martes, 9 de junio de 2009

Para Emilia, y para su madre que está sufriendo tanto

Ayer. Pasadas las seis de la tarde. El lugar por el que caminaba en ese momento provocaba voltear a ver la grandeza de las montañas a lo lejos. Y en la Mariquita, a la mitad de su falda se veían las llamas, rojas, enormes (sé que lo son porque a pesar de la lejanía se alcanzaban a ver)… el humo salía café, a ratos blanco… hectáreas y más hectáreas de pinos, pastos secos quemándose. El cielo nublado. Pensé en las pocas posibilidades de que el fuego se apagara con una lluvia tan remota.

A escasos minutos, cinco, diez, de mis pensamientos, la lluvia llegó, gotitas leves primero, luego más fuertes y empapadoras. Me dio mucho gusto pensar que el incendio forestal se apagara. Porque alguien que pasaba dijo gracias a Dios que llueve. Reflexioné.

Por eso se cree en la vida eterna, porque se desea un mundo mejor.
Porque no puede concebirse que el dolor no tenga recompensa. Porque no logramos admitir el sufrimiento en un niño que muere, esa chingadera no es concepto asimilable

Por eso se piensa que los niños muertos serán ángeles.

Por eso abrazamos a las madres.
.
Por eso rezamos.
.
Y creemos.
.

3 comentarios:

Abril Lech dijo...

Me ha llenado de tristeza leerte. Me uno a la plegaria silenciosa...

jose fá dijo...

Ay, Abril, ni sabes qué tragedia

El viernes 5 de junio se incendió una Guardería en Hermosillo, Sonora y murieron 46 niños, de meses a 3 años de edad. Otros están graves...

Y sí, recemos por los niños que murieron y los que sufren por las quemaduras

recemos mucho por las pobres madres que perdieron a sus hijos

Buch dijo...

LO vi en la tele. Niños muertos, no conozco nada más seco, más terrible.