miércoles, 20 de septiembre de 2006

Plof

Las siete de la oscura tarde, o de la noche temprana. Llego a la casa y está cerrada, no hay nadie; es tan poco usual este fenómeno que no tengo llave, nunca he tenido. Así que me instalo sentada en una silla del porche, a esperar, viendo hacia el jardín y a la gente que pasa y me doy cuenta de que todos van hacia abajo, entrando al barrio después del día. Antes de que la noche nos alcance corremos a refugiarnos a la cueva, digo casa, digo calor, compañía o váyase a saber qué van persiguiendo los hombres y mujeres que por aquí pasan, entran a este barrio, recogiendo las migajas de tiempo que hace horas soltaron para que los ayudaran al regreso.
Oigo las peras caer. Es un sonido peculiar, desagradable, suenan plof. Así nunca hará al caer una manzana o un membrillo, el durazno menos que casi nunca cae. Pero la pera, a la menor provocación ya va cayendo hacia el suelo, en su vocación de desastre inminente se deja robar lo intacto con tal de sentir la velocidad esa única vez, la caricia del gran golpe, plof…

Cerca de mis pies cayó una pera, pequeñita como lo son todas de este peral, peritas de San Juan les llaman, la veo detenidamente, con desconfianza y decido levantarla para verla de cerca, la limpio, intento olerla y casi sin querer la muerdo, la piel es muy delgada, frágil y la pulpa… inofensivamente dulce, solita se va deshaciendo entre los dientes, sin masticarla, en tres o cuatro mordidas se va… y allá está otra pera que ha caído, la recojo… otra más…

Ha pasado casi una hora y aquí estoy esperando, y me pregunto angustiada: ¿me quedaré por siempre en la oscuridad, sola, con frío…. y comiendo peras que ni me gustan?

2 comentarios:

Pina dijo...

cómo se llamó el momento?...
"La noche es-pera"

jose fá dijo...

jaja... ¡adivinaste!