viernes, 16 de noviembre de 2007

(Desamparo Epistolar: Crònicas)

Un recuerdo es una configuración de conexiones almacenada entre las neuronas del cerebro… Nomás.

Esto es pasado: “De la chingada, amor, de la chingada. Pero qué le vamos a hacer. Aún no hace tanto frío de todas formas. Hace mucho tiempo estábamos tú y yo en un momento embriagador, en un espacio de borrachera, en un sitio pedo (¿te fijas que no hay manera de decir que estábamos etílicos sin parecer que me arrepiento?… y no) y vimos un video de M. Jackson en la tv, la sensación que me golpea si hoy de nuevo lo veo es que lo soñé y lo más curioso es que siento que lo soñé junto a ti, como si de la mano se pudiera acceder al sueño (al sueño se va solo, eso hace mucho lo sé), pero así se almacenó en mi memoria… Bueno, en aquel entonces te comenté que el video me traía un recuerdo(o sea que este es un recuerdo de un recuerdo de otro recuerdo, algo así): a principios de la década de los setenta (siglo y milenio pasados, huy), como todos los años hicimos por más de una década, estábamos en California, en Escondido, en Del Dios, para ser más exacto, un sitio donde vivían mis tíos y primos en esa época.

Del Dios era una colonia, barrio, no sé cómo llamarlo de Escondido, CA, ciudad donde crecieron mis primos (y donde aún viven, de hecho). Mi tío trabajaba en la pizca (¿con zeta?), e íbamos a veces con él a pizcar limones, naranjas. Enfrente de su casa pasaba una mini carretera (pasaban los autos sobre el camino que el camino no pasa, está) y al cruzarla, brincando un cerco y muchas ramas, se llegaba a una inverosímil –eso lo pienso ahora- laguna (luego me enteré que era artificial ¿qué significa eso?) y allí nos íbamos mi prima Vicky y yo a pescar, había muchos peces feos y apestosos –más lo primero- Pero el recuerdo es más bien esto: Había varias direcciones desde las que podía llegarse a la casa de mis parientes, una era desde el oriente, el camino, al carretera descendía en una curva. En una ocasión (mi tío tenía una camioneta azul cielo, larga y amplia), en la parte de atrás íbamos recostadas mis dos primas –Magdalena y Victoria, mi hermana Lupita y yo, comiendo no sé qué, pero que tenía queso amarillo – es lo que más viene a mis neuronas, el sabor fuerte- y en la radio se escuchó una canción que me gustó y me hizo sentir tal melancolía, nostalgia o no sé qué chingados que nunca (¿nunca? eso no existe) olvidé ese momento: era M. Jackson, aquel que fue niño negro cantando con sus hermanos y yo, no sé, fue una sensación difícil de asimilar, un lleno insoportable, en ese momento, en ese verano, tenía todo o tuve todo en ese instante, en la bajada del camino, ya casi para llegar a la casa de mis tíos, en esa camioneta, con ese sabor –que ni me agrada tanto, por cierto- la música, tuve deseos de estallar ¿cómo es posible no faltarle a uno algo? Bien, en ese ¿segundo?, no me faltó nada. Fue horrible y muy hermoso. Tenía doce o trece años. Imagínate. El asunto es que ahora, cualquier cosa que coma con sabor a queso amarillo me transporta al niñito aquel cantando, a aquella tan lejana y dolorosa sensación de plenitud adolescente…

¿Por qué todo lo anterior? No sé. Ojala no te hayas aburrido. Me gustaría contarte más de Del Dios. Lo haré luego. Espero no olvidarlo.”

PD mucho muy posterior: Hace unos días algunos lugares cercanos a ese recuerdo se quemaron, incluso creo que Del Dios en partecitas de su bosque, también.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho cómo está contado esto. Me hizo sentir adolescente, aunque no lo cuente un adolescente ya...

Besos

Abril Lech dijo...

Los recuerdos nos constituyen. Nomás.

Mis besos.

Anónimo dijo...

...y pensar que hubo haberse quemado todo USA -no su país de abajo- , pero ese recuerdo del queso sigue ahí, como el Dinosaurio. Incluso más fuerte, ¿no?

Dice un viejito que todas las tardes va al PRD... !qué lindo!