoy, pregunta, y si no existo,
o si me he extraviado en algún lugar de la casa,
de la ciudad, del mundo,
pregunta igual, alguien responderá.
El primero de enero del año dos mil uno será lunes
pero el veintiuno de agosto de la fecha indicada
tiene que ser definitivamente jueves
y el calor, como hoy, agotará las ganas de vivir.
Las calles serán las mismas para entonces,
los flamboyanes de efe y trece seguirán floreciendo,
muchos amigos no estarán
y el tiempo habrá pasado por la historia de la casa,
de la ciudad, de mi país, del mundo.
Quiero que el veintiuno de agosto, al despertar,
prepares la piel
_________el corazón
________________las ganas de vivir.

Aquí es un jueves: un día. Con nubes, frío, trabajo. Un día que sólo se llama jueves. Sin mariposas, sin pulpos, sin canciones. Sin ganas de vivir.

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Virtual

A ratos me gustaba verte. Por eso la foto en el cajón de mi escritorio. Para descansar tal vez. El pensamiento. Dejar de pensar en libros, en números en espacios que ocupar y desocupar y recorrer, mover, quitar. Hazte pálla. Y me preguntaba cosas, si tus ojos grises como dijiste aquel día, si mirabas hacia el mar en esa foto. Me gustaba irme en verte.
Pero nunca me importó realmente si tus ojos, si el mar. No estabas y lo supe siempre. Así me gustaba, me bastó con eso. Resultó un cómodo placer tu perenne ausencia (o tu presencia ausente ¿cómo, cómo decirlo?)

¿Y ahora…? ¡Cómo chingados me sales con que vas a venir! ¿Qué voy a hacer si tus ojos? De seguro seré náufraga en el mar que traes entre las piernas. No me hagas esto. Estabas tan bien allá, en tu agua salada. Estabas tan bien aquí, en el cajón de mi escritorio.

A ratos, dije: a ratos me gustaba verte.
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sábado, 8 de noviembre de 2008

Extráñame


Y uno habla, eventualmente, y si la vida es pródiga –que casi siempre lo es*- con los hombres que ha amado… O no con los que ha amado, sino (¿será, todo, cuestión, sólo, de palabras?) en realidad, tal vez sólo con algunos de los que ha querido, o de los que ha gustado… y al hacerlo, uno se pregunta…desenrolla elucubraciones como sucias alfombras y se tiende (con todas las precauciones del caso) en ellas y se pone a pensar…

Y me pregunto: qué es esto, cómo pude alguna vez haberlo querido. No lo entiendo, me digo en otra, alguna ocasión: este hombre me gustaba, me derretí por él… ¿dónde el aroma, la mirada, el encanto, qué le vi, con cuáles ojos tan errados?

Mientras caminaba por una acera, oí que, arriba, en la vía que corre a unos cuatro metros por encima de la calle, alguien cantaba no demasiado desafinadamente:

“Extráñame, cuando te ofrezcan una copa / extráñame, cuando te besen en la boca / cuando te digan como yo / las cosas más bonitas de este mundo / cuando te sientas muy feliz / con ansias de vivir... extráñame.”

Volteé y no alcancé a ver de quién era esa voz aguardentosa, así que aprovechando que a unos pasos estaban los escalones para subir (y para bajar también, ahora que lo pienso), y olvidando que la curiosidad le hizo aquello feo al gato, me allegué a la vía y allí estaba, con sus verdes ojos intactos, sonriendo ebriamente (y cantando a José Alfredo, je)…

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Primera versión del encuentro:
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- María –dijo, con una dulzura tal que si al hacerlo no hubiera yo visto lo desdentado de su boca, con facilidad hubiérame dicho: “¿cómo pude olvidar a este dulce y bello hombre, cómo pude agarrar mis días e irme de sus noches (o viceversa)?”
- Hola, le digo tentativamente ¿cómo estás? -Un perro lo acompaña, me gruñe levecito.
- Cállate, diablo ¿Qué no ves quién es?
- Jaja , este perro no me conoce, no inventes
- Sí que te conoce –dice- muchas veces le he hablado de ti

Claro, por algo una quiso a este hombre o a otro. Fue por algo que no tiene qué ver con los dientes que le faltan, pero sí con los ojos que son mar y aún miran iluminados. Fue por algo que no tiene qué ver con el tambalearse ebrio, pero que sí tiene qué ver con el cabello que antes tuvo, largo y sedoso. No lo quiso por sus dedos manchados de tabaco que adivina sucios, fue por sus manos grandes y siempre obsequiosas. No fue por su voz llena de alcohol. Fueron tal vez sus palabras.

Segunda versión del encuentro:

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- Quihúbole
- Hola ¿cómo estás?
- Aquí nomás, tirando rollo…
- Va a pasar el tren (hasta preocupada por su seguridad, a estas alturas)
- Me vale –y escupe, muy cerca.
- (Silencio arrepentida de haber subido)
- ¿Y qué, cuándo volvemos?
- ¿volvemos a dónde?
- Me dan ganas de …
- Atrévete (mirando a ver si hay piedras, palos, otra persona)
- ¡Estás loca?
- Ya me voy –miro sus pelos grasosos sujetos en una cola rancia y escueta.
- Se me había olvidado lo ridícula que eres y miedosa
- (Silencio- pensando en su voz que alguna vez creyó varonil y ahora es rasposa, desagradable ¿o así fue siempre?
- ¿Te gusta mi perro?
- No me gustan los perros, ya sabes, menos si son tan grandes y negros
- Bonita sigues siendo, María, pero también una simple –se rasca la enorme barriga. Por eso te dejé.
- ¿Me qué?
- Te dejé, jaja ¿ya no te acuerdas?
- (Recordar aquellos días de dolor por él: qué absurdo, qué inverosímil. Es recordar una pesadilla) ¡Gracias, muchas gracias!!
- ¿Por qué, tú?
- Por haberte marchado de mi vida
- ¡No te digo!
- ¡Adiós!
- ¡Eit, eit, no te vayas!


*porque indudablemente es bueno que la vida nos enfrente a nuestros errores o aciertos, que nos diga: “Mira todo lo equivocada que estuviste, este es un hombre común, corriente, nada azul asoma ni por asomo, de príncipe ni hablemos.” O que nos diga la vida: “Mira, todos estos años creíste haber tropezado y caído en un pozo cuando conociste a este hombre, date cuenta de que no fue así, este hombre te hizo ver que afuera del pozo había luz, tú ya estabas en un pozo, no puedes seguir culpándolo” o… tantas cosas que la vida nos dice al enfrentarnos al pasado.

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O, a veces ni nos dice nada.
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miércoles, 5 de noviembre de 2008

Decir: creer

Una esquina de pueblo minero. Saludo matutino (ambas mujeres): las manos en los bolsillos, frío.
- ¿Viste la desgracia del avión? (en las noticias apuradas, desesperadas e inmediatas después del acontecimiento, hubo énfasis en señalar que la máquina no era una avioneta sino un jet). Pobrecitos los muertos. Pobre el presidente, casi lloraba anoche.

- Ganó Obama (intercala segunda mujer, deseando cambiar de tema)

- En las escrituras lo dice –primera mujer de pronto tocada por la palabra-: un presidente negro y una sola moneda, el principio del fin está llegando…

- (Silencio de segunda mujer)

- La santa de Cabora también lo dice: cuando en Cananea aparezca un oso en primavera (ya eso pasó y no una, varias veces, aclara emocionada).
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- (En silencio, la segunda mujer asiente)
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- Cuando muera el cordero morirán tres lobos..

- No entiendo –pidiendo que ya cese de predicar en el desierto la primera mujer aunque la segunda sienta pena de dejarla hablando sola.

