lunes, 31 de julio de 2006

Huélliga.

(Huella que deja el pie en la tierra.)

Sólo basta un descuido y por la apenas y sabe desde cuando entreabierta ventana de las ocupaciones diarias, de pronto ya estamos pensando… Sí, allí estamos, o allá, dejamos la biblioteca, nos alejamos de ver a los niños que con su seriedad feliz pintan el cielo, la tierra y el infierno: y cuándo una paloma se atravesó en la mirada, y como su revoloteo nos puso en otra sintonía. En ésta.
Qué me hace pensar en tus manos. En la sensación gratificante de que tu mano grande cubra mi cara. Pienso en las huellas de tu mano…
Y ya estoy en otro sitio. Buscando el por qué y el para qué de las huellas. Y no hay tal. Están, se usan para. Sólo sé que esas líneas, arrugas o dibujos, a su vez son huellas del caminar de los mundos líquidos que nos rodearon antes de nacer. Los ríos, arroyos y cascadas amnióticos hollaron nuestra piel, fueron las caricias primeras. Son cicatrices del amor mojado.

(Huella.- Rastro, seña, vestigio que deja alguien o algo.) Tenía que decirlo.

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