soy un higo
humedecido por la lluvia
y derramo miel
mientras espero
lunes, 30 de julio de 2007
miércoles, 25 de julio de 2007
martes, 24 de julio de 2007
Nos convertimos en superficies resbalosas. No creemos en nada. Somos un espacio en el que ni la lluvia se detiene. Sólo sabemos de la muerte. Y no queremos. A pesar de que es lo único que podemos detener entre lo que corre y va deslizándose en el tiempo, en esto que somos, en lo que nos convertimos con el llanto. No queremos morir. Y moriremos. No podemos deshacer tan grande y cimentada creencia.
lunes, 23 de julio de 2007
Y llega la lluvia tras de mí.
Mientras caminaba ni cuenta me di que traía todas las gotas corriendo, anhelosas (opciones: ni yo lo creo, o sólo yo lo creo) de alcanzarme.
Luego llega Alma, mi amiga, que habla conmigo (aunque yo hablo poco), me encanta (¿encanta?.. no sé: me gusta, pero más que eso) oírla y pescar de entre el río de su voz palabras, frases y me digo mientras la oigo que desearía escribir esto y aquello… pero a veces mi anzuelo se rompe o la red se me llena demasiado y no puedo deshebrar a tiempo lo que he pescado y todo se me convierte en un mazacote lingüístico, otro río al que no puedo llegar.
Y Alma se va y sigo escuchando la lluvia y un gato llamado Hugo, las mujeres complejas (que no complicadas), los amigos hombres, el ángel de la Guarda sin pecar, la literatura y la pornografía… y el agua cae como si todo este temario no le importara en lo absoluto, cosa que sospecho es cierta.
A nadie esto le ha de importar, ni a Alma, parece, que se fue tan quitada de la pena después de lloverme encima todas sus palabras dulces que me empapan de dudas y de ganas de escribir sobre los caballos salvajes y la suerte de los muertos, y el pan de levadura...
Creo que a mí sí. Me importa mucho.
Mientras caminaba ni cuenta me di que traía todas las gotas corriendo, anhelosas (opciones: ni yo lo creo, o sólo yo lo creo) de alcanzarme.
Luego llega Alma, mi amiga, que habla conmigo (aunque yo hablo poco), me encanta (¿encanta?.. no sé: me gusta, pero más que eso) oírla y pescar de entre el río de su voz palabras, frases y me digo mientras la oigo que desearía escribir esto y aquello… pero a veces mi anzuelo se rompe o la red se me llena demasiado y no puedo deshebrar a tiempo lo que he pescado y todo se me convierte en un mazacote lingüístico, otro río al que no puedo llegar.
Y Alma se va y sigo escuchando la lluvia y un gato llamado Hugo, las mujeres complejas (que no complicadas), los amigos hombres, el ángel de la Guarda sin pecar, la literatura y la pornografía… y el agua cae como si todo este temario no le importara en lo absoluto, cosa que sospecho es cierta.
A nadie esto le ha de importar, ni a Alma, parece, que se fue tan quitada de la pena después de lloverme encima todas sus palabras dulces que me empapan de dudas y de ganas de escribir sobre los caballos salvajes y la suerte de los muertos, y el pan de levadura...
Creo que a mí sí. Me importa mucho.
martes, 17 de julio de 2007
Hay algunas cosas que no creo que sepas.
¿Sabes cuáles son las criaturas más largas del reino animal?
(alguna ha llegado a medir 40 metros)
no sabes que me caí de una cama a los diez años,
que no puedo oler
no sabes que lloré en una rueda de la fortuna a los 15
no sabes que me gusta chupar la miel de las madreselvas
que amo los truenos y oír las chicharras en la noche
que conocí a Evodio ojos de serpiente
que bailé con Mirna en una triste tarde de octubre
no me gustan las rosas ni los claveles
que mis rodillas tienen muchas cicatrices porque de niña me caía y me caía
no puedo concebir que los muertos estén muertos y espero aún ver a quien ya es polvo o ya es ceniza, o huesos o quién sabe qué
que guardo collares que mi abuela Isabel me regaló hace más de treinta años y nunca he usado, ni usaré
que tengo un lunar en la palma de mi mano izquierda
que no me gustan las peras
que tengo un lunar en la palma de mi mano derecha
Son los sifonóforos y todo lo demás que te conté tampoco importa
¿Sabes cuáles son las criaturas más largas del reino animal?
(alguna ha llegado a medir 40 metros)
no sabes que me caí de una cama a los diez años,
que no puedo oler
no sabes que lloré en una rueda de la fortuna a los 15
no sabes que me gusta chupar la miel de las madreselvas
que amo los truenos y oír las chicharras en la noche
que conocí a Evodio ojos de serpiente
que bailé con Mirna en una triste tarde de octubre
no me gustan las rosas ni los claveles
que mis rodillas tienen muchas cicatrices porque de niña me caía y me caía
no puedo concebir que los muertos estén muertos y espero aún ver a quien ya es polvo o ya es ceniza, o huesos o quién sabe qué
que guardo collares que mi abuela Isabel me regaló hace más de treinta años y nunca he usado, ni usaré
que tengo un lunar en la palma de mi mano izquierda
que no me gustan las peras
que tengo un lunar en la palma de mi mano derecha
Son los sifonóforos y todo lo demás que te conté tampoco importa
viernes, 13 de julio de 2007
Este lo escribimos al alimón hace años, en La Bahía de Navachiste, Sinaloa, Joel Verdugo y yo:
Carta para decirte que:
El mar se nos está
creyendo cielo
Alberga recipiente
las estrellas venidas a menos
y al sol cuando se pierde
El mar llena su espacio
y algunos hipocampos se encabritan
y se arma el carrusel
La música no suena
El mar se nos está volviendo cielo
ya pone el azul en cada espejo
cuando firma
El mar de pronto se nos hizo
cielo
a punto de llover
Ya truena
Pd: en vacaciones ahora
seremos
astronautas
Carta para decirte que:
El mar se nos está
creyendo cielo
Alberga recipiente
las estrellas venidas a menos
y al sol cuando se pierde
El mar llena su espacio
y algunos hipocampos se encabritan
y se arma el carrusel
La música no suena
El mar se nos está volviendo cielo
ya pone el azul en cada espejo
cuando firma
El mar de pronto se nos hizo
cielo
a punto de llover
Ya truena
Pd: en vacaciones ahora
seremos
astronautas
martes, 10 de julio de 2007
Ay, los gatos (gatas) que en la noche lloran como mujeres a quienes se les ha ido un ser querido…
Imposible saber cuándo escuché por primera vez esa canción. Si fue desde esa vez primera que aquel grito me sobresaltó es muy probable:
"Hace tiempo que no he vuelto a verla
y ya no sé qué será de Noelia.
Por la noche la busco en la playa
y en el silencio yo grito:
¡ ¡ N O E L I A A ! !” *
A mediados de los setenta (siglo pasado ¡caramba!), en Nogales, una noche estuvimos mi hermana, mi prima y yo (niñas aún las tres) asomadas a la ventana que daba a la calle, oyendo primero el ruido de cajas y botes de lámina que eran pateados y tirados desde lejos, hasta que vimos a Pedro, aquel lindísimo muchacho de barba y cabello largo recogido siempre con cuidado en una cola: corría de un lado a otro, buscando a Ana, su novia, se asomaba a los corrales, hurgaba entre los matorrales, jalaba las ramas de los mezquites, lloraba, su cabello libre y despeinado volaba junto con su cabeza alucinada que ahora buscaba algún rastro, adentro de depósitos de basura, levantaba piedras, escarbaba buscando el olor… no olvido su grito antes de que la policía llegara a llevárselo: ¡¡¡ANA!!! Me llenó de pánico. Porque el amor.
Han pasado muchos años de aquello (no necesitaba decirlo). Hace unas noches platicaba afuera de mi casa cuando de pronto desde un auto que pasó, con desgarrada voz -no exagero-, gritaron: ¡¡¡MARÌA!!!
Lo que más me incomoda es saber que la sensación es la misma, igualita, es temor de que alguna vez escuche mi nombre gritado con tal angustia, es incertidumbre de no entender por qué alguien puede gritar así a quien ama, es un vuelco en el interior, el estremecimiento, la amenaza (“No sé qué hará ni si vendrá / mas yo la espero.”*)
*“Noelia” (A. Algueró / A. Guijarro), cantada (¡Oh sí!) por Nino Bravo
Imposible saber cuándo escuché por primera vez esa canción. Si fue desde esa vez primera que aquel grito me sobresaltó es muy probable:
"Hace tiempo que no he vuelto a verla
y ya no sé qué será de Noelia.
Por la noche la busco en la playa
y en el silencio yo grito:
¡ ¡ N O E L I A A ! !” *
A mediados de los setenta (siglo pasado ¡caramba!), en Nogales, una noche estuvimos mi hermana, mi prima y yo (niñas aún las tres) asomadas a la ventana que daba a la calle, oyendo primero el ruido de cajas y botes de lámina que eran pateados y tirados desde lejos, hasta que vimos a Pedro, aquel lindísimo muchacho de barba y cabello largo recogido siempre con cuidado en una cola: corría de un lado a otro, buscando a Ana, su novia, se asomaba a los corrales, hurgaba entre los matorrales, jalaba las ramas de los mezquites, lloraba, su cabello libre y despeinado volaba junto con su cabeza alucinada que ahora buscaba algún rastro, adentro de depósitos de basura, levantaba piedras, escarbaba buscando el olor… no olvido su grito antes de que la policía llegara a llevárselo: ¡¡¡ANA!!! Me llenó de pánico. Porque el amor.
Han pasado muchos años de aquello (no necesitaba decirlo). Hace unas noches platicaba afuera de mi casa cuando de pronto desde un auto que pasó, con desgarrada voz -no exagero-, gritaron: ¡¡¡MARÌA!!!
Lo que más me incomoda es saber que la sensación es la misma, igualita, es temor de que alguna vez escuche mi nombre gritado con tal angustia, es incertidumbre de no entender por qué alguien puede gritar así a quien ama, es un vuelco en el interior, el estremecimiento, la amenaza (“No sé qué hará ni si vendrá / mas yo la espero.”*)
*“Noelia” (A. Algueró / A. Guijarro), cantada (¡Oh sí!) por Nino Bravo
lunes, 9 de julio de 2007
Podría decir cualquier cosa. Hablar de personas que tal vez no conozco (o que sí). Pudiera decir de fantasmas, de caballos, de títeres extraviados. Tal vez intentar hilvanar un diálogo nocturno con la hoja, con la tinta, con la soledad. Decir que es medianoche y escribo mientras escucho a Chavela vargas…
Pero llueve y no puedo. Las gotas cayendo se escuchan como húmedos y perturbadores rezos y en la ventana la cortina cuando vuela trae consigo gotas minúsculas que pican en las piernas desnudas y el aire mojado mueve las campanas y no puedo escuchar y preguntarme por qué “ya ni llorar es bueno / cuando no hay esperanza / ya ni el vino mitiga…”
Oigo llover como insecto que se mete en un charco, temerariamente, dejando la vida y el mundo detrás. Sólo la lluvia y “yo no sé qué será de mi vida / que de mí no se acuerda ni Dios /ay, pobres de mis ojos / cómo han llorado / por su traición…”
Llueve y no puedo ni siquiera preguntarme el por qué de la dramática selección musical ¿quién me tiene escuchando letras tan dolientes y sin traguito mediador (o propiciador)? Tal vez fue la promesa, la caricia de lo nublado, los hermosos truenos, el relámpago, “aquel amor que destrozó mi vida / aquel amor que fue mi perdición / dónde andará la prenda más querida/dónde andará aquel, aquel amor…”
Llueve. La lluvia me concede escurrirme en arroyos oníricos, gotear desde los techos, sentir que soy bebida con ansia por la tierra seca de las macetas; ya no oigo esas làgrimas que parecen derretir las bocinas con su sal tan dulce... tal vez con su arrullo hasta pueda dormir escondida adentro de un pedazo de agua...
Pero llueve y no puedo. Las gotas cayendo se escuchan como húmedos y perturbadores rezos y en la ventana la cortina cuando vuela trae consigo gotas minúsculas que pican en las piernas desnudas y el aire mojado mueve las campanas y no puedo escuchar y preguntarme por qué “ya ni llorar es bueno / cuando no hay esperanza / ya ni el vino mitiga…”
Oigo llover como insecto que se mete en un charco, temerariamente, dejando la vida y el mundo detrás. Sólo la lluvia y “yo no sé qué será de mi vida / que de mí no se acuerda ni Dios /ay, pobres de mis ojos / cómo han llorado / por su traición…”
Llueve y no puedo ni siquiera preguntarme el por qué de la dramática selección musical ¿quién me tiene escuchando letras tan dolientes y sin traguito mediador (o propiciador)? Tal vez fue la promesa, la caricia de lo nublado, los hermosos truenos, el relámpago, “aquel amor que destrozó mi vida / aquel amor que fue mi perdición / dónde andará la prenda más querida/dónde andará aquel, aquel amor…”
Llueve. La lluvia me concede escurrirme en arroyos oníricos, gotear desde los techos, sentir que soy bebida con ansia por la tierra seca de las macetas; ya no oigo esas làgrimas que parecen derretir las bocinas con su sal tan dulce... tal vez con su arrullo hasta pueda dormir escondida adentro de un pedazo de agua...
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