jueves, 31 de agosto de 2006

me tomo y descompongo en partecitas por la noche
después me acomodo bien portada como niña buena adentro de un frasco silencioso

para resguardar mi piel de los antojos
mientras tu tacto llega

miércoles, 30 de agosto de 2006

Un poema de Zoé Valdés:

Dientes


Oh, si él me besara con besos de su boca.
Cantar de los Cantares

No podemos seguir templándonos sin besos
los dientes son necesarios
tu respiración atragantada con la mía
tú transitando por mis encías
no es verdad que a los dientes no llega el amor
también son sensibles
en la rapidez de las lenguas las trampas se disuelven
todo el cuerpo esclavo de esa zona
mi saliva en tu esmalte
Cuando chocan los dientes ay brevemente
yo he sentido en mis muslos ay
el verdugón que levantan esos latigazos
no podemos seguir templándonos sin besos.

martes, 29 de agosto de 2006

Placerío


Para el Sol
siempre un placer en la memoria

Cuando llueve, llovizna, nieva o graniza sobre los charcos turbios, los charquitos cristalinos, los arroyos revueltos, los hilos de agua transparentes, ¿qué es lo que se nos regala al contemplar el movimiento, la inquieta humedad, el vaivén, los remolinos y tanto líquido andar?: placer.
Igual pasa con algunos atardeceres dulces (de amaneceres no sé mucho, lo siento), anocheceres luminosos, charlas, contactos espirituales, cercanías carnales, caricias, toques, algún roce a la parte más secreta de otra persona, y también todo aquello que en algún momento solemos nombrar amor, aunque después le llamemos con palabras menos placenteras

Pero luego, a veces, uno no sabe qué hacer con tantos placeres oscuros, placeritos de arcoiris, placerotes grises o morados, redondos, espinosos, cuadrados, blandos... que ha acumulado en cajones, baúles antiguos, alacenas, cuartos fríos, cuartos oscuros, habitaciones acojinadas… placeres, placeres, los mínimos que se nos dan con las pequeñas cosas, una voz en el teléfono, alguna frase dicha en el momento adecuado, aquel aroma que nos da recuerdos, el durazno que comemos, el higo primero, la bellota dulce, el adiós bien dicho, los amigos

Y uno piensa si sería posible regalar. Y busca entonces saber el camino, reconocer las veredas, las señales de cómo el placer le llega a alguien, y elige, desenrolla uno pequeño por aquí, desenvuelve aquel más grande, despierta al que se había dormido. Y ya el placer desempolvado, se le da uno, dos, once placeres, grandes o pequeños a otra desprevenida y vulnerable persona...

Entonces no pasa, como uno había anticipado, que nuestros placeres disminuyan, no, el placer de dar es de los más voluminosos, llega y nos aplasta un rato, nos apabulla, engolosina, embadurna y va de nuevo, la sensación, placentera por cierto, de no saber qué hacer, dónde poner, cómo acomodar…

En ocasiones uno piensa si algunos placeres podrán tal vez deshacerse, desbaratarse, deshojarse, deshilarse… eliminar el placer que nos dio leer aquel libro, el exquisito de mirar aquellos ojos, cancelar los placeres chiquitos, o los demasiado grandes.
En la desesperación del atiborramiento de placeres, uno incluso idea la manera de intercambiar, y planea estrategias para lograr convencer a alguien de darnos un placer chiquito, esponjoso, a cambio de este grande, dulce y extravagante que tenemos por allí desde hace años... Llegaría, estoy segura, otro: el placer de conseguir lo que deseábamos...

Y este placer de las palabras dónde lo pongo que es tan grande que me ahoga, este placer que busco y encuentro de enhebrar una palabra con otra y otra más, hacer nudos, cadenas, escaleras, lianas, amarras, anclarme en una red llena de letras...

sábado, 26 de agosto de 2006

Si me paro frente a la ventana que da al sur podré después decir que vi la vida pasar. (Supongo que puedo afirmar lo mismo si me siento). Veo que un hombre carga, arrastrándolo, un bloque de hielo; pasan autos, que con gente adentro se mueven hacia el oeste, hacia el este; algunas personas cruzan la calle, de norte a sur, de sur a norte; gritan algunos niños, señoras detenidas en la acera, conversan. Llueve repentinamente y se ve la vida correr, y los arroyos pasar. Eso es la vida.

