Escribir es recordar
Carrizos rojos (4)
Carrizos rojos (4)
Quihubo, loco. Te abrazo con ganas. Esta máquina zumba y zumba (zumbido y zumbo), desespera un poco, tú ya te habrías quejado (¿hubieras?); lo cierto es que aún escribe (¿escribir es grabar letras golpeando tipos de metal sobre el papel?... puede ser) y lo demás está de más ¿o no? … No, ya sé.
Te hablaré del Marco –el anarco- El lunes, cuando llegamos en la panga (“la panga en que me iré”) a carrizosrojos, en medio del desconcierto ante el desolado –aparentemente- paisaje, tuvimos una reacción y/o sensación –por lo menos yo, aunque creo que fue general…- de desagrado al ver por primera vez al Marco. Rubio, con una bola de rizos en la cabeza y un paliacate amarrado por la frente, su cabello largo, los ojos medio dormidos, en realidad casi bellos, nariz a punto de ser perfecta, bigote y no sé si barba, o barbita… Traía un calzoncito mínimo que se casi perdía entre su gordura blanca y velluda… muy gordo para tal calzón. Fue como el comité de bienvenida.
Todos ellos habían llegado desde el domingo en la tarde: “Qué buena onda que llegaron”, “uta, qué bueno que viniste” y otras variaciones de la misma frase con acento… ¡huy!, ya sabes, mucho más el anarco, cortés a morir, así se lo dije a mitad de la semana y dijo sí… hubieras tenido que oírlo decir sí, dice Casildo que ese sí siempre se lo agradecerá al Marco, fue una de las cosas que de él aprendimos, yo no sabría decirte cómo es, aunque me parecía encantador oírlo… Qué extraño escribir ahora, estoy dispersa, sé lo que intento decirte, pero me parece que no lo estoy logrando (… me olvidaba que el disperso, desparramado, difuso, patuleco y etcétera, eres tú).
Después de esta disertación, sigo con el Marco; estaba en el ala maldita, es decir en el último campamento a mano derecha si estabas de espaldas al mar, nosotros estábamos casi en el extremo izquierdo, casi llegando Alestiv, pero dicen que dios los hace y ellos se juntan y fue con los malditos (lo de poetas malditos como imaginarás o no, fue cosa del Joel y se les quedó, todos les decían así) con quienes más relación, comunicación, roce, contacto o como quisieras llamarlo, tuvimos, sentimos, experimentamos, pasamos o lo que sea… los malditos eran puros hombres, de algunos nunca supe el nombre pero de otros más o menos… el Marco, el Chupio, Pedro, Víctor (elrenoir), Josué (estuvo más de 24 horas sin salir de la tienda de campaña, dormido o no –pues no, ja, loquísimo-) y otros, todos tranquilos, poetas, gritones y buena onda, no en ese orden . El Marco estaba con ellos, llegaron juntos en un camión desde el Deefe, durmió la primera anoche en su sleeping bag (esebé), tirado en la arena, pero desde que llegamos, en las noches agarraba su esebé y se iba camino a nuestro campamento, buscaba un lugarcito junto a la fogata (que con tanto trabajo y entusiasmo preparaban los hombres –Joel, Casildo y Luis- mientras las mujeres –Martha y yo- nos dedicábamos a las labores propias de nuestro sexo –imagina lo que quieras, pero la comida la hacía Don Pino, no había ropa que remendar, niños que criar, jardines que desyerbar, nada que lavar, tender, planchar, doblar…) y agarraba, te decía, el sueño allí, con nosotros. Nos preocupábamos por él cuando no amanecía acompañándonos (a veces el arraigo volátil lo hacía madrugar e irse al ala maldita)… el Joel llegó incluso a la demostración máxima de confianza afecto y bienvenida con Marco al ofrecerle de nuestra dotación de cerveza, no sólo a ofrecerle sino a darle y él, con su sí tan entusiasta… le dabas todo con verdadero gusto (¡hey! ¿qué parece que dije? …no). En el taller al que asistimos demostró su buen juicio –a pesar de no estar en su- al hacer crítica de los trabajos, yo admiré su coherencia, sus argumentos sólidos, y sobre todo su manera de decirlos, levantando la boca, los labios como si se tratara de besar y hablaba con ese tonito mamón que ya sabes pero que en él era perfectamente oíble.
Él y otros se bañaban en el mar todos los días y solamente. Así que andaban forrados de sal, con costras salitrosas en el pelo, la piel ardida y seca… Mira, la cultura norteña tan distinta, nunca nos metimos al mar, será porque tenemos cerca el mar (yo no, serrana de nacimiento y aún) y nos hicimos del pozo que no sé quien descubrió, adentrado en el monte y que sólo, hasta donde me di cuenta, usamos nosotros.
Una de las posesiones más queridas de Marco, lo demostraba a cada momento, era su pipa, una pipita corta, café que caminó, caminó y dio vueltas por todo carrizosrojos, nunca estuvo deoquis, pero al final fueron tan pinches que se la perdieron, alguien se la quedó , lógico agüite del anarco, como supondrás…
Ahora te abrazo, ahora me voy (ni me voy ni te abrazo ¡qué chingonas las palabras! porque diciéndotelas me voy y te abrazo, aunque no)
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1 comentario:
Qué hermosa te quedó la casa!
Muy divertido tu relato de carrizos rojos y tus amigos.
"labores propias de nuestro sexo" ¿Me querés matar de la risa? Yo te hago llorar y vos me hacés reir, de modo que te pago mal.
Me llevo la palabra Chingona. Pero qué chingonas son las palabras, sobre todo a la hora de dejarte -y muy agradecido- este
beso.
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