miércoles, 27 de diciembre de 2006

Al pie de la letra

Esta noche me acosté como al descuido, mecánicamente, no sé si cerré la ventana antes, si sacudí las sábanas, si acomodé la almohada. "En un papel que habré traído todo el día entre mi sostén y la piel, sobre el pezón izquierdo, escribiré su nombre". No sé. Me acosté porque presentí que era la hora de dormir. Así me dormí también: casi sin querer, sin darme cuenta. "Untaré sobre las letras recién hechas, saliva jugada largo tiempo entre los dientes". No sé si cerré los ojos aún despierta esperando que el sueño llegara o si, despierta, me dormí aún con los ojos abiertos. No sé si escuché música, si fue el silencio lo que me arrulló. No sé qué marcaba el reloj cuando sentí.

Mis pies. Alguien, como el rocío, toca mis pies. Son manos. Están frías, rodean los tobillos, sin apuro, o así lo siento, sacan mis calcetines, me estremezco al quedarme desvalida sin ellos. "Envolveré en el papel su foto, un cabello de la nuca, una pestaña y un pelo de mi pubis, arrancados". El roce sube ¿estoy sudando?, mis piernas están húmedas, es vaho sobre la piel caliente. Los dedos que caminan en mi piel arden, siguen ascendiendo. La humedad. "Quemaré el papel y todo lo que envuelve mirándome al espejo". Los ojos, no puedo abrirlos. Estoy confundida, los muslos se me queman. Las manos que acarician las rodillas piden ¿qué? Hago descender mi propia mano para saber de lo mojado y mis dedos son chupados, penetran en una boca que deja regueros de lengua acariciante entre los poros, mis rodillas se separan. "Y pediré por que esta noche vengas". Casi me muero cuando sé que es una lengua, la suya la que llega y lame como algún día prometiera. Quiero abrir los ojos. Ver...

Entonces me incorporo en un gemir y digo: Ugo...
Y desapareces. Y desapareces. Desapareces.

"No hablaré, jamás diré su nombre. Ya está escrito."

miércoles, 20 de diciembre de 2006

La virgen

De Clara Hilda aunque haya sido ausencia.
Para ella aunque no.

Quería alcanzar tantas alas volando. Y todos los pétalos derrumbados, sollozados por el viento. Y el batir de todas las frutas, llenando con sus alas de perfume, todo el aire. Y el olor de la lluvia cada vez más cercana le daba miedo. Y la desearía dentro del vientre, le picotearía con sus afiladas gotas las entrañas y le escurriría dulzura entre las piernas. Y poder querer y desear. Y que alguien la quisiera.
Todo eso quería y le daba miedo alcanzar alguna vez esas alas batiéndose y que fuera en retirada y que todos los pétalos azotados, aullados por el aire. Que todas las frutas volaran y se incrustaran en otras nubes y que no lloviera sino allá, y que el vientre se le apergaminara, seco, y a sus piernas jamás las mojara el dulce sabor de las gotas. Y no desear y que nadie nunca te quiera
.

lunes, 18 de diciembre de 2006

Gotas


Cagar. Con todas mis fuerzas. Terca, empecinadamente lo intentaba. Mi rostro rojo lo decía. El sudor corriendo por la frente, también. Mis gemidos deben haberse oído hasta la calle... Entonces escuché caer la primera gota, la otra y las demás: la lluvia... Con un repentino vacío cardiaco, desnudo, me puse en pie y me recargué en el marco de la puerta a ver pasar la lluvia. Pero sólo veía el agua resbalar de los techos, rodar sobre las hojas de los árboles más altos... el agua chisporroteaba al zambullirse entre los charcos diestros que con prontitud nacieron... Y te recordé: tus ojos limpios, los labios mojados, el cabello diminuto sobre el cráneo casi redondo. Y eché de menos tu lengua. Extrañé con goteante olvido tu ombligo en mi saliva... el perdido olor de tus axilas removió mis tripas y regresé a sentarme. Aquí estoy, perdido en la añoranza de tus dientes en mi sangre, y satisfecho porque, retacado en la lluviosa condición del día y el fangoso recuerdo de tus nalgas duras, puedo, por fin, suspirando, cagar.
tu voz es la manzana que muerdo
cuando tus dientes me regalan
el agitado modo en que respiro

jueves, 14 de diciembre de 2006

Tres poemas casi melancólicos


Solitarios zapatos enlluviados

dos dedos para alcanzar la nube
tres para la lluvia
con cinco llegará el granizo
con seis dedos lo nublado
y con siete
vientos mojados

sólamente cuatro
para llegar hasta el rocío
con ocho
la nieve acariciamos

(¿la espuma?
no se alcanza ni con nueve)


La noche

se llevó consigo

el aire manchado

y el tierno

sabor del olvido.


Cuando el agua cae
haciendo nudo la garganta
y el aire se divide
....................en trozos luminosos
te recuerdo

martes, 12 de diciembre de 2006

Explicación


“Como si la mitad repentina de su rostro cubierto por la cabellera negra se hubiera trasladado caliente debajo de mi ombligo. Ven, me dijo su media mirada.


Y fui.”


