lunes, 12 de junio de 2006

Mirada castigadora


Ya está harta. Cómo es posible que todas le tengan que decir cómo peinarse, que le sugieran la ropa que hay que ponerse, que le cubran las ojeras, le den color a sus mejillas. Y sus labios ¡qué agonía! Los presiente carnosos, antojables ¿por qué no ha de verlos? Untarse ella misma el color que los hará más seductores
Lo peor, sin embargo son sus lenguas, dobles y apestosas. Diciéndole:
- ¡Has engordado, querida!
- Ya tienes arrugas…
- Ese color no te favorece
- Qué mal amaneciste, no te ves bien, tienes que descansar, tu rostro no tiene vida, tu piel parece de roca …
Y ¿cómo descansar si tiene esos terribles sueños?, en ellos se ve volar como caballo, correr como manantial, dar vueltas como el viento atronador, asustando hombres, enmudeciéndoles, dejándolos sin movimiento.
Y ahora ellas, conversan cuando intenta dormir y acuerdan aturdirla con sus críticas. Amparadas, claro, en sabe qué conjuro pueden decirle eso y más. Pero se está cansando, algo desde sus ojos, que yo tampoco podré nunca mirar, me lo dice. Y anhela que se hagan polvo pero no sabe aún cómo conseguirlo sin desbarrancarse con ellas en la letanía de la piedra rodando…

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