viernes, 19 de mayo de 2006

Cuando no hay nada que decir, uno debería no decir nada. Y aquí estoy, preguntándome qué.

Pero escribo y digo que la tarde es un filo que nos hace temer, caminamos sobre ella con el temor de resbalar, caer hacia la noche algodonosa, hacia el océano del sueño.

Pero escribo y trato de decir que parece que somos fantasmas de un día que aún no ha nacido. Vagamos sin saber dónde fue que morimos. Pedimos nos recuerden.

Pero escribo y las letras son ajenas a mí. Dicen lo que no pienso, o lo que no querría pensar. Dicen colores, texturas, aromas lejanos, sabores ajenos, voces desconocidas.

La piel del Sol, oh.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy que llamaste por teléfono andaba en auditoría.

Anónimo dijo...

de hecho voy llegando y ni siquiera he comido.

saludos