De Evodio, el Diario

lunes, 11 de diciembre de 2006

Retrato del veneno


Ella lo miraba desde arriba..... él tenía los ojos cerrados y expresión de angustia..... ¿qué piensa? se preguntó ella repetidamente mientras..... ¿qué siente?..... Mírame...aquí estoy.... quiso decirle pero no podía hablar.... ¿sabría que allí estaba ella?....que lo veía a ratos entrecerrando los ojos y entreabriendo la boca..... que lo veía desde arriba.... él abajo..... la pared ¿blanca? enfrente..... Ella se lo preguntó.... él dijo que no necesitaba abrir los ojos para verla..... Ella no le creyó..... y pensó que estaba equivocada al permitir el regalo de su lástima..... Él fingía que le regalaba placer..... Y sí, pero con lástima..... la lástima envuelta en el coloreado placer.... atada con esas manos fuertes que sostenían su cadera mientras ella lo veía darle su lástima..... desde arriba ella no podía dejar de pensar.... de sentir que sólo era lástima.... pero a su cuerpo esas consideraciones no le importaban..... si estaba tan bien él adentro.... si su lástima era caliente a su cuerpo no le preocupaba ningún razonamiento...... Ella no se lo dijo..... él lo negaría.... tal vez se escudaría en el enfado.... y ella se sentiría aún peor si él se enojaba con ella así... que siguió permitiendo que su lástima se moviera adentro..... que la hiciera líquido.... que no abriera los ojos.... que pensara que no era ella la que lo rodeaba y mojaba..... Ella sufrió..... tal vez él también..... Ella lo duda..... Quiere que no.......... Fin

viernes, 8 de diciembre de 2006

Melodía

Estaba dormida cuando te oí, te moviste junto a mí, tarareabas una dulce melodía que desconozco… y te pregunté, somnolienta: ¿me hablaste?
Y tú.

Olvidando el protocolo de la vida y de la muerte, dejando de lado las reglas elementales del decoro y la cortesía, olvidando que un muerto no puede aparecerse ni hablar sino sólo en sueños, me besas y dices: “No, mi amor, duerme.”

jueves, 7 de diciembre de 2006

Estoy, si decirlo pudiera
como aquel a quien por las mañanas
se le despuntan las ideas
de tanto filo al alba
de tanto sol
en pleno ayuno

así como a quien se le van las risas
en las noches
de todo ese querer nocturno
de todo el llanto negro y estrellado
en plena sábana…

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Para Miguel Ángel
Morir

He visto muchos perros muertos, algunos ya pudriéndose.
Nunca, sin embargo, había visto cómo atropellan y muere un perro. Estábamos, como si una tarde oscurecida cualquiera fuera (eso era), mi padre, Mariana y yo, afuera, en un jardín o no sé cómo llamarlo de enfrente de la casa, antes de que empiece la calle. Oí el tronido antes que ver: al perro girando un poco como en cámara lenta, luego cayendo, rebotando en el cemento, mero enfrente de nuestras miradas, moviendo las patas y empezando a soltar toda su sangre. Debo confesar que casi me desmayo, vomito o no sé qué. Mariana quería salir y ver de cerca esa muerte, muchos niños sí corrieron a ver como aquel animal dejaba de serlo. Como si hubiera estado ensayado y aquello fuera sólo una representación, los niños más grandes después se lo llevaron, lo colocaron adentro de una bolsa y desapareció, alguien sacó una manguera y lavó la mancha que siguió corriendo, cada vez más diluida mancha roja y corredora…

Luego, Mariana ya dormida, sentados mi padre y yo en el porche, él me contó de una vez que estuvo por horas lavando la mancha de sangre de un compañero minero que murió. Me contó que estaban adentro de la mina y que el hombre que pronto moriría colocaba cargas de dinamita entre unas piedras, muy alto el espacio arriba suyo, y vacío. Una piedra cayó y le tiró el casco de seguridad… la segunda piedra lo mató, pequeña pero que cayó desde muy arriba… estaba solo y se desangró. Sus compañeros lo supieron o presintieron cuando llegó hasta ellos, que estaban muchos metros abajo, el hilo de sangre, mensaje que los hizo correr, llegar, avisar y sacar a aquel minero ya muerto. A mi papá le dieron la orden de lavar y lavar, hasta que no quedara rastro de aquello. Recordó otras cosas después. Cuando él cayó no sé cuántos pies (los mineros de aquí miden en pies), inconsciente a una especie de embudo donde se trituraba el material y cómo su salvación fue precisamente la sangre suya que corría y llegó hasta abajo del embudo avisando que no siguieran con el trabajo… Amo estar con mi padre y agradezco que él busque estar y hablar conmigo.

Así le decía a Miguel y él me contó de otra sangre que corrió cerca de él, en otro tiempo, en este mismo país. Nuestra vida se sostiene con historias, la vida ya pasada es nuestro esqueleto, y el andamiaje de lo que estamos o queremos construir.

Para vivir.

lunes, 4 de diciembre de 2006

...dos casi iguales
.......(pero no)

..........uno
¿qué voy a recibir del aire
cuando atraque la luz
y me incendie?

..........y otro
fugaz y volátil luciérnaga
¿qué menjurje frotarás
con temor
en mis alas
esperando tal vez
un incendio?