jueves, 11 de septiembre de 2008

Nombres

Mi abuela paterna se llamaba Josefa, le nacieron muchos hijos, le vivieron ocho, algunos con nombres bellos como Miguel, Santiago, Angela, María, Juan Amado.
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Mi abuela materna era Isabel y también bautizó a algunos de sus siete hijos vivos con nombres lindos como Estefanía, José Israel, Álvaro, Santiago. A este último, mi tío, nunca lo vi como tal porque sólo era dos años mayor que yo.

Así que mi padre, mi tío y mi hijo se llaman Santiago.

Santiago, mi tío, nació muy distinto a sus hermanos, siempre recibió bromas pesadas tal vez bienintencionadas, no sé y ahora no importa, por ser muy moreno, más alto que ellos y de facciones bastante rudas, pero las sobrellevó tranquilamente. Creció y su rudeza se convirtió en atractivo para las mujeres. Le decían “Mascafierros” por su peculiar dentadura. Con diferentes mujeres, le nacieron algunos hijos, uno de ellos criado por mi abuela: Misael, siempre se afirmó que no era suyo porque era un niño delicado, rubio y bello, nació de Emma, prostituta (qué palabra tan pesada y cruel) que ya murió. Hace cinco años Misael se pegó un tiro en la cabeza, eligió morir adentro de su carro. Desde que nació vivía más solo que nadie, al morir vivía en la casa de uno de sus hermanos.

Mi tío Santiago, al que nunca le dije tío, un día no volvió, de eso hace casi veinte años. No volvió, aunque, aún ahora, mucha gente afirme haberlo visto. Su madre (mi abuela Isabel, que siempre lo esperó, que lo soñó y creyó lo que decían los que creían haberlo visto, la que en cualquier auto que se detenía un poco afuera de su casa, esperaba que Santiago hubiera ido a verla y que por razones que ella no entendía, no podía bajarse y abrazarla), murió, murieron tres de sus hermanos, murió Misael y él nunca volvió.

Mi madre tuvo que ir a Agua Prieta a ver cadáveres en varias ocasiones luego de que él no regresó una noche a dormir y nunca más a saludar, comer, dormir llegó. Fue y los vio, algunos sólo huesos, algunos putrefactos, otros aún con la humanidad por poco intacta pero muerta, y en ninguno de esos despojos encontrados en lugares perdidos halló a su hermano menor, aquel Santiago.

Creer que está vivo requiere de mucha ingenuidad, fe, y falta de sentido común.

Pensar en dónde fue que lo dejaron ha sido tema recurrente en varios de nosotros, su familia, en qué agujero, en qué pedazo de desierto, pozo seco, cómo se deshicieron de su cuerpo…

Sus hijos ya lo hicieron abuelo y yo lo veo en la última fotografía que de él tenemos: cortando plantas sanísimas, muy verdes y grandes, de mariguana en sabe dónde, con sus gafas oscuras y su inigualable sonrisa.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aun recuerdo cuando dijiste que sólamente desapareció.
Y aun mantengo "viva" esperanza de verlo volver; no sé por qué.

De verdad.

Incluso pienso que fue hace muy poco cuando lo dijiste.

omar dijo...

chale, me gustaría decir buen texto, pero esta narración va mucho más allá de lo que es escrbir.

gracias por compartir.

sylviatmanriquez dijo...

Admiro tu manera de escribir, y de permitirnos recorrer la vida por los caminos de tus letras.

Gracias por compartir.