domingo, 12 de junio de 2011

Horas de Junio, 2007

 
Crónica

viernes, 15 de junio de 2007

Encuentro para Máximo

 El Encuentro inició el martes 29 de mayo, ese día y el siguiente yo no estuve allí, me contaron lo que pasó y no lo recuento porque prefiero decirte lo que sí vi  y sentí yo solita. Llegué el jueves 31 después de mediodía, mucha gente, besos que repartir y lo mejor: besos para recibir y abrazos… muchos.

 Jueves 31 de mayo.- Conocí mi libro calientito, como pan recién horneado, se llama Casi un cuento y te lo enviaré (tienes que decirme cómo y tengo que contarte de Carlos). A partir de las 4 y después de la comida, se reiniciaron las mesas de lectura, tengo por aquí un programa y pudiera decirte quién leyó pero no creo que eso importe mucho, no los conoces… hasta las ocho que llegó Ernesto Cardenal, aplausos, entusiasmo, era el segundo reconocimiento. Oficial y de formato como cabía esperarse de un acto donde estuvieron presentes las autoridades universitarias y municipales, cansada, aburrida ceremonia salvo por algunos detallitos que ayudaron…   De allí a la cena, la pachanga, barriles de cerveza, una sabrosa cena, fotos con amigos, más abrazos ¿cuántos vasos de cerveza son necesarios para embriagarse?... no lo sé, pero los que tomé no me bastaron…
 Viernes 1 de junio.- Muy poco qué decir de la mañana, las lecturas giran alrededor de temas extraños (¿será que la cerveza?), los escritores, aunque más los poetas, son entes que andan en terrenos pantanosos siempre y a mí me gusta navegar a punto de hundirme siempre en las conversaciones con criaturas tan inestables (jajaja, mi estabilidad conmueve).

Por la tarde, 16 horas, después de la comida, inundados de letargo, me toca leer… Aprovecho que estoy en el foro para desde aquí describirte lo que veo al fondo: tres enormes puertas de madera, cada una un cuadrado dividido en cuatro rectángulos (qué geómetra tan pésima, tienen que ser o todos cuadrados o todos rectángulos)… hay 18 hileras de 20 sillas cada una a la izquierda de un pasillo central y el mismo número de filas y de sillas a la derecha de ese mismo pasillo. ¿Ocupadas? Una tercera parte del total. Arriba, viendo todo esto y exponiéndonos a la vista de todos, estamos 7 personas sentadas ante la mesa, como curiosidad te digo que el mejor poeta de todos es el moderador (y no leerá, mal pronóstico), José Juan Cantúa, me da la primer lectura, leo apresurada porque sé que el tiempo que tenemos es breve (siempre es así, la vida lo es) y tengo que permanecer allí sentada todo el tiempo que las lecturas  de esa mesa duran, algunos ¿oyentes? duermen descaradamente (parece que fui la única persona que consideró el tiempo que no tenemos y todos se extienden barbaridades, se lee poesía, cuento, canciones… para nada se midieron, el moderador ya no sabe cómo detener aquello)… Y  así es, mesa tras mesa. Por la noche, el momento esperado, el auditorio desde hacía rato se había llenado, gente de pie por todos lados, fotógrafos, reporteros al por mayor. Esa noche Ernesto Cardenal compartiría mesa de lectura con el Subcomandante Marcos. Y lo hicieron. De esto prefiero no hablarte mucho, sólo que la lectura de Ernesto Cardenal me impresionó gratamente, porque su voz, y su entusiasmo me hicieron olvidar mi preocupación por su edad y su posible cansancio.

