martes, 27 de abril de 2010

Sámaras

¿Por qué alguien le pediría peras al olmo? para eso uno se va al peral o a la frutería... Es como pedirle higos al nopal; y no, al nopal hay que ir a verlo cuando tiene tunas para pedirle, claro. A la higuera se le pide, además de higos, la rústica belleza, el misterio, la memoria.

Gabriel García Márquez tiene su Hojarasca y recuerdo aquella novela Leonorilda (eleva el pensamiento a las alturas) donde también hay hojas cubriendo los techos y asfixiando los días. Los olmos producen (provocan, originan, paren) un fruto (no se come) que se llama sámara y parece más un pétalo-saquito con un punto oscuro adentro que es la semilla.

En Cananea hay muchos olmos. En los meses de marzo y sobre todo abril, por las calles y los callejones de este pueblo se ve cómo corren, ruedan, vuelan y se amontonan estas sámaras, muchas, como si de pronto naufragásemos en el realismo mágico. Nadie se da cuenta (por eso es realismo y por eso es mágico).

Entonces está el samerío por todos lados, el sámarismo, sámarerio. Hay que llamarle por su nombre a esas madres tan estorbosas. Sámara, si hasta un personaje de película de terror se llama Zamara. La gente usualmente dice un hojerío, ¿un hojadal?, la hojarasca levísima que nos rodea al caminar.

1 comentario:

Pina dijo...

huy, acabo de salir de este edificio y descubrí que también aquí hace viento (¡y frío, Fita!) ahora.
Gracias por este Samerío -¿o sámarerio?
como sea, también me acompañan en esta noche en que -ahora sí- tengo sueño... pero debo seguir hasta que logre terminar lo que pretendo dejar concluido.

Un beso a Mariana por el día de las Niñas.