lunes, 30 de junio de 2008

Moon Donna L ru y Do (3)

Llegó el vecino y me pidió que le marcara un número telefónico, tengo que localizar al de las ventanas, así dijo y sacó un arrugado papel de un bolsillo del pantalón… Marqué. El teléfono llamó y el vecino dijo dígale usted de las ventanas, por favor (creo que este “por favor” lo invento)…

- Bueno
- ¿Es usted el señor de las ventanas? –bastante original mi manera de abordar al desconocido oyente, lo sé.
- No, pero me encantaría
- Ooh… entonces, discúlpeme, marqué un número equivocado.
- No cuelgue ¿necesita ventanas, me dice?
- No, en realidad, no es que necesite ventanas, pero ¿usted es?
- Me gusta su voz
- (Silencio)
- ¿De aluminio o de madera?
- ¿Es usted?
- No… pero pudiera, si usted me lo permite
- (Silencio 2)
- Su voz es muy bella
- (Silencio 3)
- Creo que podría aprender el oficio

Río nerviosamente y cuelgo. Con la sensación de que el arrepentimiento no tarda en llegar, con la certeza de que ya me estoy arrepintiendo ¿qué número marqué? No me atreveré a llamar de nuevo ¿o sí? mi vecino dice chingadas madres me dieron mal el teléfono y se va… Yo siento la necesidad imperiosa de tener ventanas, de aluminiodemaderaconcortinasinvidriosredondascuadradas. Imagino ser una gran ventana que necesita un marco…

… Porque su voz lejana. Era tan agradable y cálida. No tanto sus palabras: su voz.

La voz por la voz, no por la palabra. La palabra por el sonido no por el significado. El sonido como parte de lo que nos rodea y nos integra y surge de nosotros y entra y sale como si fuéramos una especie de caracol construido con materia esponjosa. Un espacio lleno de poros que dejan entrar y permiten salir los sonidos, la voz, los suspiros, el ruido de nuestro organismo al funcionar, las quejas del estómago, el susurro rítmico del corazón, el líquido ronronear del cerebro.

Quiero esta noche oír a Yo-Yo Ma, a Bobby Mc Ferrin. Escucharlos juntos. Oh, sí. Eso deseo.

Quiero ser una ventana llena de ventanas por las que puedan entrar todas esas voces lejanas, oir todo lo que no entiendo, ópera, otros idiomas, gozar los sonidos.

Ser una “sensación producida en el órgano del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos, transmitido por un medio elástico, como el aire.” Que es lo que dice un diccionario que es el sonido.

Y así, entrar en ti.
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miércoles, 25 de junio de 2008

El cielo es gris (“parece que va a llover / el cielo se está nublando…” así canta Pedro Infante –la canción es cubana- desde esa primitiva antimateria cerebral de los mexicanos situada a un ladito del hipocampo, casi adentro pero no) y yo trato de escribir el dos… Pero truena y pocos eventos del vital proceso natural me gustan más que los truenos.

“Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas;
oigo lo que se fue, lo que aún no toco,
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.”

Nos dice desde sabe dónde Ramón López Velarde.

… Si hasta la palabra es bella: trú- e- nnnnno. True / No.

True true, true, truetruetruetrue… Y no.

TRUTRUTRUTRUTRUTRU y el cielo quiere venirse cuando oye.


Mundana Ru (2)

Llegaba siempre y como lluvia con algo para regalarnos.

Mi abuela Isabel.

Vivía en Naco, pueblito polvoriento y siempre a punto de desvanecerse, cercano a Cananea, a menos de una hora de distancia por carretera. Gocé sus visitas como parte de mi infancia. Mi abuela contadora de cuentos. Platicante de fantasmas y de muertos. Isabel cocinando melcochas para sus nietas. Isabel bellísima regalándonos su presencia, collares y pulseras que aún atesoro –tal vez para Mariana- y sus caricias. Mi abuela regalándonos la certeza de la Llorona. Ella y mi madre en este diálogo:
- Anoche no pude dormir, oí ruidos en la cocina (mi madre)
- Era tu hermana, siempre viene en las noches a visitarme (mi abuela hablando de su hija, Estéfana, ya muerta)

Hay algo, sin embargo, que me llena como pocas cosas la memoria de alegría. En la noche, cuando se suponía que mi hermana y yo dormíamos y mi padre también ya descansaba, mi madre y su madre, Isabel, llenaban la casa de murmullos, toda la oscuridad se convertía en (sinuosos) senderos susurrantes:

Pude haber llorado en aquel rincón infantil de mi nocturna vida cuando lo inundaban las voces femeninas diciendo misterios, palabras desconocidas, sonidos articulados en idiomas adultos, indescifrables y tan bellos.

Tal vez lloré al escuchar las melodías de esas conversaciones mágicas, de conjuros salpicados de oscuridad, letanías o recetas, leyendas o rezos.

Lloré con mi nocturno llanto porque las palabras ininteligibles que salían de gargantas tan amadas me llenaron de placer el sueño de esas noches niñas, cuando imaginé que hablaban de amores secretos, de personajes oscuros, de la maravillosa vida que ya me inventaba, mientras dormía y dos mujeres hablaban.
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viernes, 20 de junio de 2008

Mundanal ruido 1

Nunca quise aprender o siempre me negué a aprender ¿será lo mismo?

Al vivir en una frontera en la que el inglés era y es parte de la vida diaria, esa negación supuso una decisión tomada desde no sé qué recóndito lugar donde se alojan mis certidumbres: no quería, no quise, me opuse. Nunca tuve para ello, ni tengo, argumentos de tipo social, cultural o histórico. Puro ¿instinto?

