uno puede ir por el mundo, jaja, o por el pedacito de mundo donde le tocó vivir (dice Cristina Pacheco) creyéndose inmune a lo que los demás piensen. De uno, claro.
Y así (por ejemplo), un tipo, con quien nunca he intercambiado palabra alguna, de no tan peores bigotes pero fuera por completo de cualquier expectativa que yo pudiera tener al respecto, me detiene en la calle y dice que como estoy sola me invita a vivir con él, me anuncia todo lo que cree saber de mí y casi me espanto al oir los planes que para nuestra vida en común ha maquinado, pero decido que puedo tener concha que me cubra, que haga resbalar todos esos espantajos ideáticos, ideosos, ideales, idealistas, idiomáticos... y le digo que no, gracias.
y una mujer desconocida se cree con el derecho de preguntarle, casi reclamarle a una por qué se cortó "su cabello, tan bonito" y balbucea respuestas uno como si no supiera el porqué (¡habráse visto!)
y así, la gente que ve cómo una camina, va y viene, hace y deshace, puede porque cree que debe, conjeturar (conjeturear, fabular) y cree que si uno camina en soledad es porque no tiene con quien caminar (que puede ser cierto y también puede no serlo) que si uno se viste como se viste es porque es lesbiana (¡hágame el cabrón favor con tal deducción!) como si el respirar le diera a cualquiera el derecho opinar en cuanto a preferencias ajenas, sexuales o no... gente que deduce el signo zodiacal por la manera cómo uno va sorteando los charcos o metiendose en ellos
La gente cree que una es muy seria, que es muy sangrona, que está loca, que está sorda, maniática, frenética, pasiva, peligrosa, solemne, que es poeta (¡jajaja! no falta quien lo piense)
Llega el momento en que todo esto, uff, cuánto fardo, ouch, qué lastre, huy, anclas, garras, ventosas, telarañas, pegamento, cómo se las quita uno de encima
no basta, como pareciera, ser inmune o ilusionarse con serlo. Ni decir con convicción me vale madres aunque nos valga (porque la verdad qué importa lo que todos piensen y digan y supongan)
Pero
el asunto es que la mala vibra es pelusilla, estorbo, musarañas, y no hay lobo capaz de soplar con tal prestancia y raudo que pueda echar la puerta abajo
y uno anda por este pedazo de mundo como en aquella película de terror tal vez japonesa donde un fantasma vengativo habita sobre los hombros del asustado galán
hagan de cuenta
.