jueves, 16 de abril de 2009

Tercera edad
martes, 20 de febrero de 2007, para Carlos

Es, creo, la posibilidad que ofrezco. y casi siempre suelo entregar, de escuchar, lo que ha hecho que la vida me obsequie con amigos que sobrepasan los ochenta, los noventa años.

Conocí a Don Luisito hace ya más de un decenio, le gustaba llegar a visitarme a la biblioteca, a platicar, a contarme cosas de viejo, decía, hombre agradable y dulce que recordaba sus tiempos de iniciación a la música, la revolución en Cananea y de su infancia le pedía yo siempre que repitiera una anécdota de cuando en estas calles del pueblo jugó a las canicas con Lázaro Cárdenas, entonces un muy joven militar a caballo… Murió en Hermosillo.
Ahora, paso por la casa de Don Luis Mendoza y por las ventanas del frente se ve hacia adentro cómo derribaron las paredes y quedará sólo un cuarto grande donde serán las oficinas del Registro Civil. Su casa…

Don Erasmo tenía un carácter fuerte. Publicó varios libros y gustaba de hablar de su vida en Nuevo León, de su profesión de abogado que fue lo que lo hizo llegar y quedarse en Cananea. Escribí para él un prólogo porque publicaría dos libros más, uno de cartas y otro de anécdotas laborales y personales… Hombre meticuloso que guardó durante toda su vida la correspondencia que enviaba y recibía, las fotos, los libros, todo ordenadamente, con un cuidado que hablaba de amor por la historia y por su pasado, la familia. En verano me regalaba duraznos de su huerta. Luego de una desafortunada caída que transformó su vida de nonagenario totalmente capaz de valerse por sí mismo, dejó de caminar, aún en tres ocasiones una persona lo trajo para que hablara conmigo. Después murió.
Me contaron que una de las hijas de D. Erasmo Lozano Rocha llegó y se deshizo de todas sus cosas de la peor manera, sacó libros, documentos, fotos, cartas… a la calle, como si basura fuera. Y así, tal vez, la recogieron y se la llevaron…

Doña Lala amó las flores, ya tenía más de noventa años y cuidaba su escarpado jardín en andadera y con su envidiable ánimo. No te hagas vieja, mijita, me decía, te la vas a pasar como yo, llorando. Murió y sus flores no se dieron cuenta.
Su casa me sigue quedando cerca, está abandonada, la venden , el jardín seco y entristecido, todavía en la pasada temporada tuvo flores gracias a las lluvias, pero hace días algunos niños que de seguro no saben del amor de una anciana por ese pedazo de vida, le prendieron fuego… tal vez reverdezca…

Don Eloy fue un hombre fuerte que según él me decía, al levantarse, con noventa años ya, lo primero que hacía era ejercitarse; leyó mis poemas y dijo que eran eróticos y que le gustaban por eso, lo decía con una sonrisa pícara que aún veo. Murió hace pocos años.
Hace una semana, la casa que perteneció a Don Eloy Bustamante se quemó, pasé cada día de esta semana y vi en el suelo fragmentos tiznados de fotos en blanco y negro, pedazos apelmazados de lo que fueron libros, confeti de revistas amarillentas, ropa, muebles, cenizas de la vida de ese hombre que fue una fuente de recuerdos…

¿Qué más puede uno decir?
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

qué lindo, Fita.

nadie hubiera dicho como tú con tal elocuencia tan ricos detalles, como ese de "En verano me regalaba duraznos de su huerta".

gracias... decirlo asi es una manera de estar contigo platicando hasta que el sueño de la noche-madrugada nos detenga las palabras.

abrazos con un viento heladísimo (ah, verdad!, creiste que sólo en Canapas hacía un viento con bajas temperaturas... pero no)

Buch dijo...

Tienen que ir llegando otros ¿no? NO sólo va a ser irse, irse e irse.

jose fá dijo...

anónima... hace mucho que no hablamos así como dices, hasta que el sueño nos enmudezca a webo. Me percaté, no creas que no, que el viento anda cabrón por todas partes, ya me dijo Santiago desde Durango también (pero aquí más, jajaja)... extraño tanto aquellos duraznotes, jugosos, dulces... se me hizo agua la boca, je

Buch,Francisco Javier: pero, entonces ¿todo va a ser llegar e irse, llegar e irse...? La vida como un blog al que llega la gente y del que se van, todos, irremediablemente. Un abrazote hasta tus vientos tan lejanos (aunque ni tanto, en un globo terráqueo te ves muy cercano)