 Sábado.- Viaje a Guaymas. Levantarse temprano, desayunar a las carreras y ya de último momento descubrir que no viajaremos en ninguno de los tres camiones (que se han estado cargando de escritores desmañanados, crudos, hambrientos, acabaditos de desayunar, ebrios, enojados, felices, ve tú a saber cómo), sino con César, hermano astrónomo de Pina. Vamos muy cómodamente César y su copiloto Indran, atrás vamos Pina, Karla, Elmer y yo. Afortunadamente piloto y copiloto son grandes conversadores y durante todo el camino (más de una hora) hablan de literatura, Amado Nervo, Rubén Darío… el resto de los navegantes a Guaymas, dormitamos arrullados por la sapiencia. Lo que siguió fue un homenaje, ahora guaymense, en La Casa de la Cultura (una casona antigua que en manos de la burocracia desfallece). Ernesto Cardenal, ya con señales visibles de tedio o cansancio recibió los aplausos y el cariño  de todos los que allí esperábamos inmersos en una pecera de calor aturdidor. Hubo un maestro de ceremonias que tal vez sabía todo, menos lo que podía o debía o tenía que decir. Pina emocionada subió al podio   y habló de la trayectoria del poeta, yo sentada junto a Ismael Mercado trataba de saber qué hacíamos allí. Luego cantó un coro, me parece que lo hicieron muy bien y un niño bailó la danza del venado, únicos momentos estos dos en que noté que Cardenal se entusiasmaba. Después, ay, Máximo… invertimos cerca de una hora en deambular por las calles y callecitas de ese puerto a bordo algunos escritores de los camiones llenos de ebriedad supongo y otros en autos sobrios como el nuestro donde sin embargo en una de las tantas e inútiles vueltas que dimos tomamos una horchata de coco muy rica y refrescante… hasta que llegamos a una playa llamada San José. Allí había carpas, cerveza y casi al sentarnos nos sirvieron de comer, algo que se llama cahuamanta, recordando a las cahuamas que por acá tanto fueron comidas. Allí los escritores no se limitaron a leer –labor casi utópica-, bailaron, cantaron y se mojaron en mayor o menor medida en las aguas de ese hermoso mar que desde tan cerca nos miraba ir y venir, criaturas ansiosas de parecer olas. De mí puedo decirte que casi me mojé del todo, que casi conseguí embriagarme, que casi fui feliz. Algún día, quizá, te hablaré del regreso y de las despedidas.
 josefa isabel

Pd: Ni te hablé, tampoco, del calorón

viernes, 10 de junio de 2011

Horas de Junio 2006


lunes, 12 de junio de 2006

Pues ya.
Me perdí a José Emilio Pacheco ¡chin! cuentan que fue conmovedor  (chingón es la opinión generalizada), su homenaje. Él, dicen, humilde y buena onda.
El hotel Kino, loquísimo, recordé todas las veces que el año pasado me perdí de madrugada, por sus pasillos, solo me faltaba una vela en la mano y un camisón largo, largo... en esta ocasión, sin embargo, andaba provista de mi sentido más común y ese me impide perderme.
Se murió el Alonso, supongo que supiste, supongo que sabes. Muchas lecturas estuvieron dedicadas a su memoria. Se le extrañó. El Ismael andaba muy triste y me dijo que lashoras le estaban ayudando a salirse de la depre. Le dije al Casildo “qué mal se ve el Ismael” y me contestó con su solemne voz: ”acércate a él, conversa, tal vez ya no lo vuelvas a ver”… ufff, pues quién sabe, quería bailar conmigo (el Ismael no Casildo… pero por supuesto), pero elegiría una pieza apropiada, dijo… no bailamos. Comimos ceviche de camarón y pescado (el Ismael no comió, si como me llega la coherencia, dijo)
Qué contarte… muchos textos repetidos (Pina es buena para detectarlos, de inmediato dice, ese lo leyó el año pasado, hace tres años, etc). Otros, nuevos y sabrosos. Los muy buenos, será porque los quiero mucho (y son de los pocos que alcancé a oír), Miguel Ángel Galván, Roberto Castillo, Alfonso Cortés … estuvo Xavier Velasco, no me gustó, el tipo estaba cansadísimo o se veía, tal vez era aburrimiento, con sus calcetines azul pastel su camisa del mismo color y las anécdotas divertidas pero que me supieron a plástico.
El sábado fuímonos a Kino, nos ilusionamos con la idea de, algún día, poder vivir en un sitio así, sin trabajar, sólo escribiendo. (Ya sabes, cuando la fortuna te sonría, acuérdate de mí). Las Horas, allá, ya sabes, nadie quiere escuchar, gente que se cuelga, qué afán, otros que pretenden escandalizar, la última mesa, pesadísima (un enmascarado, música, un chavo con vestido de novia, alguien que mostró sus nalgas…) dice el Tánori “¿qué no ven a su público, creerán que están frente a hermanitas de la caridad, o qué, a quién quieren asustar?, verás van a terminar con “mamá, soy paquito”, jajaja y así fue, cantaron las mañanitas para una cumpleañera ¡chale!
Pero en general, rico, hablar con los amigos, recibir regalos (música, libros, besos), repartir abrazos, llorar a ratitos, pachanguear, enloquecer y aterrizar en la pista del domingo y todos en el retorno obligado. Hubiera sido tan bueno que vinieras.


josefa isabel

miércoles, 8 de junio de 2011

Crónica pero no, para Omar



Horas de Junio, 2005

La crónica que no
Para Omar

“mal de muchos, consuelo de poetas”, me dice alguien casi al oído mientras yo pienso en cuánta muerte