Si volteo y miro hacia el norte, de espaldas a la ventana, veré también adentro de este local la vida: hay gente sentada, parada, leyendo, otros escriben, se rascan, estornudan. Alguien toma un libro, se oyen las teclas que son aplastadas, las luces están encendidas. Una pareja cuchichea allá lejos. Eso es la vida.

Ahora, si yo estoy parada (o sentada que me parece ya dije que no hace diferencia la posición) en medio de la vida, la de adentro, la de afuera, la de los puntos cardinales, no logro explicarme cuándo podré salir de esa línea que me mantiene viendo.

Y tratando de escribir lo que veo.

jueves, 24 de agosto de 2006

Carta encontrada en una papelera de reciclaje y que pide respuesta:

“A veces la memoria se niega a revelarnos algunos caminos. La mía, sin embargo siempre ha conservado vivos los días, aquéllos, en que compartimos el espacio escolar, por llamarlo de alguna forma.
No sé si me recuerdes, yo casi te veo entrar por el pasillo de altos Estudios, con tu cabello largo y tu mochila. Oh, sí. Casi te veo.
¿Cómo estás? Supe que has trabajado mucho en tu carrera. Supongo que serás diferente, así como todos cambiamos pero en el fondo seguimos siendo, ya ves, los mismos.
Yo estoy en este pueblo, trabajando también. Sigo escribiendo, como hice siempre. No sé si alguna vez te enteraste.
Ojalá, de verdad me gustaría mucho, respondieras a este mensaje. Deseo que estés bien, que la felicidad para ti no sea algo ilusorio.”

¿Es acaso demasiado cursi? Sí, claro que lo es. Pero no es razón para no responder… ¿o sí?

miércoles, 23 de agosto de 2006

martes, 22 de agosto de 2006

sábado, 19 de agosto de 2006

la palabra se empecina en llegar, siempre está, allí y aquí, nombrando todo
no sé de algo, alguien, sin nombre, sin definición.
cómo decirlo sin palabra de por medio
no podemos navegar en esta oscuridad de luz hiriente sin el barco de la palabra

nos hundimos en el goloso universo del monólogo tristón fabricado con palabras
ya hay 59 y 3 números
soy con palabras

viernes, 18 de agosto de 2006

¿por qué le da por creer en las palabras dichas por los demás cuando ella misma miente tanto?
clinc got clanc gat clinc got clanc, gat, sentada en su cama oye cómo las gotas caen sin pena, sin alegría, sólo se dedican a eso: Caer
ella para caer tiene que disfrazarse con el dolor, arroparse con la felicidad, atragantarse con la locura... siempre temió volverse loca, ahora tiene pavor a la cordura
¿nunca enloquecerá?
teme que no
y miente

miércoles, 16 de agosto de 2006

"Se dice que los escritores nacen de la herida de Lo Incomprensible en la infancia."
Héctor Manjarrez

martes, 15 de agosto de 2006

Los ojos son para llorar, entre otras ocupaciones tanto o más importantes. De ser así, por qué llorar lastima tanto, se sienten los ojos aporreados, doloridos. Cansamos nuestros ojos de tanto usarlos, pero son para eso, no pueden estar cansados de mirar, llorar ¿o sí?
(Claro, pienso en los pies y lo que se cansan de sostenernos, caminar, movernos de aquí para allá. Nada es eterno, pues).
Pero los ojos, cuánto lloramos antes de que caduquen, cuántas palabras leerán nuestros ojos antes de renunciar a traducirnos lo que los signos dicen… Estos ojos enrojecidos no responden...

Porque cuando las ganas de llorar (que no son ganas, por supuesto ¿quién puede tener ganas, deseos de permitir que la vitalidad se le salga en gotas, además saladas?) se tienen, es difícil controlar el impulso, que dicen es descanso, desahogo, aunque sepamos que no es así, que luego viene la hinchazón, el no poder con esos ojos que lloraron tanto, leer, escribir, acercarse al mundo, cuidar de no caerse, prevenirnos de perecer atropellados por un auto, no podremos dejar de pisar excrementos por la calle…

lunes, 14 de agosto de 2006

Sombrar

Me estoy quedando sin sombra, lo que querría decir algo así como que estoy sin sosiego, sin lo que deseo… Estoy desombrada

y la sombra es la oscuridad, la falta de luz, entre muchas definiciones

las sombras me llegan, y son tantas
mis favoritas:

