martes, 10 de febrero de 2009

Duras teclas

Ayer. Las siete de la tarde, hora de cerrar. Voy a la parte trasera de la biblioteca, llena de ventanas (enormes y diez), grande y fría, allí está la caja de controles de la energía eléctrica. Apago todo. Oscuridad repentina, tenue sobresalto. En la ventana a mi izquierda acontece una luz (la luz acontece? No sé, pero suena bien)… súbitamente me asusto y pienso se está quemando un árbol (cosa que viéndolo bien, sería algo ¿grato, ingrato, digno, indigno...? de verse).
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Ningún árbol se quema, percepción equivocada. De inmediato corrijo y digo pinche luna me asustaste. Enorme, retadora desde sus llamas frías, ella me mira tras las ramas secas de arbolote.
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Varias personas, lectores deshorados (debería existir esta palabra ¿existir?… ¿digo, luego existo, diría la tal que no es palabra?), comentan de la nieve que viene, llegará me dicen, cúbrete muy bien esta noche.
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Salimos y en el cielo nada. Ninguna señal oculta ni evidente de una nieve largamente anunciada. Las estrellas con su obviedad brillante parecen negar la posibilidad ¿nívea? Ni una nube.
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Frío. Viento muy frío. Descubro que la pequeña ventana de mi recámara está ¡abierta! (signos exclamativos casi innecesarios, pero no del todo, sobre todo si consideramos el viento superhelador que afuera corre, vuela y se acelera, jeje) Sobre el rebozo y el zarape que funcionan de cortina pongo una cobija, de bebé pero san marcos… el aire sigue colándose y mueve las tres pesadas barreras que he puesto para detenerlo. Toda la noche tengo (tuve, tenía mientras afuera algo nació) frío.
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Hoy ha nevado.
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Empezó tal vez de madrugada, sin hacer ruido como la nieve acostumbra, llegó y se fue acomodando, copo a copo sobre todas las cosas.
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No hubo clases, lo dijeron a las 5,30. A las 8 aún nevaba. Mariana jugó como rehilete gritador, se empapó, heló y pareció que la nariz se le caería, construyó una torre Eiffel que intentó ser un muñeco de nieve (o viceversa) Entró y se acurrucó, es más feliz desde entonces.
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Durante todo el día la nieve se derritió de prisa por sol redondo (y colorado, cantaba el José Luis, “Loquito” Ojeda) Son las seis de la tarde y la nieve y el agua que de ella salió (no es tal, pero eso creemos, las metamorfosis líquidas son complicadas) está en feroz proceso de convertirse en el hielo que esta noche hará que soñemos ser habitantes de un iglú cualquiera.
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Los dedos que aporrean (te leí, Sylvia y yo nunca he borrado letras de las teclas, ¿alevosa, abusiva? Te dejo aquí un abrazo), el teclado están rígidos, helados y adoloridos.
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Pero no tanto como para no poder poner un punto y terminar (tres verbos en infinitivo en este pedacito... y eso que no conté cuántas veces dije frío, tendré que culpar a los temblores friolentos, jaja) este nevado texto, aquí está: .
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2 comentarios:

Pina dijo...

¡ay tu nieve, Fita!
¿qué sería del acto de nevar sin ti?... quiza nada, pero cómo encanta esa manera de narrarla

gracias por ella
me recuerda la de aquella tarde en que llegué a "leer" poemas y nos acabamos un paquete de té de yerbabuena (o hierbabuena, que igual se vale)que estuvo riquísmo.. aún puedo percibir el olor de ese té a través del recuerdo.

un abrazo que tibie

Anónimo dijo...

neva copo a copo (poco a poco)...yo sigo sin ver nevar. afortunadamente tus descripciones me hacen saber cómo es.
opinocomolapina. el acto de nevar siempre es mejor leerlo de ti.
saludos desde un lugar donde nunca neva: chiapas.
Navo