jueves, 21 de agosto de 2008

Escribir es recordar.
Carrizos rojos (1)


Quiero empezar a escribirte levecito, sobre todo recordando la carta anterior que te escribí y que se caracterizó por lo mamón. Me dolió escribirte tan fríamente, pero ya no más ¿cómo ves, revés, re vez? Hubiera querido verte el día que regresamos de Carrizos rojos, hubiera querido que vieras cómo venía, hubiera querido darte algo de la loquera que traía, aunque ya era poca… pero abrazarte aún impregnada de lo que fue esa pinche semana loca, llena de amor y buenas ondas (entre otras cosas), besarte con la boca cargada de lo que tú debiste haber vivido conmigo, con nosotros… Te esperé, cada panga que llegaba esperaba verte bajar de ella, y nada… eso fue durante los tres primeros días, ya después me convencí de que nones, no irías, no estarías para compartirnos en ese lugar extraño que a fuerza hubieras tenido que hacer tuyo cuando se iban las pangas y quedábamos solitos frente al mar sin olas y sin ruidos, solitos frente a la noche llena de cerveza y mota… solitos con Casildo, con Joel, con el Anarco y con el Chupio… Solitos tantos locos frente a la luna… hubieras ido… te habría amado (pero te amo, lo sabes)... tal vez tú a mí también.

Es ya jueves, no había podido escribirte, parece que el sol y las fogatas (todas) me jodieron un poco los ojos, no importa, ya mero veo igual que antes, es decir, mal, pero no tanto. Espero que ya te hayan localizado y entregado la cobija (pido disculpas por su estado, pero igual regresamos todos) y el regalito que te traje.
Si allá hubieras estado: Pertenecíamos a la arena filosa y dura, al horizonte estático, a los pelícanos, manglares, a los mezquites secos y a la carencia de agua dulce… ya estábamos unidos a bañarnos en el agua de un pozo, turbia y llena de insectos –muertos- y ramas, fría y rica, a tiznarnos juntos, a joder a quien aún no se sintiera parte de lo que llegamos a ser y hacer allí: un montón de gente ante lo oscuro, ante lo poco que somos… hubieras ido (sido).

Ni te he preguntado cómo estás, lo haré inmediatamente: ¿cómo estás?.... ¿Sabes?: esto no te lo pregunto (ni ahora ni ninguna ora vez) por tradicional, sino porque siento que preguntártelo es deseártelo, conjurarlo. Es un recurso para pensar que estás bien, que me contestas y me dices que sí, que a toda madre. Y sí, estás bien ¿verdad? Allá te hubieras aliviado ¿Qué hiciste –sin mí? Supongo que divertirte. Ojalá.

No sé tú, pero me siento diferente en esto que te escribo. En primer lugar, te lo he escrito en chinga, no he parado ni un ratito para agarrar aire, me emociona hablar contigo. Porque estoy hablando contigo ¿verdad? Y sin embargo, hay tanto que quisiera contarte y que si intentara decírtelo por escrito no terminaría hasta ¿cuándo? Te decía, me emociona escribirte pero estoy casi segura de que de aquí en adelante muchas cosas también me emocionarán un buen. El recuerdo de cosas dolorosas ya no me. Bueno, no tanto.

Leer también es recordar .
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

vivir y otra vez vivir

que sigas viviendo siempre...
lo harás

¡viva!

Abril Lech dijo...

Escribir sin detenerse para que el aire siga llenando los pulmones. Que la vida es energía y cada minuto, cada palabra, cada letra, emoción o sentimiento valen la pena.