la sombra de Peter Pan, que ha tenido que ser cosida al cuerpo que la proyecta
los eclipses de luna, los de sol, que nos hacen ser otros, perdernos
la sombra de los muertos, ¿será fantasma el ver tu sombra a cada rato, Humberto?
La sombra de los árboles, cuando no hay rayos
la sombra de mi padre, que yo, niña casi siempre, espero me defienda
el amor entre sombras, reales y figuradas
la sombra de las nubes sobre las montañas,
la sombra de los móviles infantiles proyectados en la pared
la sombra de los rehiletes, de los papalotes dibujada sobre el pasto, de los molinos de viento, de los insectos voladores
la sombra de las pestañas de Mariana en sus mejillas cuando duerme

el eco es la sombra del sonido
la palabra lo es del pensamiento
y la caricia es del deseo
Ya casi no tengo sombra

sábado, 12 de agosto de 2006

Caminar sola es caminar solamente.
Caminar con Mariana en cambio es mucho más: es oírla hablar incansable, alegremente, saltando, mirando.
Caminar con Mariana es caminar en compañía del entusiasmo, gozo, curiosidad y asombro.
No podría acercarme a describir lo que pasear por estas calles sabatinas de la vida junto a Mariana se me regala.
Tengo que agradecerlo:
Gracias.

jueves, 10 de agosto de 2006

Liquen mármol musgo moho limo hongo henequén y lirio
Brígida tal vez o papalote
Remolino casaca trillador
Quizá molino sal taza y humedad
Caracol

Estrella está muy feo solidario y arcabuz también
Y qué decir de marinero persiana o círculo
Cuadrado rectángulo qué feas palabras al igual que perro dinosaurio,
Tirador mascada...



Lo que es no poder decir nada

miércoles, 9 de agosto de 2006

Lapso

le estorba el aire, ya sabemos que está afuera pero también está adentro de uno, cómo quitarlo de encima, cómo sacarlo, cómo olvidarse de él

le estorban las montañas, las que se ven, las que han desaparecido atrás de la humedad, las que se veían ayer, las que allí de seguro aún están hoy

y como se dice que sucede después de un pase mágico ¿cuál mago, cuál conjuro? Así como si las palabras hubieran sido: “mercurio, obsidiana y laurel, desaparece para siempre”, ya ni siquiera está
ya no se encuentra
a dónde se ha ido
por cuánto tiempo

casi diez años se le fueron
¿a dónde se va el tiempo cuando no lo usamos, esa pelusa de la que Cortázar habló?
¿a tantas horas muertas cuándo les llegó la descomposición?

porque todos esos minutos extraviados apestan
no dejan vivir

eso, a fin de cuentas, se llama pasado

(y no lo recordaba)

martes, 8 de agosto de 2006

Como una sanguijuela


A veces me siento como una. Porque me da por oír y no devuelvo, las historias alimentan mi imaginación, el deseo de escribir. Porque cuando alguien me cuenta y se abre las venas y me obsequia su sangre y su argumento sin que yo se lo haya pedido, qué puedo hacer. Yo chupo, me atiborro de vidas, personajes y tramas ajenas.

Se dice de alguien que es lento caracol, que tiene risa de hiena, corre como un galgo, que es fiel como perro, húmedo como babosa, ligero como colibrí, bello cual mariposa. O feo como sapo.
¿A quién no le habrán alguna vez preguntado: qué animal te gustaría ser, si pudieras elegir, si reencarnaras, si fuera un sueño, una película, si fueras sólo palabras en un cuento…?

Un perro, definitivamente, no
Ni vaca, ni yegua, no lombriz, nunca jirafa
No ballena, golondrina, avestruz, delfín tampoco
Algún moralista animal de alguna fábula. Jamás

Tal vez un unicornio, el Ave Fénix, un dragón, alguna araña
O el Minotauro, la serpiente quinta en la cabeza de Medusa
aguamalas o jejenes (en plural)
Los sapos, arañas, lagartijas, que escupió la bella y soberbia hermana del cuento de hadas
Quizá el Gato con botas, la golondrina del Príncipe Feliz

lunes, 7 de agosto de 2006

Ositos

“tres ositos en la cama y el pequeño les gritó:
no quepo, háganse a un lado,
los demás se movieron
pero uno se cayó…”
canción infantil