¿por qué siguen hablando de la muerte?     ¿nos asusta tanto que tanto la invocamos?     Claro, es la respuesta

ahora lee Armando Alaniz, Gerardo Cornejo, no conozco ni al moderador, luego tal vez te diga     es pura lectura cansada     ahora, me voy

anduve allá afuera donde todo late con otro ritmo, se escribe otra literatura, la que no se queda en papel, la de saliva, lengua, besos, abrazos y hasta lágrimas     los reencuentros

en fin, el espejo en el que nos reflejamos… hasta tú, desde tan lejos     mira cómo aquí te estoy viendo, en este lago de palabras

la muerte, los grises, muros, soledad, oscuridad, el mundo carcomido, tenemos que salir, mirarnos en otros arroyitos     algunas lecturas han sido tan deprimentes     ningún camino  ni entrada   ni salida     pura encerrazón

es viernes, Omar     lee Alonso para Carmen Montejo, antes leyó el Oso y antes el Lobo     ésto ¿a qué te suena?

es tarde     ¿qué hacer con los poetas, qué es la poesía afuera, alrededor, más allá de lo académico?

cena, por supuesto, carne asada, está bien pero creo que yo no alcancé     llegué tarde a la repartición     (a muchas reparticiones he llegado tarde… en fin)

intentar dormir temprano

sábado, 7 de la mañana, hora de levantarse, una anónima voz al teléfono me dice: el camión sale a las 8     y no, salimos a las 9,30 y es una loquera     cada camión es como una pecera, peces de todos colores, tamaños y temperamentos ¿te has puesto a pensar que son más de 40 locuras encerradas?      ¿tantos egos?     ¿tanta soledad?

no sé qué más contarte, esto porque medio lo escribí allá     quisiera contarte del amado mar, pero ni lo vi de cerca, me enfrasqué en otras aguas y cuando quise…

que estuvo una chava norteamericana (Holly, Joly, Joli) que según dice es más mexicana que muchos mexicanos, le creo y canta      aquella canción que me trae desde entonces con “Qué haré lejos de ti / prenda del alma / sin verte / sin oírte / y sin hablarte?...”     es una letra que me… ¿turba?     creo que sí


josefa isabel

lunes, 6 de junio de 2011

Horas de junio, 2004

Vientos de junio

8 de junio de 2004

Fui y vine. El viernes en Hermosillo no pude, aunque deseé hacerlo, escribirte. El sábado escribí esto:

5 de junio de 2004
Rogelio.- escribo esto desde un camión con destino a Mazatán (el pueblo sin ele, dicen). Son sabe qué horas de la mañana y vamos al tercer día de Lashorasdejunio. Te he recordado. Tantos poetas (en dos camiones), tantos poemas y tanta poesía te trajeron al deseo que tengo de que no te me pierdas.
Hoy desayuné fruta y café. Viajo junto a Francisco Morales, de Tijuana, aunque casi es de Cananea, dice. En los asientos de enseguida van el Lobo (Roberto) Castillo y su compañera. Otros de Tijuana atrás, y delante de mí un amigo, Miguel Ángel Galván… es difícil, quiero platicarte tanto y no puedo muy bien escribir, el movimiento del camión no deja.
Quince minutos después. Nos hemos detenido. Comprar cheve es la única motivación de los pasajeros de este camión lleno de poetas y del otro también, que ya veo se detuvo  antes que nosotros. Me maravilla pensar cuánta loquera, cuánta.
La cheve está fría. Brindo contigo.
Mediodía. Estamos en un lugar caliente y lleno de gente haciendo cosas al parecer contradictorias: muchos comen, hablan otros, ríen despacio algunos, otros caminan y en unas cuantas filas, parece que la gente que está en ellas escucha lo que otros, sentados ante una mesa grande, enfrente de todo esto que te digo, leen. Están, entre otros, mi querida amiga Pina, Casildo ausente desde que lo encontré, el Sheik caricaturista leyendo poemas… Hace mucho calor. Hay empanadas, queso, tortillas y mucha comida acomodada en mesas a los lados de este salón. Todos atrás hablan yo trato de escuchar lo que se lee pero con tanto ruido ¿quién es ese que lee, que no conozco y habla de viajes de ácido y rock? No puedo seguirlo.
No sé qué hora sea ahora, aun no oscurece pero poco falta. La cheve (tanta) se acabó. Estamos en un lugar extraño que no ubico ni me ubica. Es el lecho de un río aquí en este pueblo caliente y polvoriento.
 Rogelio, sufro. Me duele. La soledad. No sé qué quiero. Pero lo quiero mucho.
Y te beso. Ya sabes.

josefa isabel