miércoles, 22 de febrero de 2006


Agosto de 1997


El placer defenestrado


Pero placer aún. De escribir aunque.
¿Sabes lo que es un hectocotilo? No importa. Aunque lo sepamos, jamás lo sabremos. ¿Qué sintió mi mano cuando tocó tu ombligo?
Placer. El cielo o lo que así se llama, o lo que alcanzo a ver de eso que llamamos cielo, es gris; o lo veo gris; o mis ojos, tan poco fiables, me susurran el gris. Llovió tristemente hace rato y esta hoja es escandalosamente loca de tan anaranjada que tiene el alma.

Placer, siéntate en la cama, yo (que nadie se meta). Porque sintiéndote yo en la cama, el corazón es un tuerto indigno de miradas. Placer. No hay placer en lo inconcluso, sino éste. Que también nos pone desnudos y anhelando. El placer. Arenita seca abandonando nuestros dedos. El tacto. El placer de lo inconcluso.
No terminaré. No terminarás. No terminaremos.
Las ventanas selladas lo son.
Las puertas que rechinan.
El olor.

Placer. Son las seis de la tarde (gris, te digo); alguien chorrea algunas gotas sobre este pueblo. Y el placer ¿en gotas pequeñas o grandes? Tú, que tantos tratamientos a base de líquidos has seguido, dime: ¿estás curado?
¿Y si fuéramos sírfidos? ¿volaríamos hacia atrás como he soñado? No serás capaz de oponerte arguyendo tu locura.

Loquito, en este punto de ésta que no es carta, porque ya casi nunca, te beso.

Y el placer del olvido ¿cuál es? La memoria es un placer. Pero no saber, pretender que nada, porque así se ha olvidado, dejó la menor huella en nuestra playa. Las olas. Eso no place. Lo otro, tampoco.

Llueve, es otro día ya. Martes. Agosto se está extinguiendo. Yo también. Las gotas son menudas, casi invisibles; ocasionan poco sonido. ¿El sonido puede ocasionarse? Cuánto placer oír tu voz por el teléfono; cómo se puede colar una voz adentro de uno cuando uno se descuida y no cierra las cortinas. Y entra, la voz, y recorre el escalofrío que se asusta y nos recorre, tropezándose. Una voz que llega a todos los puntos de lo que es uno por dentro. Toda la madeja entelarañada de sensaciones que uno es, es jaloneada por el gato que juega. Tu voz.

Es otro día. Llueve. Son las trece horas y hace calor. Sofoco. La molestia, incomodidad, dolor. El placer de lo que duele. El dolor que no place. ¿Qué esperas para matarme, amor?
Porque a fin de cuentas, así como yo defenestro y tú defenestras, un chingo de personas han defenestrado la lluvia (¿o a la ¿)
Qué sarta de incoherencias (ni yo me lo creí) Eso me pasa por escribirle a un loco. O para un loco. O por uno.

La mano entre las piernas / provoca el ensueño
Las piernas entre las manos / son el sueño
El sueño entre las piernas / son tus manos


EL PLACER: ¿Cuántos animales parirá la noche / para sustentar la voz / con la que gritas/ que ya sea de día / porque quieres despertar / pero es oscuro / y duermes. // Tienes miedo.

No hay comentarios.: