martes, 26 de septiembre de 2006

A las dos

Caminar es algo que hacemos bien, con ganas. Así, íbamos de mañana, Mariana y yo caminando cuando al pasar una esquina, sentí que ella volteó, presentí su sobresalto y no dije nada, dio dos tres pasos más y volteó de nuevo, buscó mi mano y me dijo mamá, la sombra de aquel muchacho tiene cara… mi estómago dio un vuelco, vi ante mí la posibilidad de una maravilla, en un instante pensé qué hacer o no hacer nada… y entonces volteé.

En efecto, sentado en la banqueta, un escalón más bien, estaba un joven, atrás de él, su sombra, oscura como debe ser, con rostro como no debe ser… Flotando en el asombro nos detuvimos las dos a mirar.

Y entonces me di cuenta, aquello no era sombra. Era otro joven sumergido en la sombra proyectada por el edificio frente al que estaban; acuclillado atrás, casi en la misma posición del primero, en la casi oscuridad, sólo se le veía en su cuerpo oscurecido el rostro en penumbras.

Quise no haber descubierto el truco, quise no habérselo dicho a Mariana, pero por el susto se lo dije.

Aunque sé que ella, al igual que yo, disfrutó con emoción ese momento de fantasía que la rutina diaria nos regaló. A las dos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente... exquisita fotografía!!!

Omar Bravo dijo...

Note preocupes, siempre pasa... siempre alguien descorre la cortina, a veces con gana o con desgano,
y vemos.

es como saber que dios no es el señor cariacontecido del retablo de la misa
y se deja de temer