- Los corderos están muriendo desde hace mucho tiempo, pero los lobos cuándo morirán –con más fuerza y poquito más volumen- Cuando vayamos al mercado con una carretilla llena de billetes y no logremos comprar ni un tomate, sabremos que el fin se acerca…

-Ya tengo que irme -intempestivamente- gusto de verla. Hasta pronto.

A veces parece que la gente ni idea tiene de lo que dice. A veces parece que la gente cree lo que dice. A veces lo que la gente cree, uno no puede oírlo.

A la otra me taparé los oídos, mamá, dice Mariana, me asustó eso que dijo la señora. Estupenda decisión, mi amor, le digo yo (que me tocó ser la segunda mujer en esta inofensiva y desabrida obra en un acto), pero no te asustes por lo que creen los demás. Mira, yo no creo y tú tampoco tienes por qué creerlo, le digo, sabiendo que miento.

Ah, qué –casi enojada- pero es que me dio miedo.
.
.
Vengo de mirarte allí
en esa oscuridad que te rodea
y no vi nada
sino el fulgor
de tu lengua repentina
y dulce

Y no vi nada
sólo el tenue
raspar de tu sombra
en el resguardo de tu tumba
.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Viernes 31 de octubre de 2008. Tradiciones.

Para Miriam

Ocho treinta de la mañana
Salgo de mi casa, me acompaña una gata negra, salta junto a mí durante todo el trayecto y su cola se mueve arribabajoizquierdaderecha.
Esta gata no maúlla, habla sin cesar, veo sus negros labios donde el rojo asoma debajo de la oscuridad del labial, admiro los bigotes negros y grandes que enmarcan su boca, tres de cada lado, decorando sus mejillas sonrojadas. Veo su pequeña, hermosa nariz negra y brillante, nariz de gata saludable y feliz.
Va a su festival de Halloween, comerá pizza (siempre y cuando haya hawaiana), bollito (siempre y cuando no sea de chocolate), y refresco. Llenarán el dulcero-calabaza que ella y sus compañeros hicieron con un globo, periódico, engrudo y pintura. Emocionada adelanta que entrarán a la casa del terror, anticipa el miedo que sentirán ella y sus amiguitas (que dentro de poco me enteraré que se han convertido, sólo por este día, en una vampira y una bruja, respectivamente)

Diez de la mañana
Casa de la Cultura. Tengo el compromiso de, junto con dos mujeres más, ser jurado en un concurso de altares de muerto. Labor dificilísima (no lo vuelvo a hacer, lo prometo, casi lo juro) son once altares, todos ellos hubieran merecido ganar (puntos a calificar: elementos, creatividad, alusivo… ¿qué se puede hacer con esto?). Fue espantoso tener que decir primero, segundo y tercer lugar (nadie quedó conforme y tuvieron razón, por lo menos a cuatro yo hubiera premiado con el primero). Los altares con temas como Cri-Crí, los Revolucionarios, Niños muertos, Tetabiate, Cajeme, Juan Pablo II, Rocío Jurado, entre otros. Flores, velas, incienso, música (Rocío Jurado, claro; música yaqui, cantos ceremoniales, corridos de la revolución, “Caminito de la escuela”), agua, sal, licor, papel picado, pan de muertos, calaveras de dulce, y hasta un pequeño incendio que fue sofocado raudamente por un policía de altas botas resistentes al fuego quien pateó las llamas como si de odio se tratase…


Doce horas, mediodía.
Voy por Mariana. No comió pizza, me la da en un plato, parece de cartón también, junto con el espagueti. Esta gata parece que fue arrastrada por los patios de la escuela, trae las orejas abolladas, la nariz es ahora gris al igual que los bigotes, carga una enorme calabaza llena de dulces, me cuenta del placer del miedo pasado en la casita del terror “me tiraron al piso, mamá -entiendo porqué la cola en tales condiciones- y Cyntia (la vampira) ni así me soltó la mano, verás qué suave, nos dio muuuucho miedo.”
Al llegar a la casa, preparamos para la noche un recipiente con dulces para los niños que lleguen a pedir (“triquitriquijaloqüín); Mariana lo hace a conciencia, pone algunos tazos, “por si llega algún niño que los quiera”, los revuelve, que les toque de todos, dice. Dejamos el recipiente cerca de la puerta. Y esperamos a que se llegue la noche. Comemos y me regreso al trabajo.

De las 6 a las 8 de la noche.
Mariana y Fernanda quien pasa con nosotros las tardes del viernes y las mañanas del sábado, esperan a los niños. No llega nadie. Se aburren y se van a jugar, a cenar, a preparar sus mochilas para la doctrina sabatina.
Justo a las ocho se oyen los cantos: “trik… etcétera”. Llamo a las niñas para que sean ellas quienes repartan los dulces, emocionadas y gritando, al montón de brujas y seres indefinidos vestidos de negro. Lo hacen y se van de nuevo a sus juegos, a su nocturna rutina de viernes. Cuando el segundo y último grupo de la noche llega, les doy yo misma los dulces a las brujas, puras brujas, mala seña. Y es todo.
Los dulces casi todos allí quedaron.

11,30 de la noche
Matan a balazos a hombre, balacera en calles. No lo dice nadie pero los balazos corrieron en las calles en donde un poquito antes corrieron los niños pidiendo dulces. En uno de los negocios de este hombre ahora muerto, él mismo repartió dulces a granel, alguien me cuenta.
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Casi ya 1 de noviembre... o ya. Me duermo pensando en por qué los niños no vinieron. Tal vez porque no tuvieron disfraz que ponerse (no, hay niños que sólo se tiznan la cara, así ha sido siempre); el frío no puede ser, otros años ha hecho muchísimo más en este día; miedo a la violencia... lo dudo, ese miedo ha de haber llegado después; pensaron en la economía mísera (miserable, raquítica) de comerciantes (los imagino cerrando sus negocios antes de las seis para no enfrentar a la infantil turba que pide dulces); saben de las carencias del pueblo en general que agoniza por la irrazonable y empantanada huelga(sueno dramática, lo sé y es intencional, como casi todo lo que digo) y que si apenas tiene para lo básico no iba a derrochar en dulces... que sé yo de las razones que puedan tener los niños para no salir a las calles vestidos de hadas, duendes, vampiros, hombres arañas y brujas. Hasta una tradición ajena (si es que esto no resulta una paradoja) nos duele que se pierda cuando también se pierde de vista lo realmente importante.

Pd:
El día 28 es para "los que murieron matados", el 30 para las almas en el limbo (los niños que murieron sin ser bautizados); los muertos chiquitos el 1 de noviembre, y el 2, los muertos grandes.
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Pd2:
Una de mis canciones preferidas. La versión de Eugenia León y Lila Downs...
Ay! que bonito es volar/A las 2 de la mañana/a las 2 de la mañana/Ay! que bonito es volar, ay mamá!. //Volar y dejarse caer/ en los brazos de una dama /ay! que bonito es volar/ay mamá!//Me agarra la bruja /me lleva a su casa/me vuelve maceta/y una calabaza.//Me agarra la bruja/me lleva al cerrito/me vuelve maceta/y un calabazito.//Ay! dígame, dígame/dígame usted/ ¿cuántas criaturitas/se ha chupado usted?/Ninguna, ninguna/ninguna no sé/ando en pretensiones/de chuparme a usted."
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sábado, 1 de noviembre de 2008

miércoles, 29 de octubre de 2008

Leer

es un acto que efectúa nuestra inteligencia buscadora de significados.

"El libro que lees en voz alta,
oh Fidentino, es mío, pero
de tan mal que lo lees, lo
empiezas a hacer tuyo.”

Marcial, poeta latino (40-104 d. C.)

