martes, 6 de junio de 2006

Llueve. llueve con truenos, llueve con viento. Por la calle corre el agua en su afán de no permanecer. El ruido es ensordecedor, de verdad de qué otra manera puede uno decir que esta caída líquida retumba en los techos de lámina de zinc cual si su único propósito fuera no permitirnos oir. No oir otra cosa más que su venirse.
No deja ni siquiera decir. Ni escribir. Sólo es que llueve. Llueve mucho.

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