Decir: creer
Una esquina de pueblo minero. Saludo matutino (ambas mujeres): las manos en los bolsillos, frío.
- ¿Viste la desgracia del avión? (en las noticias apuradas, desesperadas e inmediatas después del acontecimiento, hubo énfasis en señalar que la máquina no era una avioneta sino un jet). Pobrecitos los muertos. Pobre el presidente, casi lloraba anoche.
- Ganó Obama (intercala segunda mujer, deseando cambiar de tema)
- En las escrituras lo dice –primera mujer de pronto tocada por la palabra-: un presidente negro y una sola moneda, el principio del fin está llegando…
- (Silencio de segunda mujer)
- La santa de Cabora también lo dice: cuando en Cananea aparezca un oso en primavera (ya eso pasó y no una, varias veces, aclara emocionada).
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- (En silencio, la segunda mujer asiente)
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- Cuando muera el cordero morirán tres lobos..
- No entiendo –pidiendo que ya cese de predicar en el desierto la primera mujer aunque la segunda sienta pena de dejarla hablando sola.
- Los corderos están muriendo desde hace mucho tiempo, pero los lobos cuándo morirán –con más fuerza y poquito más volumen- Cuando vayamos al mercado con una carretilla llena de billetes y no logremos comprar ni un tomate, sabremos que el fin se acerca…
-Ya tengo que irme -intempestivamente- gusto de verla. Hasta pronto.
A veces parece que la gente ni idea tiene de lo que dice. A veces parece que la gente cree lo que dice. A veces lo que la gente cree, uno no puede oírlo.
A la otra me taparé los oídos, mamá, dice Mariana, me asustó eso que dijo la señora. Estupenda decisión, mi amor, le digo yo (que me tocó ser la segunda mujer en esta inofensiva y desabrida obra en un acto), pero no te asustes por lo que creen los demás. Mira, yo no creo y tú tampoco tienes por qué creerlo, le digo, sabiendo que miento.
Ah, qué –casi enojada- pero es que me dio miedo.
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