Fue difícil desde el primer día, la primera noche digo. Cómo dormir, cómo acostarse, posición, lugar… Esa misma noche despertó sofocada, era mucha, demasiada piel al lado suyo y enfrente, atrás… con cuidado para no despertar a nadie, se movió, quiso destaparse, no pudo hacerlo. Fue su decisión dormir en medio.
Sólo una cama, cómo decir no a quien pide cobijo por una noche, dos, poquito tiempo mientras me ubico, la sonrisa mentirosa luego de hablar por largo rato hasta que no se pudo soslayar más el tema. Los celos. El drama. O casi.
Acostaditos los tres, el Humito hacia la orilla, la invitada a la pared, Lía en medio. No puede evitar recordar aquella canción infantil, los nervios traen la carcajada fuera de lugar a su boca.
Ya dormidos, o no. Las manos se mueven, las piernas cambian de posición, la cobija nos calienta, se habla en sueños, se pide. Se da.
El despertar. Nadie quería eso y cómo salir de los engranes, que los llevan arriba, abajo, encima, a un lado, con manos, la boca, las lenguas que se reconocen, el camino tantas veces caminado.
Aquello no podía durar ¿qué se hicieron todas las horas de conversación que antes Lía y el Humito disfrutaban? Con la invitada se acabaron.
A la invitada no le gustan los hombres, siempre lo ha dicho como tarjeta de presentación, pero ha descubierto que la piel de ese hombre en particular se siente diferente, es suave, es dulce, casi es como la de Lía, quien al percatarse de este ajeno reconocimiento, se sorprende inundada por el ardor de los celos y recuerda el montaje aquel que hicieron cuando él insistió tanto para que fuera ella, la invitada, quien cerrara el acto mordiendo una naranja, devorando, le dijo: quiero que la ataques y que al morderla, su jugo te chorree por el rostro y tu cuello, lo recuerda excitado al describir cómo los pequeños dientes harían trizas la piel cítrica y la lengua lamería las gotas que habrían brotado después de la feroz embestida, esa lengüecita… oh, sí, lo recuerda, aventó los celos a la basura tan rápido como aparecieron (o eso creyó, oh). Pero esa lengüecita ahora le hace daño, a Lía, a quien persiguió tenazmente sin nada conseguir. Y ahora, que puede tenerla, compartida, la lastima. El Humito tiene su explicación, los celos le ha dicho, de no tenerla para sí sola… Pero todos, los tres están ahogándose en los turbios arroyos de los celos. El humito cuando se baña cree que ellas harán qué cosa mientras él se pone jabón caliente en su imaginación. Lía mastica por horas la sensación de que la invitada y él se hacen uno cuando ella sale a trabajar
Fue hasta mucho después cuando se dieron cuenta de que ya no estaban solos, de que el precio no querían pagarlo. Entonces se escondieron para hablar, se miraron a escondidas, se citaron en otras partes para poder besarse con sólo dos bocas y dos lenguas y reencontraron aquel amor que se les había extraviado.
Ahora no saben qué hacer con la invitada, tendrán que decírselo ¿correrla? ¿Echarla afuera, a los perros, a la calle nevada? No seas melodramática, dice el Humito, pero tampoco él se atreve.

viernes, 4 de agosto de 2006

Encerados laberintos
Una isla. Ni siquiera sabía que hubiera tierra diferente a aquella. Cómo presentir continentes, penínsulas, litorales, golfos... Quién puede imaginar la existencia de algo llamado Mar Rojo, Negro, Muerto... En los segundos que la caída duró quiso aprehender toda la geografía. Intentó creer que podría apresar el mundo y en la laberíntica soledad del aire sólo eso alcanzó a desear antes de hundirse con desconsuelo en la sal que líquida, lo saboreaba.

miércoles, 2 de agosto de 2006

Es una certeza.
Hay días, muchos, en los cuales ella no se quiere. No se quiere nada.
Cuando dentro de ella pululan como por su casa, porque es su casa, desvalidos, locos, enfurecidos seres que de pronto brotan abriéndose paso entre su mirada, gritando el llanto, cuando hay agujas que le pinchan lo que es ella en su revés (su anverso pudiéramos intercalar), descoloridas espinas que nadan en la saliva, chapotean en el sudor, van y vienen pinchando, marcando, hiriendo con sus filosas caricias.
Pero ella, aún en esas horas, muchas, cuando no se quiere nada, ni quiere de ella conocer nadita, sabe guardar la compostura.
Y a veces hasta escribe.

martes, 1 de agosto de 2006