Sin embargo y a pesar mío, algo aprendí y sigo aprendiendo. Me gustaba escuchar radiodifusoras gringas, de AZ sobre todo… Escuchar cuando se identifica alguna estación de Bisbee, Sierra Vista, Tucson, Phoenix, me llena de placer auditivo, por el recuerdo. No sé qué dicen, me rehúso a saber, pero el tono de locución y ese transmitir la soledad del que habla desde una cabina, que imagino a oscuras, frente a un micrófono, me estremece, sobre todo si yo estoy oyendo en mi recámara oscura, frente a la enorme noche solitaria. Sintonizaba y oía, la música, las palabras-sonido, sin sentido, así las quise, las quiero. A veces.

Para poder tranquilizarme, gozar la música, las canciones, las prefiero en otro idioma, no en español. Padezco de una enfermedad sin nombre que me hace descuartizar los textos, aún los de las canciones más simplonas. Y en lugar de oírlas me pregunto por qué dijo pan si podía muy bien y mejor hablar de tortillas, cosas así… o pienso en las contradicciones, en las mentiras, en el absurdo que esconden algunas frases como: “De piedra ha de ser la cama / de piedra la cabecera / la mujer que a mi me quiera / me ha de querer de a deveras" (me gusta, eso no obsta para que conste, como dicen... lo siento por las princesas, Pina, que princesas como son no aguantarían un guisante, menos una cama ¡de piedra! y además ¿qué es eso de querer de a mentiras?) o, en el caso opuesto, me maravillo por la poesía, la sabiduría de aquellas, algunas hermosas y coherentes letras… y no oigo la música, no saboreo el ritmo, salvo el de las palabras y para eso está la lectoescritura, si oficializamos el asunto.

Las canciones de los cincuenta y sesenta, desfasadas de mi vida, las oí y las oigo, inventando lo que tal vez nunca quisieron decir en español ni en idioma alguno, construyo historias, modelo arcillosas palabras y oigo lo que quiero decir ¿no es eso una canción? El espejo.

Recuerdo mi dicha al escuchar grabaciones musicales de pigmeos. La maravilla que recibí cuando escuché a Laurie Anderson que hablaba de quién sabe qué y cantaba no sé qué fantasmas que en mi traducción jamás para ella existieron. Caetano Veloso cantando en inglés, aunque quisiera, que no quiero, nada le entiendo, perfecto para una noche terrible. Canciones en francés, qué hermosas, en idiomas africanos, de la India… Todos cantamos. Los seris y los yaquis, los mayos. La búsqueda de los sonidos, el encuentro de un ritmo que nos ayude a latir en este universo nos reconcilia con los porqués y con el cuándo.

sábado, 14 de junio de 2008

Nostalgia secadora

  • Hay tres canciones que me gustan. No, las canciones que me gustan son más, muchísimas más. Estas tres a que me refiero se parecen, pudiera decirse que son tres versiones de un mismo acontecimiento (Tooodas las canciones son versiones de un mismo acontecimiento: la vida… En fin). Sin embargo hay entre ellas matices, colores significativos que no pueden permitir que nos confundamos. Van (fragmentos):

    “Ya la higuera se secó / Ya tiene la raíz de fuera” Ya… es como si llegara lo inevitable, aquello que se nos dijo pasaría más temprano que tarde… “Ya mi prieta no me quiere / Porque ando en la borrachera” qué puede hacer el que canta sino seguir bebiendo, el destino ineludible: la higuera se seca, él bebe, no lo quieren, fatalismo.

    “Y este capiro ya se secó / Teniendo lágua en el pie” El estupor ¿cómo es posible que se haya secado, si está dentro del agua. “Tal vez sus hojas tengan razón / Pero el Capiro...por que” No entender cómo es que llega la muerte, si no estaba escrito, no aún. La oposición ante el fin. (Si yo no hice nada mal, cómo es posible que no me quieran)

    “Ya la enramada se secó / el cielo el agua le negó.” La explicación. Este sí que sabe que a toda causa hay un efecto. “Así tu altivo corazón / no me escuchó.” Se anuncia. Es otra enredadera, ese altivo corazón es lluvia que al no llegar lo secará.

Somos tan iguales, nada nuevo bajo el sol, los mismos temas, aquí y allá. Plantas que mueren, por ley natural de la vida, descuido o quién sabe por qué. Amor que no se entrega, que no es correspondido. Así cante Antonio Aguilar, Gilberto Valenzuela, Miguel Aceves Mejía o Javier Solís, están nostalgiando lo que se tuvo o no, lo que no se desea ya tener, lo que nunca se tendrá, por eso las canciones, a todos, nos dicen tanto. Por eso mismo, hay a quien no le dicen nada.

Pd: No pude evitar, Pina, recordar cuando a Darío le traté de hacer (me esforcé tanto) un trabajo presentable, que comparaba las distintas traducciones a un poema de Safo. La literatura comparada… recuerdo que esos afanes me entusiasmaban.

jueves, 12 de junio de 2008

Jueves de calor.

El sudor es el hiriente color que nos deslumbra. Alguien llora, se le oye desde hace rato… su llanto, infantil, entra por entre las persianas, las mueve ¿o será el vientecillo que intenta refrescarnos?

Imagino las letras derretirse. En realidad el calor no es tanto y el vientecillo es más que eso. Uno puede decir apreciaciones del mundo. (Es jueves, dos niñas juegan y ríen, el viento se lleva el calor un poco más lejos, la tarde es lenta, su caparazón nos mueve sin querer llegar). Nunca decimos lo que es. Lo que es no es. Nada es.

Percepción.

jueves, 5 de junio de 2008

las puertas transparentan
la presencia del murmullo
y nos encuentra
en la fragancia de los calcetines
recién recogidos del huerto
desprendiendo trozos de sol y de aire mañanero

nos encuentra siempre
la vida