jueves, 23 de julio de 2009

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Ayer:

Lo creí posible, pero no cercano.

Por no dejar, tomé el paraguas al salir, sólo caminé unos metros cuando grandes y espaciadas gotas me invitaron (empujaron, aventaron) a abrirlo. Los hermosos truenos retumbaban (los truenos retumban, el reloj tictaquea, el galllo quiquiriquea… un trueno es un retumbo, tanto así diptongueo?)

Me dije: Sí que llego (¿si que llegas, me diría?) Pero no. A medio camino hube de detenerme (tan fácil decir: tuve que detenerme, o más fácil aún: me detuve) abajo de un techito en realidad piso de un porche de madera para escampar o esperar a que escampase (que no es lo mismo ¿pero es igual?). Recordé aquel texto antologado en El libro de la imaginación, de Edmundo Valadés:

Error
Un día, hace muchos años, un individuo que había salido de su casa sin paraguas se dio cuenta de que empezaban a caer algunas gotas.
“Debería volver a casa a buscar el paraguas”, pensó.
Pero después se dijo: “¡Bah! No serán más que cuatro gotas.”
Y siguió andando porque tenía mucha prisa.
La lluvia empezó a caer. Entonces el individuo se refugió en un portal.
- Esperaré a que deje de llover –dijo.
- Había empezado el Diluvio Universal.
Achille Campanile

Al principio la lluvia, muy formal ella, caía vertical, sólo ocasionales gotas se azotaban a mis pies y reventaban la imagen de lo húmedo. Por unos minutos solamente.
De pronto, la personalidad pluviosa cambió, truenos, viento, relámpagos, nada de solemnidad acuosa. Aquello se convirtió en un desmadre mojado. La lluvia caía desde la calle, volaba en remolinos y bajaba desde el porche en cascadas alrevesadas. Oscureció. Todo fue gris, fuimos agua que rodaba, junto con los autos con las luces encendidas, temerosos los conductores de las cuestas resbalosas, de los arroyos veloces. Una pareja estaba, ingenuamente, como yo, resguardada cuando la lluvia sabía comportarse. Decidieron irse cuando se percataron de que caminando no les iría peor que allí en cuanto a humedad concierne. El paraguas consiguió que mi espalda y algunos fragmentos de mi ropa permanecieran secos. Casi una hora estuve allí esperando en el disfrute acuoso, hasta que tuve que salir, escurriéndome el agua como si de un charco saliera…

Hoy:

Desde las tres la lluvia se acercaba con pasos de duende gordinflón… Ahora, después de dos que tres truenos estruendosos, cae el agua. Gente que de seguro ayer se dio un mojadón pasa con impermeable (¿por qué suelen ser amarillos estos adminículos?).

Un convoy retacado de militares va impermeabilizado con adminículos verdes para contradecirme, o casi.

Ná de que si ayer esta lluvia me pelaba los dientes…ná ná. No se puede.
Si ayer ya nos mojamos a raudales se puede hacer una versión heracliteana queriendo mojarse en este pedazo de camino que se llama hoy y no.
Las siete casi y llueve aún.
¿Acaso?
¡Todavía!
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

ah, la Señora lluvia
¡qué bella!

gracias por compartir las gotas que a ustedes correspondían

Buch dijo...

De Achille Campanile , conozco "Vidas de Hombres Ilustres" qué gracia tiene como ve la vida de nuestros prohombres, Buridan, Colón, me reí.Me lo has recordad, claro.