No sé ustedes pero yo, muchas veces leo para no entender. Y puedo leer capítulos completos sin entender ni un veinte por ciento de lo que he leído (estoy exagerando, claro; a veces el porcentaje de lo entendido no llega ni a diez, o cinco, y esto es sólo porque leo en español textos en español, porque leer en español textos en alemán es dificilísimo y no bromeo aunque pueda parecer que lo hago). Así se descansa y se engaña al cerebro lector, a la mente analítica (porque continuamos con evidente gusto y aparente y raudo aprendizaje leyendo frase tras párrafo y página tras capítulo, sin entender ni jota, que la jota la requetendendemos, claro, pero así suele decirse) que cree que estamos entendiendo; y sigue brindándonos nuestra engatusada mente la facultad de ver, decodificar símbolos, entender una palabra y otra pero no el contexto, es decir, entonces: ni la palabra, porque no hay palabras sin el significado del lector (que ha leído como si en chino estuviera escrito: ya se sabe, aquello de “está en chino”).

Llega el momento en que uno deja de vivir como si hacerlo fuera una carrera (y esto no necesariamente tiene que ver con la edad, sino con que nos caiga el veinte), no se trata de ser los más bellos, ni los más gordos, ni los más inteligentes (¿o sí?). Leer y disfrutar aunque no entendamos, ver una pintura y disfrutar de los colores, la luz, aunque no sepamos qué nos dice del momento histórico, de qué nos habla en la estética, qué nos susurra de la historia del arte y sus corrientes. Llega el instante crucial en que nos decimos: ¡qué chingados!: si no es obligación saber, entender, conocer y probar todo (la tranquilidad que deviene no es medible).

Y disfrutar las palabras leídas en silencio al igual que hago cuando oigo una canción en árabe, en francés… Letra más letra más letra menos acento entre comillas multiplicadas por puntos igual a placer entre paréntesis. Uno de mis libros preferidos para esto es Perutilis Lógica o Lógica muy útil (o utilísima), de Alberto de Sajonia (el capítulo 2: “Del término”, me pone a volar. Otra cosa sería si intentara leerlo en latín. Oh, sí, otra, otra cosa))
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Cuando quiero descansar en el pastito de las palabras una y otra, sin el estorbo del deseo de obtener un aprendizaje o sentirme -o creerme- muy lista, busco libros, artículos de ciencia avanzada, de filosofía (ese puede ser el extremo); no puedo ni plazco hacerlo en los libros de ficción, en ellos el gozo se da sólo si se entiende (otro extremo). En medio está la poesía, el placer es independiente siempre del entendimiento, aunque a veces se duplica con él (o se triplica sin él)

La comprensión es el esfuerzo cognitivo que se hace sobre el texto comparando las ideas, discriminando, buscando semejanzas y diferencias entre lo que ya sabíamos antes de leer y lo que estamos apenas conociendo por medio del lenguaje escrito. No hay tal esfuerzo cuando en estas ocasiones de que hablo, leo; aunque a veces sí, pretendo e incluso intento saber qué significan las utopías del conformismo, los números reales, los agujeros negros, los gusanos, las dimensiones al más allá, la curvatura del espacio-tiempo, la política de precios, el cálculo infinitesimal, el devenir metafórico de las especies abisales… pero concluyo siempre la lectura carcajeándome de placer al comprobar que leí con atención cada una de las palabras y no entiendo, porque el significado no le pertenece al texto, sino al lector.
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martes, 28 de octubre de 2008

Archivo adjunto

Hombres, me digo mientras reflexiono ante la imagen anexada a este correo. Diariamente recibo mensajes olvidables, que no leo, que tiro, con los que me río, mensajes de usar, de regalar, de repeler. Éste, es diferente. Lo envía Pepe, quien nunca antes me había enviado nada a pesar de ser compañeros de trabajo desde hace más de cuatro años.
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Al descubrir en la bandeja de entrada su nombre, me sobresalté, pensé en amonestaciones, recordatorios pero inmediatamente desdeñé el susto al pensar que Pepe y yo ni siquiera trabajamos en el mismo departamento.
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Me acerco a la foto, la observo lo más cerca posible. Quiero recordar la mano de Pepe pero no sé cómo es su mano, sólo he compartido con él y fugazmente el espacio del café, algún pasillo; confieso no haber visto sus manos (sus ojos sí, me he detenido en ellos aunque apenas percatándome de que lo hago).
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Me pregunto con qué intenciones Pepe me envió una foto. Esta foto. Sólo, a veces, nos saludamos, intercambiamos buenos días, hasta mañanas e inofensivas y desabridas otras cortesías verbales.
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La foto es para mí, no cabe duda. El archivo anexado dice: sólo para Dolores Pérez, y yo soy esa. No hay mensaje, sólo la foto adjuntada.
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El de Pepe se ve grande, amenazante pero comprendo que es por la cercanía con la cámara que se ve así… tal vez. La mano derecha lo sostiene y se alcanza a ver un fragmento de una pequeña oscuridad que quizá sea el ombligo. Nunca creí que vería el ombligo de Pepe.
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Una vez un hombre me mostró su pene. Luego, otro hombre me mostró su pene también. Y luego otro hombre hizo lo mismo. Y otro. Otros…
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¿Qué puedo decir del de Pepe? Me lo presume, lo ofrece?
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viernes, 24 de octubre de 2008

La boca se te derrite
cuando la sumerges
en el charco de mentiras
que has elegido
para regalarme
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miércoles, 22 de octubre de 2008

Fábula

Hay mujeres que son como un sueño de la estética cuando sonríen
Yo no
Hay otras que derraman mieles y efluvios que seducen al más fuerte con palabras seductoras y la melodiosa voz de la chuparrosa
Yo no
Hay mujeres que caminan mostrando su cuerpo en contoneos que enloquecen a los hombres; mujeres que se mueven con la gracia de mil panteras
Yo no
Hay mujeres que se ponen camuflaje de colores para pasar desapercibidas en el arcoiris y su presencia es casi una maravilla óptica
Yo no
Hoy estuve a punto de matar a una campamocha que impávida vio mi pie acercarse. Quién le manda vestirse como pavimento, la descubrí de milagro… Las ventajas del camuflaje son cuestionables.

Jajaja, por supuesto que tiene moraleja…

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sábado, 18 de octubre de 2008

“Porque vas a llegar de un largo viaje
es distinto el color y otro el paisaje.
Todo tiene otra luz, tiene otro modo,
porque vas a llegar después de todo.
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Porque vas a venir, mi casa vieja
inaugura una flor en cada reja.
Porque vas a llegar es que te espero
Tú me vas a querer y yo te quiero.”
Canción
Podría pensarse que no pongo atención a lo que se habla, pero sí… casi siempre (como supongo puede hacer la mayoría de la gente, o no lo sé)puedo oír, escribir, pensar en diferentes temas, como hoy, que recuerdo y escribo (para ser fieles a la inútil temporalidad, preciso que ahora transcribo)esta canción que tanto me gusta, la tarareo mentalmente, y oigo acerca de la forma de producción de las palabras en el desarrollo del lenguaje oral y mientras disfruto cómo mis alumnas ríen de la anécdota divertida que les he contado, veo por la ventana (una de ellas, porque de las cinco que hay, dos dan a un pasillo interior y otras dos tienen cerradas las persianas)la vía desfallecida y pienso en la huelga tan muerta como ese terreno por donde hace más de un año el tren no carga cobre.
Decir no, no siempre significa no, se dicen ejemplos de lo que pasa con los niños pequeños y su adquisición de la lengua y sus significados, se habla del concepto del cero y su proceso, de la historia de la humanidad…
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-¿Me quieres?
-No
-¿Mucho?
-No
-¿Quieres que te quiera?
-No
-¿Quieres nieve?
-No
-¿De qué sabor?
-¡¡De chocolate!!
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Es sábado.
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viernes, 17 de octubre de 2008

Fructifica la memoria del niño
que fui
que fuiste
y arrodillado al margen
te hundes en el deseo de nadar
en aquella risa espumosa
que tenías
que tuviste

Duermes
.

jueves, 16 de octubre de 2008

Huelga perenne

“De las lunas,
La de octubre es más hermosa”

De verdad. Y mientras camino con Mariana lo comprobamos ambas, le hablo de la canción, le digo de los cumpleañeros bienamados y ella me platica de Halloween, que esta lunota sirve para asustarse, dice. Hemos salido a comprar algunos objetos innecesarios pero prometidos. Son apenas las 7 de la tarde con unos treinta minutos cuando mucho y en las calles del Centro comercial, El Ronquillo, reina (¿campea, habita?) la soledad. Pareciera que son las once de la noche, la mayoría de los comercios está cerrado, una que otra persona camina con prisa o sin ella (creo que es lo segundo), haciendo, buscando quién sabe qué, o yendo a quién sabe dónde. Sólo una cantina, donde filmaron algunas escenas de la película "Profundo Carmesí", "El Íntimo" se llama, con más de cien años a cuestas, vomita ebrios que en la banqueta discuten y se tambalean. También la papelería, otra, no el negocio al que fuimos en primera instancia (que llegamos y aunque estaba abierto, no tenía nada de lo que buscábamos, ni tampoco clientes) ofrecía su luz y a ella, como insectos, fuimos (si se lo digo a Mar, dirá que ella una mariquita y si le digo que yo campamocha y que las campamochas tienen campamochitas, dirá: entonces, decidido, eres una mariquita también). Compramos y, de la mano, nos regresamos. Entramos por el puente “El paso del norte” a Cananea Vieja , donde el reloj retrocede y regresa a ser como las horas que son, aproximadamente las ocho de una iluminada noche, con gente platicando afuera de algunas casas, con dos tres tienditas abiertas, la panadería, los infaltables vagos en la esquina, compartiendo una caguama y carcajeándose. Hace frío, Mar trae falda y a ratos se le oye temblar la siempre entusiasmada voz que me cuenta, me dice, me explica su hermosa vida.

Pasa la noche y llega este jueves. Mar y yo, tempranito, de nuevo, caminamos hacia el este. En un momento del camino nos detenemos y volteamos a ver el cielo del oeste y allí está, la lunota de anoche, valiéndole madres el nuevo día, el sol, la huelga.
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Los cuervos

qué alas tan cargadas y encendidas
qué picos
qué negrura

qué silencio pinche
en sus graznidos
.
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miércoles, 15 de octubre de 2008

"Corazón / que has sentido el calor / de una linda mujer /
en las noches de octubre,/ Corazon /
que has sabido sufrir / y has sabido querer /
desafiando al dolor." Canción




octubre es un objeto redondo y perfumado
octubre no es un mes, es un cumpleaños
octubre, en conclusión
es una luna
un gran regalo

En octubre nacieron las personas más importantes de mi vida: mishijos. También nacieron otras personas queridas, va relación:

3: Sylvia Teresa, Ixchell
21: Mariana Isabel
22 Santiago
25: Renée Sofía
27: Marcela
30: Samantha


Y es día y cumpleaños de Bruno (qué pena, no sé el día ni cuántos, pero te recuerdo, Bruno, en octubre)... Aniversario de la Universidad de Sonora y etcétera

martes, 14 de octubre de 2008

Dos que no tienen que ver:


porque en esto soy arma de doble filo
de triple pico
y de cuádruple gemido




A propósito de otoños y de mañas
este otoño
como siempre
te carezco

.

lunes, 13 de octubre de 2008

a veces un dolor no es cruel, pero impide

adivinamos el puente entre la niebla

y no podemos cruzarlo
porque nos falta
destino


las mariposas creen penosamente que las manos son flores
y perecen
en la anhelada miel
que nunca saborearon

así
se llena el corazón de expectativas
y se nos vuelve un costal insaciable de esperanza

dolor pinche
pero no es cruel
es sólo:
éste
.

miércoles, 8 de octubre de 2008

El rebote

Por Buch

En la cama (y dónde se me ocurrió ejemplificar… en realidad puede pasar en cualquier lugar, un avión, caminando, en la playa, hasta bañándonos) sucede eventualmente que, de improviso, sin aviso (improviso es, precisamente, sin aviso ¿no?) previo (todos los avisos son previos, si no…) que permita protegernos, beber menjurjes, untarnos bebedizos, bajar o subir el puente levadizo (de levadura, que también hace que la masa se levante)

¿Cómo describir eso que llega?, lo que como humedad se cuela y de pronto nos hace saber que ya no estamos donde estuvimos segundos antes (pero si yo no deseaba moverme del instante confortable; pero si yo no quería pasar puertas que no abrí; pero si esta ventana me basta y sobra para ver el mundo…)

¿De dónde llega de pronto y sin anuncio el hueco en el corazón en el estómago, ésa: la nostalgia?

O el aturdimiento claramente etílico de que gozamos a veces, luego de meses de no embriagarnos. O el mini viaje repentino de alguna droga que hace mucho. O la sensación de placer por las caricias que ya no… Eso es el rebote
.
Y los maravillosos libros que de pronto llegan flotando como significados aerostáticos y nos hacen creernos en medio de argumentos oníricos... el rebote literario
.
Y las emociones de aquélla canción, de la voz que alguna vez acompañó nuestros dolores, otros dolores que de pronto nos duelen como si hubieran renacido de entre las cenizas, melancolía fantástica y de rebote
.
Y escribir como si estuviéramos poseídos por creencias ajenas y desconocidas, vivencias que suponemos ajenas, y que son jirones de recuerdos que nos llegan de rebote arrastrando el sentimiento de tiempos ya idos

Y esas las lágrimas que aparecen y que ya están rodando
.
(no ruedan, en realidad, más bien corren, porque no giran al desplazarse, se mueven progresivamente de un lado a otro, aquí es del ojo a ¿a dónde se van las lágrimas? Si estamos acostados, las lágrimas corren hacia las orejas, muy desagradable sensación; si de pie o sentados, las lágrimas pueden quedarse en la ojera si es muy profunda o seguir por las mejillas y terminar en el dorso de la mano casi siempre derecha con la que las limpiamos, o en un pañuelo si prevenido del rebote que no se anuncia cargamos con él siempre, o en los labios o la nariz si nos movemos… destino incierto el de las lágrimas)
.
¿de dónde llegaron? Si estuvimos riendo hace apenas un instante. ¿Cómo es que nos ponemos a llorar a mitad de un aburrido capítulo de una novela olvidable?
.
Sólo por el rebote puedo explicarlo
.

viernes, 3 de octubre de 2008

"Hay grillos que mueren por la tarde en una bandeja azul."
(lo dijo Venecia)


Hay grillos que se mueren y no saben
de las tardes
y del viento
no saben que su cuerpo se deshace
en un proceso
donde la putrefacción
es lo de menos
ignoran que no están
¿nunca estuvieron?

Porque un grillo no sabe, yo supongo
de otra cosa más que el ansia de comer
y de aparearse
para reproducir perdido entre el follaje
su canto

Al igual que eso es tan sólo
lo que uno también sabe
cuando eventualmente uno se muere
sumergido
en una azul
bandeja

que puede, o no, llamarse tarde

..

sábado, 27 de septiembre de 2008

Poema llorón

Averiguaré
te lo prometo
todas las razones
que tuvo y aún sigue teniendo
el sauce
para llorar
de tal manera desvalida
y tan desconsoladamente
desde aquella tarde
cuando le dijiste adiós
y nos dejaste




(Aquí va canción de David Haro, cantada por Eugenia León: "Ay, Dios, pero qué tristeza / estoy sufriendo por ti..." jajaja, ni sé por qué escribo textos así, son como rebote de emociones pasadas)
Dinámica grupal

Se trataba de una dinámica grupal. Las instrucciones: Leer y decidir cuál situación resolvería primero cada uno de nosotros (un grupo de 15 personas). Las situaciones:

El teléfono está sonando
El bebé está llorando
Alguien está tocando a la puerta
Comienza a llover y hay ropa en el tendedero
El agua está a punto de desbordarse del fregadero en la cocina

Un insignificante ejercicio para quebrar el hielo y conocernos.


