viernes, 17 de febrero de 2006


Diciembre de 1996

Nieve, nieve. ¿Y la canción para que la vieja de la cueva nieve?
No, esta pregunta estuvo muy mal hecha, sólo quise solicitar un canto. Porque quisiera salir y arriba de los cerros brincar y cantar con fuerza para que la nieve, (oh, sí, la nieve) nos caiga y nos caiga encima, que nos convierta en negritos de un arroz helado y blando, cocido en los terrenos celestes más fríos y mojados. Y sí, querido, ha nevado por horas, todos estamos en el alborozo pleno de no saber qué hacer; nos acomodamos, codos en posición, cortinas echadas a un lado, a ver, a ver cómo lo indescriptible cae... sólo instantes soportamos; después corremos a cubrirnos para salir, salimos, permitimos que la liquidez que no es, nos moje con su roce. Nuestros dedos están calientes, la deshacen, hay que esperar.

Diciembre de 1996

Instalada en este frío cuento que se llama “Teresa viendo nevar en Cananea” (¿recuerdas “Isabel viendo llover en Macondo”?), te escribo, amor. Escribo para ti y te digo que todo transcurre lentamente, la gente se mueve como en sueños (por esta ventana veo, eventualmente, cómo pasa gente que se cubre las orejas, que lleva las manos metidas en los bolsillos, que arrastra bufandas, tiembla, va roja de frío), y quiero que me envidies por este placer solitario que recibo y que me doy y tomo.

La calle es blanca mientras nadie la camine. Así somos todos. Puros (“¿pura para quién?”, dice Sylvia Plath), hasta que alguien nos pise. La calle se hizo para ser hollada. Nosotros para caminar y ser caminados, perder nuestra frialdad al mismo tiempo que perdemos lo impoluto... ¡Ja, qué palabra tan fea! Estaba tan solemne que yo misma me di un codazo (y un coscorrón... y un pellizco). Me divierto.

Bien, tengo que ir a trabajar. Parece que la nieve ya se quiere ir. Y yo te digo que nos vemos pronto. No te muevas de allí. Ya llego.


Teresa, s.a. de p.v.
06 de enero de 1997
Sr. Uguito
Hermosillo, Sonora, México
P r e s e n t e.-

y lloverán azules estampidas de gaviotas en su cielo, se lo advierto. Tome las medidas pertinentes para evitar mayores daños. De usted depende si se muere en ésta. O en la otra. Quedamos satisfechos con el mero aviso.
Sin más por el momento se despide
Adivina, adivinador...

Pd 1: De Elsa Cross: “Ah, íntegro varón, que Dios te guarde
Pero voy a aclararte
En nombre de esta cólera
Y a manera de agravio,
Que si tanto te amo
Es seguramente por error.”
Pd 2: Cuando el agua está cayendo, no se oye más que el agua. ¿Lo crees?
Pd 3: Un poema breve de J. A. Montero: Epílogo : Escribía / para ti / y me leías / sin mucho / ánimo crítico // Después / ni eso // Hoy / ya ni yo / me leo
Pd 4: El día es gris, me está diciendo cosas: que enloqueces con una demencia humedecida en el sollozo pasajero; me susurra que caminas como loco entre tu ropa, queriendo desnudarte en pleno amanecer y con los pájaros que escurren lluvia aplaudiéndote... Sé que no es cierto, los días grises son rementirosos. Sigo convencida de tu cordura.
Pd 5: Fiel y atada a tu cuello.
Pd 6: Tu cordura.
Pd 7: “Estoy cortado / Un caimán me dejó sin brazos / sin piernas y /ya indefenso / una gaviota artera me picoteó los ojos / Una enorme tortuga me arrancó la cabeza / Soy un tórax tirado a la cuneta / el recuerdo de alguien que al soñar se levanta sudando / un ostión en el filo del cuchillo”; es de Rafael Torres S.
Pd 8: Yo ya no escribo; tan sólo ocasionales letras llegan a reunirse de vez en vez en mis deseos.
Pd 9: ¿Y tú? ¿por cuál camino corres?
Pd 10: ¿Ni camino necesitas, dices? La ingenuidad recorre las mayores distancias sin siquiera abrir los ojos; pero tú... ruegote consultes mapamundi porque tu perdición me abruma.
Pd 11: Abrumada está la lluvia de tanto caer sin retroceso y tú, igual que nube, te desplomas sin remordimientos; parece que al dejar caer las gotas, ni te enteras qué terreno mojas, lluvia.
Pd 12: De Alina Pettersson: A un fauno "Quiero reposar bajo la sombra / oscura que cubre tus miembros / gozar el dulce chorro de tu flauta / el son de tus campanas. / Quiero atisbar el barbado engaño / de tus labios, / ser testigo del cristal / que refulge en tu mirada / Quiero ser esa lira que tú tañes."
Pd 13: Pero no: nos valga madre el silencioso crujir de las miradas envidiosas; no se posará encima de mis hombros ningún brazo pesado de tan muerto. O sí; tal vez el coloreado canto de la sirena lisonjera háganos partícipes del vuelo.
Pd 14: Estoy hasta la madre de mí.

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