miércoles, 21 de junio de 2006

Siempre que llueve llega el estupor despacio y se instala con sus redes de agua hasta que no sabemos qué decir. Este es el caso.
Una paloma camina con tiento sobre la barda llovida. Quisiera que fuera un cuervo. Así tendría el pretexto para decirle un abrazo a Roberto.
Este día dicen que llegó el verano. Llueve desde ¿hace dos, tres horas… una? Lo suficiente para refrescar tanto este pueblo que el día más largo prometido se ha hecho breve como algodón de azúcar en charco. Estuvo nublado tan oscuro que parecía eran las siete de la tarde a mediodía. Todo es hermoso como pintura de maestro. Todo es frágil como repentino sueño. Todo, en fin, parece que es mentira. Nosotros nos difuminamos.

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