miércoles, 11 de octubre de 2006

Una vez hace algún tiempo en ese lugar llamado fábula donde los animales hablan y nos enseñan moral, a una mamá cuervo se le perdió un hijito, así que anduvo buscando y preguntando hasta que alguien (otro animal, claro) le pregunta cómo es el cuervito perdido y ella responde: “es chiquito, mira con ternura, sus plumas brillan como el sol, es más bello que un cisne… Ah no, yo lo que vi fue a un cuervucho flaco, bizco y con pocas plumas, iba por el río… “¡Es mi hijo, es mi hijo!” –dice la mamá cuervo corriendo a encontrar al cuervo más bello: el suyo.

Cuando una madre ve a su hijo se desconecta la zona cerebral donde se encuentra la capacidad de juicio crítico. Hasta Mariana lo sabe con otras palabras desde hace tiempo, ¿sabes que tú eres la niña más hermosa? le pregunto… sí, ya sé ¿y cómo lo sabes? Porque cada mamá tiene al hijo más hermoso del mundo, el de ella, me dice. Si continúo explicándole así la vida, como si de literatura se tratara, sospecho que nunca me creerá.

Esto pasa en menor medida con los amigos también, no vemos sus defectos, algo se nos desconecta cuando los pensamos, hablamos con ellos o los miramos. Mis amigos son casi perfectos (guapos, simpáticos, talentosos, casi los mejores), me complace tenerlos. La diferencia es que la zona cerebral del juicio crítico no se desconecta permanentemente con ellos. De eso no quiero hablar.
Con los hijos sí es para siempre la desconexión. Santiago será siempre el niño, joven hombre más bello, siempre que yo lo vea. No hay otra niña tan linda como Mariana y así será siempre. Para mí.

Y me pregunto. ¿Qué pasa cuando amamos? ¿El ser amado (ohohoh, lugar más común no encontré) tiene acaso defectos? … Es hermoso, es bueno, gentil y dulce… y además es muy inteligente, mira bonito, huele bien, su voz es sexi.

¿Qué más pedir a nuestro cerebro?
Las estrategias para la preservación de la especie dan esos alicientes y más, tienen razón.

Mejor un poema:


Manos

Soñé que era un pulpo
y en ese lugar oscuro
hueco húmedo y callado
que desconozco
y que soy yo
por dentro
tres fuertes corazones
se agitaban locamente

soñé que era un pulpo
y que podía moverme
en las aguas de un mar frío
con la fácil apariencia
de embriaguez
en los ahogados

soñé que era un pulpo y que podía
llenar la vida con tinta
al ritmo entusiasta de mis ocho
tentáculos

pero he despertado y no encuentro
ni adentro de mí
ni en la piel mojada
ni en la cama
algo que por su color o movimiento
o que en su mirar denuncie
a un corazón latiendo

pero he despertado y mis manos
que sólo son las dos de siempre
únicamente pueden
con torpeza
derramar regueros de tinta
en los papeles ya muertos


Quisiera poder
de nuevo
dormir

4 comentarios:

Gloria dijo...

Interesante y hermoso poema, un himno a la trasmutacion...no ver los defectos en los que amamos?,mas bien creo que el amar radica en lo contrario, en conocer muy bien a alguien con todas sus luces y todas sus sombras, en verlo como es sin mas adornos y a partir de ahi, amarlo... Me gusta tu blog, un saludo...

Anónimo dijo...

Qué linda historia, Fita.
Supongo que si no tienes comentarios al final de un post, no es porque el escrito no haya gustado, sino porque dejas a los lectores con la boca abierta.
Al menos a mí me ha sucedido tantas, tantas veces.

Manuel Parra Aguilar dijo...

Félix María Samaniego escribe en una fábula la historia de Anarda, una mujer muy hermosa a la cual le da viruela. Anarda consulta al espejo, su viejo amigo qe desde siempre le reflejaba lo hermosa qe era, i éste muestra lo mal qe se ve en esta ocasión. La fábula termina más o menos como sigue:
"Si buscas amigos
Que te representen
Tus gracias y hechizos,
Mas que no te adviertan
Defectos y aún vicios,
De aquellos que nadie
Conoce en sí mismo,
Dime, ¿de qué modo
Podrás corregirlos?"
Coincido con "Azul caleidoscopio" al señalar qe lo qe en realidad hacemos es amar con todos nuestros defectos. (Cierta vez el poeta Iván Figueroa me decía qe si el ser amado al entrar al sanitario lo dejaba todo oloroso, i no precisamente a rosas pues no comemos rosas, podemos seguir amandolo... algo escatológico, sé, la comparación.) Si nuestro hijo es feo, es feo, i el amor de madre no lo cambia. Lo mismo sucede con la literatura. Cuando alguien nos dice qe nuestro escrito está mal nos sentimos ofendidos, pero hay qe ver en qé radica eso mal qe la persona esta nos señala. Por ejemplo, yo prefiero leer el poema a la "historia" qe le antecede. No es el poema qe cambie un mundo, ni tiene qe serlo, pero es agradable leerlo i disfrutar nuevamente de eso qe no sé qé llamamos poesía. Un saludo.

Anónimo dijo...

¡Ay, esta Mariana.
Me encanatría tener una hija así.