jueves, 8 de mayo de 2008

Paso del Norte 2

Me contó que por allá por 1943, él, junto a otro amigo aproximadamente de su edad, tenían la encomienda dada no sé por quién, de abrir las válvulas del agua de unos hidrantes o algo parecido que estaban uno a cada lado del inicio de la calle, muy angosta, a unos pasos después de cruzar el puente, entrando así a Cananea Vieja.
-
La callecita, en ese tiempo de terracería, tenía a ambos costados -¿márgenes, orillas?- casas, la mayoría de madera. En donde actualmente están las banquetas había zanjas, construidas para que el agua de las lluvias corriera por ellas y no inundara las casas. Entonces era así, a determinada hora vespertina, mi papá y ese otro niño que no sé quién fue, abrían cada uno la válvula que le correspondía y los potentes chorros brotaban y llegaban de un lado a otro de la calle e inundaban cada zanja contraria, formando otro puente, éste de agua… ¿y para qué hacían tal cosa? Le pregunto asombrada. Y él, azorado, luego de mirarme buscando en mi rostro la respuesta, dice: para limpiar las zanjas, se acumulaba basura, papeles, piedras a todo lo largo de la calle que estaba y aún está en declive… Luego, casi sin transición a menos que así se llame el tiempo que se toma para mirar un poco alrededor suyo, aparentemente consultando las sombras de su pasado, pasa a decir que una vez, por aquellos mismos años sucedió algo que no vio pero un testigo presencial le contó.
-
Muy noche. Estaba un hombre totalmente embriagado, sentado a la orilla de la zanja, con las piernas y los pies metidos en ella y otro hombre con quien tal vez discutía aunque no lo cree porque el briago estaba casi dormido, allí sentado, lo decapitó. La cabeza rodó desde el cuello del borracho hasta la zanja, mi padre piensa que la sangre corrió igual que el agua de la lluvia… tal vez

No hay comentarios.: