martes, 7 de marzo de 2006


Julio de 1998


La Sonora Santanera canta: “Te digo adiós / te deseo mucha suerte / y que logren quererte / como te quise yo”. Faltan diez minutos para las diez de la mañana; están diciendo en el radio (¿por el radio, en la radio?) que hoy es día de las isabeles; y yo lo primero que pienso, igual que todos los años (cuando me entero), es que hoy es cumpleaños de Conrado y lo abrazo calientitamente, mi amigo.

... y sigue la Sonora. Chin... y quién me tiene a mí oyendo: es cuestión de mover un botoncito y ya. Sólo escucharé entonces el ruido que hace esta máquina, el dual, los carros que pasan, el polvo deslizándose entre las hojas de los libros (¿oyes cómo resbalan las partículas por la página setenta y dos del Versario Pirata de Orlando Guillén?) Y nada más... yo ni ruido hago.

Puesorasí llovió. Empezó desde ayer como a las nueve y así ha estado, o estuvo hasta la madrugada o mañanita de hoy. Ahora está nublado, quién sabe. Y tú: ¿cuándo me llueves?, ¿no ves que me hago grieta seca (¿las grietas son siempre secas?), esperándote? Se me están cayendo las hojas verdes y me siento cauce seco -¡de tu arroyo!-; entonces, ¿cuándo te revientas, nube, y te me vienes encima, aguacero? Te aguardo.

Nocierto, si mi sino es llegar a desierto, ni pedo. Me cruzaré de piernas mientras veo las nubes alejarse y diré: de esas nubes no revientan en mi cielo. Y ya.
Híjole, qué cursi; lo peor es que me lo vas a creer porque es cierto, pero no quiero que lo creas; así que haz de cuenta que son mentiras y que te las digo para que me las creas sin creerlas.

Nomás me tomo el café calentísimo que aquí tengo y te la mando. La carta. Estoy comprándole bellotas a un niño, dice que él mismo las recogió, se ven ricas. Te abrazo, riquito.

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