miércoles, 20 de junio de 2007

Mariana y Santiago

Es noche primaveral, según el calendario (pero ya casi no, también según el calendario, porque el verano). Fresca y perfumada, solitaria y oscura. Voy caminando, la calle asciende durante más de cien metros.
Los miro caminar delante de mí, a unos dos metros; van tomados de la mano, ella habla sin parar y él voltea a verla y le sonríe, aunque habla muy poco.
Él es un hombre joven, viste camisa azul cielo y ella trae un vestido rojo que le llega debajo de sus rodillas y calza sandalias blancas. Él con su cabello muy corto y oscuro y ella con su largo cabello castaño recogido en dos trenzas. De vez en vez ella voltea y lo ve con adoración, o eso percibo en esta noche que ya dije cómo es, y que como tal, puede engañarme.
A mi derecha las casas, a la izquierda los autos que descienden, nosotros sobre la banqueta, caminando, subiendo una calle de este pueblo. Ella mira hacia mí, me sonríe con sus siete años felices y sé que los amo, a ambos.
La certeza de mi amor me picotea los ojos y me rezago un poco para que mis hijos no me vean llorar en esta, como ya se ha dicho, noche de primavera, llena de perfume fresco…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

qué bella estampa!
Nadie en este mundo puede negar que las cosa más simples son también las más bellas, claro a través del amor.

Lindo escrito, aunque suene cursi y trivial lo que digo

Abrazos para los tres.

Anónimo dijo...

¡que mano tienes para manejar las emociones!

Anónimo dijo...

Es muy tierno, muy suave...

Balsámico.

Besos.