Leímos, sopesamos las consecuencias de elegir solucionar tal o cual problema.

Mi razonamiento fue el siguiente: El agua desbordándose es lo que menos deseo enfrentar: cierro la llave, corro a ver el por qué del llanto del niño, lo tomo en brazos si es necesario, con él o sin él, pero ya sabiendo el por qué de su llanto, voy y abro la puerta; dependiendo de quién se trate lo invito a entrar y le pido me ayude con el niño mientras voy por la ropa (o viceversa). Si no le conozco le digo que espere afuera y regreso luego. Si lo del teléfono apura, volverán a llamar, me digo.

Listo, resuelto.

Interpretación: Rarísima, según mi razonamiento. La coordinadora pregunta:
¿quiénes decidieron que lo primero que hay que hacer es responder el teléfono?

Nadie

¿Quiénes fueron a ver al bebé?

Nueve

¿Quién fue a ver quién tocaba?

Tres

¿Los que optaron por correr a quitar la ropa del tendedero?

Dos

¿Quién consideró que cerrar la llave era lo más importante?

Uno

Hasta allí íbamos bien. Luego ella dijo: las personas que responden que el teléfono es lo primero, le dan más importancia al trabajo. Las que respondieron que el bebé: la familia es su prioridad. Si alguien eligió abrir la puerta, los amigos. Las que corren al tendedero consideran que el dinero es prioritario. Y, a ver, dijo ¿quién eligió la última situación como primera?

Levanté con inocencia mi mano.

Entonces, me dijo ella, tu prioridad en la vida es el sexo.

¿Me dio pena –preguntas?

No, me dio risa.

Yo no creo en los libros de superación personal. Ja.

.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Ahora llueve, aproximadamente a un metro de mi rostro está el cristal, allí veo cómo se estrellan las gotas, muy grandes, de este repentino manantial celeste.
Esta lluvia desesperada de verdad que trae una algazara sobre los techos, no se oye otra cosa más que su caída.

Y los truenos. Hermosos truenos que nos hacen estremecer. Asustan a los niños, a casi todos.

Aquí llega gente corriendo, huye del agua. Otros se van también a la carrera para no mojarse tanto. Los libros se saben protegidos y secos, nada les preocupa. Eso es la literatura.
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Lo demás es charco, lodo, resfriados, frío.

Esto es gozo.

Desde la puerta abierta me llega un aire muy fresco. Deseo oír a Chico Buarque. Y verlo.
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Es otoño, los amantes ya se fueron
las hojas de los árboles cubren el campo
sus voces amorosas ya no se escuchan
el verano ya se fue.”
(Cantaba en los sesenta Roberto Jordán)

¿qué decir de todo lo que querría decirte?. Puedo hablar de los árboles dedicados afanosamente a ponerse de amarillo, de cómo estos árboles se mueven con esmero, de cómo arriba de ellos el cielo no decide qué color ponerse, de cómo la posibilidad de lluvia se nos viene y se nos va, del calor que ya casi no...
sólo te beso
.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Escribir es recordar
Carrizos Rojos (7 y último)

Apuntes para una carta desde Navachiste

Para Luis. Para Casildo. Para Joel.
Y la Maga, Artemio y Marco


Uno
Ayer se nos cayó la noche encima.
Con estruendo. Como carcajada líquida se nos vino arriba con evidente sobresalto de Casildo que se entumía sobre la arena dura, tostadito y envuelto en la modorra.
Ayer que la noche estuvo tapándonos la vida, llegó esta carta, te la empiezo.

Dos
Un abrazo para Ugo en su cumpleaños.
En Tijuas, sin sax ni clarinete.
La luna se levanta.
Aquí no lloverá.
Lástima de nube que jamás.


Tres
No puedo hablar del todo en esta lluvia seca que es el mar sin olas. La lengua necesita remos para avanzar a tumbos por la sedienta arena.
Al cantar tartamudeamos.

Cuatro
Estuvimos esperándola por más de dos horas.
Todos queríamos bailar. A la Maga el cabello se le hacía espuma con la música y la luna no llegaba.
Aguardábamos sentados en la arena dulce, viendo el mar oscuro y silencioso, aventándonos la duda con la mirada.
Ya era mucho tiempo, queríamos bailar y la luna no llegaba.
Todos sufríamos.

Cinco
Llegó al fin y luminosa, traía los aretes perfumados.
La abrazamos con fuerza antes de iniciar el baile. Estuvo con nosotros casi toda la noche.
Nos gustó movernos con ella. Aún sobamos nuestros pies con deleite cuando la recordamos.

Seis
Nos escurríamos hasta el etcétera cuando la playa hablaba. Joel con la rosa colgada de los ojos y los demás llenos de aplausos voladores; mientras, el mar se esforzaba en dar un paso al frente, luego, en su cara veíamos pintado el retroceso, como gota transparente. A veces si que sus humedades ponían chispas en l piel del sol, tendido de espaldas en la Bahía de Navachiste.

Siete
Todavía no salgo de mi asombro, pero quiero ya meterme en este cielo que de pronto se nos hace mar y de repente playa. Quiero entrar por fin en el camino que nos lleve al azul sucio de esta tarde. Pero por más intentos que trenzo, aún sigo encadenada adentro de mi asombro.

Ocho
Luis parece que se nos va por ratos a la tristeza.
El cielo se le pone cerca cuando voltea por descuido a ver al pelícano. El desconcierto lo apresó ayer cuando se le extravió el atardecer de sus recuerdos. Este es otro, ahora Luis lo sabe, pero sigue con la tristeza rascándole la lengua.

Nueve
Los mezquites van contigo cuando avanzas a bañarte. Somnolientos se sacuden los mosquitos y emprenden contigo la aventura líquida: los vemos como te siguen, bostezando por la errante vereda que te lleva al pozo.
Tú no sabes que esas sombras que parecen adelantarse a tus pisadas, son mezquites que se han echado a cuestas la cada vez más difícil tarea de protegerte de tu soledad que ya casi te quiebra.

Diez
Al encender la fogata, la playa se volvía de papel. Para envolver los sueños y llevarlos a tu cama.
Junto con la leña ardiendo, pisándole los talones calientes, llegaba el humo y corría tras nosotros que nos íbamos de frente, la vista anclada en el mar.

Once
No sé a dónde se han ido las olas. Estarán con Enrique tal vez.
En este momento se miran en la luna, mientras colocan el sigiloso disfraz de saliva y escamas sobre el rostro esperanzado.
Luego se irán a la feria.
A comer algodón de azúcar recogido en los días anaranjados del verano.
A las olas les eriza el corazón subirse a la rueda de la fortuna y como Enrique lo sabe, seguro que las lleva y monta con ellas… para mojar su cabello con espinas saladas. Como a él le gusta.

Doce
Al mar se le cayó el respiro. Pasmados nos miramos frente a él, esperando el menor indicio de su mítico retumbo. Y nada.
Solamente llega al caracol de nuestro oído el eco de su estático nadar. No lo creerías: el mar aquí no suena.
-¿Estaremos en el mar? –pregunta Artemio
-No sé –responde el silencio y se va.

Trece
Las pangas se ríen de nosotros.
Indefensos en la espera.
Marco dijo que el nivel del mar decrece con un ritmo proporcionalmente inverso al de la esperanza.
Todos le creemos, pero sin saber qué clase de sirenas nos llegarán con tal profunda creencia. Tampoco Marco lo sabe. Qué bueno.

Catorce
Más claro.

Te digo que hay tantas claridades que acongojan que una más no tuerce tanto el aire como supondrías.
Aquí el mar es lento y suda peces como suspiros de sal y brisa. No los comerías.

Ni el aire.
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Y quince (sólo para efectos de este blog):
Leer también es recordar.
.
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martes, 23 de septiembre de 2008

Escribir es recordar
Carrizos Rojos (6)

Ya te enviaré esta carta, cartota, en la que te quise decir mucho y sí, hablé un chingo pero quién sabe cuánto te dije y cuánto no. Los dibujos que hice de Carrizos Rojos no sé si te los mande porque están muy feos, lo pensaré… Estoy recordando un texto que leímos en una clase, hace poco, y del cual se me quedó grabada una imagen…

Se trata de un experimento acerca del aprendizaje en donde unos gatos aprenden a abrir una puerta. Lo que se demuestra es que aprenden mas rápido los gatos que miran a otros gatos que ya saben abrirla sin equivocarse… Pero mucho más pronto aprenden los gatos que también ven la demostración de unos gatos que no saben abrir la puerta y se equivocan y efectúan varios intentos; es decir, los titubeos observados ayudaron a los mininos mirones a aprender más de prisa, lo que echa por tierra aquello de que no se aprende en cabeza ajena –o por lo menos no se aplica en condiciones gatunas. Aparte de lo mal que te describí la experiencia (¿recuerdas la película “La noche de los mil gatos”?... jeje, pues nada que ver)

A mí todo esto me alocó un buen ¿te imaginas el cerebro de los pinches gatos, trabajando con zarpazos y maullidos? Y todo para aprender a abrir puertas que tal vez nunca tengan que abrir.

Esto de los gatos me recuerda a los delfines y a los pelícanos. Te decía antes de los perfiles milenarios que en todos los poemas aparecían y alguien también dijo que el perfil milenario lo tenía el pelícano (¡pobre!)… una noche estuvimos hablando de una manifestación que los pelícanos organizaron, desfilando, dando vueltas por la bahía, gritando consignas y con pancartas que decían: “No a los perfiles milenarios”
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Todo esto de la manifestación pelicanesca le dio vuelta al campamento, ya nadie sabía quién la había visto y había corrido la voz (yo creo que Elestiv se enteró y en apoyo solidario –con los pelícanos, claro- se piró), pero fue allí, con el Joel, la Maga y etcétera…
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Lo de los delfines es más serio. En las noches, sentados de frente al mar, allá al final del agua, donde empezaba a hacerse cielo, se veían luces, exactamente en la casi línea que divide ambas oscuridades mojadas; algunas luces estaban fijas, otras se movían… a veces eran cinco, otras hasta ocho o nueve, parecía que unas daban vueltas alrededor de algo.
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Bien, pensamos que se trataba de pangas con nocturnos pescadores, pensamos en lanchas de turistas, en delfines con collares luminosos (colocados por gringas manos, alguien dijo), en caballitos de mar, formados como carrusel de feria, en aviones que se equivocaban de cielo, en estrellas venidas a menos pateadas por otras más pudientes (la lucha de clases celeste)… estas luces nos dieron tema de conversación todas las noches… ¿y anoche que fue? Preguntaba Artemio por la mañana… nunca supimos.

En un pueblo cercano, ya de regreso de la semanita loca, conocí a Julio César, quien conocía todo por allí, sabe cómo se mueve el agua aunque sea salada, y le pregunté que si qué onda con las luces. Uh, dijo, de veras que estaban bien a gusto allá… Pues no, que según él, enfrente de donde estábamos, no había ninguna luz que pudiéramos haber visto, ni aviones, lanchas, pangas… Los delfines alo mejor sí, dijo seriamente… después se rió. Muy agradable, cuando te vea te contaré de él, me hizo sentir bien, me levantó el ánimo que para entonces andaba como estrellita pateada… luego te recuento.

Oye, abrázame, hace mucho que no me abrazas. Ni en sueños. Yo a veces sí que te abrazo, bien fuerte. Ya sabes de qué se trata cuando lo sientas.
Soy yo.
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lunes, 22 de septiembre de 2008

Conversación telefónica:

El problema no es hablar con los muertos, me dice Rafael
No, le digo yo: el problema es que los muertos nos contesten...

Y ya
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sábado, 20 de septiembre de 2008

Mi papá nunca lee este blog

para Máximo, para Pina
y para Hippie V.

Aunque decir nunca parezca exagerado… ¿qué es nunca?

es la negación
el hueco
la leche derramada
el doble de morir
pseudónimo de lo oscuro
el pulpo monstruoso que devora barcos de papel
la pelusa sin nombre que habita bajo la cama de los niños

(Nunca también a veces es sólo una palabra, que significa: “nunca. (Del lat. nunquam). adv. t. En ningún tiempo. 2. Ninguna vez. ~ jamás. loc. adv. nunca. U. en sent. enfático.”, como nos dice un diccionario (o dos, o tres… son algo repetitivos algunos diccionarios)

Puedo decir que mi papá a veces lee este blog, pero tampoco es cierto, pues parecería que digo que mi papá lee ocasionalmente este blog, los jueves, por ejemplo y eso no es así, ni lo lee los lunes, martes, miércoles, viernes, sábado ni domingos.
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Lo único acertado es que una vez sí, mi padre leyó este blog, un día que no recuerdo si era jueves lloviznado, martes de ventarrón, un pinche miércoles lleno de calor, un viernes embarrado de tedio, domingo esperanzado o un sábado de pachanga.
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Lo leyó una vez, por eso me atreví a decir que mi papá nunca lee este blog (tal vez deba quitar ese título y decir: mi padre sólo una vez que no recuerdo cuándo fue leyó este blog… hasta el tiempo debe uno cambiar cuando cambia el verbo. Otra versión: mi padre sólo ha leído este blog una vez… ese título me gustaría más porque permite suponer que hay posibilidades de que alguna otra vez, quién sabe cuándo, lo lea de nuevo)
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Es tan, tan fácil escribir. Lo que se dificulta un poco es escribir diciendo algo. Realmente complicado es escribir diciendo algo que sea importante. Es casi imposible escribir diciendo algo que sea importante y que además resulte interesante. (El grado de dificultad aumenta al parejo que las pretensiones… en este sábado espeso y tibiecito, yo no tengo muchas aspiraciones literarias. I’m sorry)

En un domingo cercano, lleno de anticipado otoño, en la sobremesa del desayuno, estamos mi papá y yo solos. Dice él, quien tal vez, algún día, lea esto, o algún otro post de este blog (me conozco tanto, si alguien se interesara y me empujara tantito, escribiría otros párrafos inocuos y vanos… no lo haré) que una vez, su mamá, Doña Fita –mi abuela- le dijo que fuera al “Puerto de Guaymas” una carnicería en la que trabajaba Miguel, “Maike” (¿Mike?), hermano de mi papá a traer una docena de huevos porque no tenían nada que comer… que a mi padre le parecía lejísimos y trayecto peligroso porque nevaba y había hielo y mucho frío.
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Dice que fue y mi tío Maike le dio los huevos (cargados a su cuenta, claro, considera necesario aclarar mi padre) y allí viene él con una bolsa de papel (no había de plástico, entonces, me dice), temblando y sintiéndose un héroe que trae alimentos a su familia. Ya casi para llegar al barrio (Cananea Vieja que se llamaba y aún se llama este barrio), al dar una vuelta, el agua, las suelas gastadas de sus zapatos y el hielo propiciaron una caída rápida y desastrosa. Levantó su humanidad del suelo, sin haber soltado nunca (órale, aquí está esa palabra) la bolsa y se fue con ella aferrada, llorando –cree, a su casa.
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Sólo dos huevos lograron salvarse del golpazo.
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Le pregunto cuántos años tenía… piensa y dice, mientras saca cuentas: aún vivía mi apá… mmm, unos 9 años (yo a mi vez calculo… mmm, 1942).
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Que si lo regañaron o castigaron, pregunto y dice que no, que se le consideró por las condiciones climáticas.
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Sonríe.
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Sólo una vez este blog ha sido leído por mi padre. Pero le gusta mucho contarme.
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De su vida.
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lunes, 15 de septiembre de 2008

