martes, 7 de abril de 2009

Treintaitrés

La he visto en fotos blanco y negro, fotografías familiares, siempre con expresión adusta, disgustada. No le gustaba su nombre, me cuentan. Le decían Fenny

De ella sé que “era mala” me dice alguien recordando una infancia común, “nos encargaban con ella porque era la mayor y nos maltrataba. Recuerdo cuando nos peinaba, nos daba unos jalones muy crueles, nos hacía llorar.” También que fue muy rebelde y noviera, que se iba sin permiso del padre… que la castigaban por ello.

Se casó, le nacieron hijas, unas murieron… marido infiel que la orilló a actos desesperados, de celos y amargura, de violencia. Hombre que no la hizo feliz.

Otros hombres inútiles, otras hijas y por fin, el niño, el hijo que, sabe por qué (¿puede alguien no intuirlo?), anhelaba tanto varón. Y al final, otra niña.

Tuvo diez hijos, le vivieron cuatro mujeres y un hombre.

Y uno creería que estamos hablando de una mujer de más de cuarenta…

Enfermó. Entre tantas historias que uno oye desde niña, que lee, que inventa, no hay nada igual a la imagen de mi abuela Isabel caminando por el cañón reseco de los arroyos prehistóricos del pueblo polvoriento donde vivieron sus últimos años. Caminando y recogiendo, mientras llora, los trapos ensangrentados que ha dejado tirados su hija mayor, Estéfana.

Cuenta mi mamá que, enferma, pedía comer dulce, quiero capirotada dijo un día de cuaresma, ella que nunca había gustado de los alimentos dulces. Fue rápido, unos meses de sufrimiento… mi mamá fue con ella en la ambulancia que la llevaba de Cananea a Hermosillo. Mucho, mucho antes de llegar, murió. Mucho antes de vivir ya estaba muerta.

Me recuerdo niña, viendo el ataúd en la sala de mi casa cuando la velaban. Abril 2, el día que cumplió 33 años, ella, mi tía Fenny, murió. La menor de sus hijas sólo tenía un año.

No debería escribir esto, lo sé. No es falta de respeto, de verdad. Es que me parecen chingaderas esas maneras de llevar o ser llevada por la vida, tanto dolor.

Porque hay dolores que producen, que nos obsequian. Dolores que matan pero después de una vida plena, llena tal vez de satisfacciones. Pero ella, puro dolor, carencia, sólo sufrimiento.

Llanto.

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1 comentario:

Pina dijo...

¿por qué no, Fita?
de hecho, personalmente pienso que escribir sobre ello es una manera de liberarlo... de liberarla

en fin, hoy se fue Mari Trini y con ella muchos momentos nuestros de disfrutar sus canciones, esas que nos llevaron a conocer también el mundo; la vida.

un abrazo de abril