Escribir es recordar
Carrizos Rojos (5)

La raza que venía del sur no se conocía de antes, entre ellos, digo, pero como venían en el mismo camión, allí, en el viaje, como que más o menos se vieron las mañas (es un decir), se hablaban entre ellos, se conocían por su nombre, pero no del todo.
El Chupio me regaló un dibujo que hizo en papel con tinta negra y gis rojo (“válgame, dijo el Luis, así que tiene gracia”). Lo conocí el martes, estaba tirada (yo) adentro de la carpa donde dormían Martha y Luis, después e un lunes muy especial, un calorón y esperando por la cerveza, y él llega y en cuclillas a la entrada (mi cabeza estaba precisamente en la “puerta”)me pregunta por la vidaloca, que si a cuánto y cuál de los dos números (Luis un día antes hizo la presentación de la revista) le recomendaba y platicamos un montón, es de Michoacán, tiene un acentito padre, muy rico. El caso es que se quedó te digo como dos horas, compró los dos números de la vidaloca y en la noche volvió. Llegaba muy callado, se ponía junto a mí y allí se quedaba. Íbamos a su campamento a veces por provisiones (los lúmpenes o malditos nunca tenían cerveza pero enterrados en la arena tenían galones de curado de almendra, cosas, cosas así) Yo le daba de mi cerveza porque después de una… mmm..., pendejada, gachada, algo que nos hicieron algunos mamones, la cuestión de la cerveza fue una cuestión de honor, además nadie tenía para comprar (nosotros sí) y la panga nos surtía todos los días. Entonces, tomamos un acuerdo, ja, de que el que no puso no toma, “La Ética del Campamento”, dijo el Joel sentado arriba de la hielera. En las noches, cuando había un montonal de gente en nuestro campamento, pues sí estaba medio gacho que sólo nosotros bebiéramos ¿no? Pero tampoco podíamos invitarle a todo mundo, eran un chingo, así que aprovechando la oscuridad le dábamos al Marco a veces y yo le daba de la mía a Artemio que se llama también Chupio y se apellida Rodríguez; luego nos íbamos él y yo a su campamento por atrás de todos los otros, es decir por el lado de los mezquites no de la playa, cosa que a mí me parecía loquísima pero al Chupio le gustaba andar por lo oscuro (todos elestiv). Llegábamos al ala maldita y luego de intercambiar oro por cuentas preciosas nos regresábamos a veces mejor a veces peor. Luego te diré más de este maldito que me cayó muy bien.
Y aquí un poema que escribí viendo a Casildo esperar por la panga, mientras yo esperábala también pero viendo a Casildo que ya dije qué esperaba…


Describir una espera

Los vellos de su pierna derecha
parecen aquietar el azul
lejano
del mar

Los pies desnudos que casi ya se enraizan
en esta arena turbia
buscando una manera cruel de perecer

Calientes como el agua ensolecida
Sus manos transpiran amarillo

Junto a su rodilla
un machete airado se sostiene
de pie
pese a la ausencia de razones

Luego el mar
con su azulado balanceo
persigue con rutina laboral
el escenario

Las frustradas olas
con su casi soledad inmóvil
se mueren de mojada envidia
cuando nos miran
solitarios

Y la joden
empiezan a mover sus antenitas
remueven, cambian de lugar los muebles
las cortinas;
el color al mar le difuminan
las olas
cuando deciden
enfrentar su vida como gritos acentuales
en un diccionario roto

La panga no llega
y tus piernas prosiguen
silenciosamente
a la espera

sábado, 13 de septiembre de 2008

Por hacerte leer esto

Mariana nació ese año, era 1999. Pina vino a Cananea a conocerla, creo que en diciembre. Y en la noche, cuando ya todos incluyendo a mi niña, tan difícil de tranquilizar, tan pequeña, dormían, Pina y yo hablamos... poquito, en voz baja. Secreteándonos. No recuerdo que más dijimos, de qué hablamos antes, sólo sé que de pronto oí: "¿supiste que murió?" quién, quién, le dije con angustia porque sentí una espina en el corazón; una sin nombre pero dolorosa sensación de pérdida anticipada.

Humberto, dijo ella con toda la calma que vio hacía falta para decírmelo.

Lo vi por última vez en Tijuana, en 1995, en medio de una noche que recuerdo como cubierta de gasa y secretos, me llevó al Zacazonapan, y después tocó para mí algunas partes de una pieza con ese nombre que estaba escribiendo (¿componiendo?) y hasta hicimos planes de volvernos a ver, ven en vacaciones dijo, está conmigo dos semanas pidió… quiéreme otra vez. Nunca dejé de quererlo y se lo dije.
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Las palabras no son nada. De veras que no. Porque no volví a verlo.

En las horas de junio de hace dos o tres años alguien llegó de Tijuana y trajo un libro, a veces en un libro leemos el índice, la portada, la introducción... sin querer alguien me lo prestó y empecé con desgano por las dedicatorias... allí estaba su nombre, entre muchos otros a quienes se dedicaba el libro.

Pregunté al autor, le supliqué (así sentí, que le estaba suplicando) me dijera si él sabía cuándo, si sabía cómo, si sabía por qué y me dijo, que en los últimos días, meses estaba entrampado en la heroína y que ya ni se lo veía, que estuvo viviendo en un sótano con otros más... que lo cremaron, que se lo llevaron, que
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lo encontraron muerto un día. Pienso que murió solito y eso me duele como no me duele su muerte entera. Solo, él tan abierto a saber el porqué de las cosas, tiene que haberse dado cuenta de que ya era todo, de que hasta allí, de que ya nunca... ¿qué pensó?, quiso tener a alguien cerca, que alguien tomara su mano... nunca se puede saber nada de eso y quisiera, de verdad, hablar con él y preguntarle... decirle que miré a Evodio en Nogales y me preguntó por nuestro hijo, pinche Evodio, cuál hijo le dije (porque, de verdad: ¿cuál hijo?) y en la mirada le vi el dolor cuando le dije de su muerte...

y poder ver a Humberto y decirle que: el Oscar te soñó, Humberto, tal vez el día en que moriste, ese mismo día estaba él, persiguiéndote en un camino onírico lleno de magueyes, así me dijo muy preocupado al preguntar por ti…

Decirte, Humberto, que hace unas dos semanas estuve en Nogales y no quería, te lo juro, pero caminando por el centro, sin tener qué hacer, fui a dar al hotel aquel, qué feo está, sucio y ya no es el mismo aquel donde vivimos que, no lo niego, ya era viejo y feo, pero hoy… de pie frente a él, rodeada de basura y perros, revoloteo en la memoria y no creo mentir si digo que así no era, ni el hotel, ni el pasaje este, ni Nogales aún siendo todo lo que era se parece… ¿y tú, en qué te has convertido?
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viernes, 12 de septiembre de 2008

Cirquera

Íbamos mucho al baile, a los bailes. Mi hermana es mayor que yo por dos años y a ella no le daban permiso si yo no iba, podría decir que yo era su chaperona pero no es eso exactamente lo que era, así que no lo diré. Íbamos siempre un grupo de jóvenes, mi hermana, sus amigas... y yo. Todas nos vestíamos igual, pantalón de mezclilla, camiseta ajustada, casi siempre negra, variaba sólo el calzado, alguien con botas, tenis, zapatillas... variaba el maquillaje, labios rojos, rosas, ojos decorados con azul, verde, café, pestañas largas, rizadas, cortas, cabello rizado, largo, teñido, lacio... todas nos llamábamos igual, Alicia, y éramos de Naco... bailábamos mucho. Era el pretexto para acercarnos a ellos, los que se llamaban Héctor, Manuel, Raúl, Miguel... y platicar juntitas con ellos, y permitir que nos tocaran y poder tocarlos y sentir que respiraban cerca.

La música con grupos que tocaban piezas inolvidables por razones a veces por completo ajenas a la belleza musical, temas de grandes bandas, éxitos comerciales, Gracias, amor, La ¿Bamba?, piezas de Los muecas, Los Solitarios, Los Freddys, Ray Coniff, Los Terrícolas, rescatadas otras de los sesenta y hasta cincuentas.

Un día (noche) de esos (ésas), tocaban “Samba pá ti”, lleno total, no alcanzamos ni mesa; yo, sólo yo, de todas las que esa noche fuimos al baile, de pie (las otras, todas, bailaban) miraba bailar en la orilla de la pista, no podía decirse que estaba sola (era un gentío), aunque lo estaba. Se acercó un jovencito, guapo, alto, delgado, me dijo bailas, le dije no, gracias (era una chiquiona... Soy) y se quedó junto a mí diciendo qué bueno porque no se puede, hay mucha gente... lo miré de nuevo y en verdad era lindo, cabello un poco largo y claro, ojos color miel y dulces. Me preguntó mi nombre y no me llamé Alicia, le dije Isabel, yo me llamo Fidencio dijo y con mucha seriedad agregó ¿no me regalas tu nombre? Yo me molesté, complacida (esas contradicciones de la aún adolescencia); por su originalidad no lo olvidé cuando se fue (porque lo hizo antes de que la pieza terminara).

Lo vi el fin de semana siguiente, de nuevo no bailé con él porque llegó diciéndome adivina cómo me llamo, me llamo Isabel y por eso me negué a bailar. Lo vi tres cuatro cinco veces más, bailes sin fecha y sin nombre, noches en las que nunca bailamos… Y me contó una vez muy breve que se iría con el circo... no le creí.

El circo estaba en Cananea y fuimos un día de esa semana con mis papás mi hermana y yo. El maestro de ceremonias en un paréntesis de actos anunció que había una importantísima noticia que dar a los cananenses porque un hijo del mineral se iría con ellos a recorrer mundo...

Ya sabes que no sé por qué te ando contando babosadas, pero lo sigo haciendo. Los años pasaron, muchos años, y ahora aquel güerito lindo, delgado y de ojos dulces con el que nunca quise bailar se convirtió en "El novio de la muerte".
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Arrastra camiones con ganchos ensartados en su espalda. Se ha sepultado por horas para comprobar que a él la muerte no lo quiere aunque sea su novia y me pregunto si alguna vez me hubiera ido con el circo de haber bailado con él aquella una, dos o cuántas veces... me lo he preguntado cada vez que sé que se colgó del puente con sus ganchos casi extensiones, cada vez que se anuncia su espectáculo de dolor y aguante...

Hoy lo recordé porque me preguntaba cómo se llamará "Becho, el del violín"...Éste, era Bencho y no tocaba el violín.

No que yo sepa.
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jueves, 11 de septiembre de 2008

Nombres

Mi abuela paterna se llamaba Josefa, le nacieron muchos hijos, le vivieron ocho, algunos con nombres bellos como Miguel, Santiago, Angela, María, Juan Amado.
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Mi abuela materna era Isabel y también bautizó a algunos de sus siete hijos vivos con nombres lindos como Estefanía, José Israel, Álvaro, Santiago. A este último, mi tío, nunca lo vi como tal porque sólo era dos años mayor que yo.

Así que mi padre, mi tío y mi hijo se llaman Santiago.

Santiago, mi tío, nació muy distinto a sus hermanos, siempre recibió bromas pesadas tal vez bienintencionadas, no sé y ahora no importa, por ser muy moreno, más alto que ellos y de facciones bastante rudas, pero las sobrellevó tranquilamente. Creció y su rudeza se convirtió en atractivo para las mujeres. Le decían “Mascafierros” por su peculiar dentadura. Con diferentes mujeres, le nacieron algunos hijos, uno de ellos criado por mi abuela: Misael, siempre se afirmó que no era suyo porque era un niño delicado, rubio y bello, nació de Emma, prostituta (qué palabra tan pesada y cruel) que ya murió. Hace cinco años Misael se pegó un tiro en la cabeza, eligió morir adentro de su carro. Desde que nació vivía más solo que nadie, al morir vivía en la casa de uno de sus hermanos.

Mi tío Santiago, al que nunca le dije tío, un día no volvió, de eso hace casi veinte años. No volvió, aunque, aún ahora, mucha gente afirme haberlo visto. Su madre (mi abuela Isabel, que siempre lo esperó, que lo soñó y creyó lo que decían los que creían haberlo visto, la que en cualquier auto que se detenía un poco afuera de su casa, esperaba que Santiago hubiera ido a verla y que por razones que ella no entendía, no podía bajarse y abrazarla), murió, murieron tres de sus hermanos, murió Misael y él nunca volvió.

Mi madre tuvo que ir a Agua Prieta a ver cadáveres en varias ocasiones luego de que él no regresó una noche a dormir y nunca más a saludar, comer, dormir llegó. Fue y los vio, algunos sólo huesos, algunos putrefactos, otros aún con la humanidad por poco intacta pero muerta, y en ninguno de esos despojos encontrados en lugares perdidos halló a su hermano menor, aquel Santiago.

Creer que está vivo requiere de mucha ingenuidad, fe, y falta de sentido común.

Pensar en dónde fue que lo dejaron ha sido tema recurrente en varios de nosotros, su familia, en qué agujero, en qué pedazo de desierto, pozo seco, cómo se deshicieron de su cuerpo…

Sus hijos ya lo hicieron abuelo y yo lo veo en la última fotografía que de él tenemos: cortando plantas sanísimas, muy verdes y grandes, de mariguana en sabe dónde, con sus gafas oscuras y su inigualable sonrisa.
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miércoles, 10 de septiembre de 2008

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"Hay días en que me parece que, si tuviera a mano una buena pluma, buena tinta y buen papel, escribiría sin esfuerzo una obra maestra."
André Guide, en Diario(1889-1949)
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lunes, 8 de septiembre de 2008


No vaya a ser


A eso de las ocho de la noche me di cuenta: No me había visto en el espejo desde que me bañé, por la mañana.

Bueno sí. Pero malo, también.

En qué se está convirtiendo esta mi vida que deambulo, floto, paso junto a los muchos espejos de mi casa sin percatarme de la imagen que me acecha como el lobo obvio en el bosque a la caperucita. Dónde y cuándo extravié la alerta, el pendiente que siempre debe ser nuestro escudo, el paraguas para la llovizna, el ángel de la guarda en las noches de miedo, el duerme con un ojo abierto...

Tardé. Pero me di cuenta.

Me esforcé mucho en convencerme de que no importaba, invertí tiempo en encontrar razones para que el no ir frente al espejo fuera un hecho -no hecho- mínimo, cualquier cosa que omitimos hacer por descuido o negligencia, una fresa que no comimos, un bostezo charco que rodeamos para no empapar nuestra vigilia, la palabra que no dijimos y que nada significaba.

Aún así, la imagen me susurró argumentos, me dijo ven con su lengua bífida, me ronroneó como sirena, cantó canciones de maravilla y susto, me lazó con sus aromas, tuvo tentáculos para anclar los deseos, telarañas para atrapar anhelos. Tapé mis ojos, mis oídos, leí, caminé, subí, bajé, tomé café, escribí.

Inútil todo. Ahora, de pie frente a ella compruebo que no conozco a esa mujer que me mira y se asombra de lo que ve, nunca antes vi los ojos llenos de precaución que asoman en ese rostro ajeno a toda compasión. No la conozco, yo no soy ésa.

Es necesario, supe entonces, beber con fruición aunque también con asco la ración de espejo antes de dormir. No sea que nos vayamos de cabeza al sueño creyendo que somos lo que nunca hemos sido… No vaya a ser que abordemos otro barco, que besemos otra boca en sueños, no vaya a ser que no volvamos...
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